Lloré en silencio mientras me bañaba, no debí haber comido eso. Había caído en la tentación, y estaba realmente enojada conmigo por eso... estaba muy nerviosa, muy estresada, y eso hizo que se me revolviera el estómago y vomitara lo poco que llegué a comer.

Para mi suerte, Ben me escuchó.

Me suplicó que viera a un médico, y lo hice, pero seguía sin creer que me pasara algo.

Estas enferma, y hasta que no lo aceptes, no vamos a progresar.

Yo no estoy enferma. Está equivocado.

Tuve que convencerme sola, porque nadie me daba la razón, y en un estallido de ira, le grité a Ben que lo que quería era engordarme para poder tirarme a la calle.

Si algo recuerdo de esos meses, es que nadie podía conmigo. Me descompensaba apenas tocaba una cama, estaba mareada todo el tiempo, no podía tener una conversación muy larga porque perdía el hilo, y por estar tan ida todo el tiempo, me despidieron y no volví a tener trabajo hasta ahora.

Mamá no iba a mantener a una inútil, así que me echó. Ben me dejó vivir con él a cambio de que me tomara enserio las terapias.

Estás enferma.
Anorexia.

Eso es lo único que recuerdo procesar bien. Lloré demasiado, pero lo había aceptado. Estaba enferma, pero con Ben, podía salir de ahí.

Yo te amo, y vamos a salir de esto juntos, ¿Si?

Sí...

Él me ayudó como nadie. Me dio el apoyo y la paciencia que necesitaba, me hacía sentir deseada, hermosa... aunque aumentara de peso a la velocidad de la luz.

Y cuando comenzamos a tener problemas, lo primero que se me ocurrió fue que el problema era mi físico.

No quería tener una recaída. Tener un trabajo después de tanto tiempo me había hecho muy bien, y el ejercicio me había traído seguridad.

Esa noche lo di todo, hice todo lo que pude, y no fue suficiente.

El confirmar que Ben ya no me quería hizo que casi me volviera loca. Él había sido el único que realmente me había hecho sentir amada, y ya no lo hacía.

Mamá me dejó vivir con ella por mi trabajo, nunca mantendría a una buena para nada.

—¿Vas a comer todo eso?

—S-sí.

Hizo un 'mmm' desaprobatorio, haciendo que dejara de servirme y comenzara a comer.

—Vas a tener que empezar a pagar lo que comas, porque comes mucho.

—Sí, mamá.

—Hoy vi a Sarah, la hija de Paula, solían ser amigas, ¿No?— asentí— Bueno, menos mal que ya no lo son, ¡Parece una vaca!— rió— Ay no... ¿Cómo sale así a la calle?

—¿Está gorda?

—No solo está gorda, es una ballena, enserio... por cierto, me olvidé de comprar algunas cosas, ¿Podrías ir mañana, después del trabajo?

—Sí.

Pan. Vino. Mayonesa. Pimienta blanca. Levadura fresca. Solo un par de cosas. Conduje tranquila, repasando lo que mamá me había pedido, sabiendo cómo se pondría si me olvidaba de algo.

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