━ 𝐋𝐕: Dolor y pérdida

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Grande fue su sorpresa cuando, al alba, Ragnild y Ágærðr irrumpieron en su alcoba para comunicarle que Harald y sus hombres se habían ido, matando a los guardias que hacían su turno de vigilancia en el proceso. No cabía la menor duda de que alguien los había ayudado a escapar, valiéndose de la oscuridad de la noche para poder pasar desapercibido.

Lagertha se masajeó las sienes con acritud. La presión a la que se había visto sometida desde que se había enterado de que su prisionero había huido y su amante se había desvanecido sin dejar rastro le había provocado una terrible jaqueca. 

Se sirvió un poco de hidromiel en un vaso de cuerno y avanzó hacia una de las ventanas con las que contaba la estancia.

Sus iris azules contemplaron el exterior con inusitada atención. Las calles de la capital eran bastante transitadas a esas horas del día; hombres y mujeres iban y venían, grupos de niños jugaban y llenaban el aire con sus voces y risas... Todo parecía tan normal y cotidiano que, durante unos breves instantes, la afamada skjaldmö creyó que nada de lo que había ocurrido en esas últimas horas era real. 

Pero lamentablemente sí lo era.

—Hola. —Aquella voz dulce y aterciopelada hizo que saliera de su ensimismamiento.

Lagertha giró sobre su cintura para poder encarar a Kaia, que se hallaba de pie en el umbral, con las manos entrelazadas sobre su regazo y una mueca indescifrable contrayendo sus facciones. A la reina le alarmó verla más pálida y demacrada a cada día que transcurría, como si se estuviera consumiendo. Las ojeras que se atisbaban bajo sus ojos grises aumentaban con cada hora privada de sueño y parecía haber perdido peso, cuando en su estado debería ser al contrario.

Lagertha terminó de voltearse hacia ella.

—¿Te has enterado? —inquirió, escudriñándola en la distancia.

La Imbatible realizó un movimiento afirmativo con la cabeza, para luego acercarse a su amiga, que no se había movido de su sitio. Esta apegó el recipiente que sostenía en su mano derecha a su pecho y elevó sutilmente la barbilla, tratando de mostrar fortaleza y estoicidad, aunque de sobra sabía que a Kaia no podía engañarla. La conocía demasiado bien, y no era para menos: llevaban juntas muchos años.

—Sí. Esta mañana vino Torvi a casa y me lo contó todo —respondió la castaña. Se detuvo frente a Lagertha y clavó sus orbes cenicientos en ella, que se había resguardado tras una máscara inexpugnable. Sin embargo, en su mirada descubrió un poso de atribulación que evidenciaba que no estaba tan serena como quería aparentar.

—Esa sucia rata ha escapado junto a sus hombres —masculló la soberana entre dientes. La pena y el desasosiego no tardaron en convertirse en una furia catastrófica que hizo que la sangre le subiera a las mejillas y a las orejas. Apretó con más fuerza la jarra de mjöd, hundiendo las uñas en su lisa superficie—. Y Astrid... Astrid está con ellos. —Evocar a la que había sido su pupila fue como un golpe seco en el pecho.

Kaia arqueó una ceja.

—No pensarás que se ha ido por voluntad propia, ¿verdad? Ella te ama, jamás te traicionaría —remarcó. La boca le supo a hiel al pronunciar esa última frase, aunque no permitió que aquello se delatara en su expresión. Apreciaba a Astrid, la conocía desde que era una cría y sabía que su lealtad hacia Lagertha era plena. Siempre lo había sido.

La rubia inspiró por la nariz y se dio media vuelta, a fin de seguir observando a través de la ventana. Se llevó el vaso a los labios y dio un largo trago. Sus sienes parecieron palpitar con más virulencia ante la ingesta de aquella bebida hecha por los dioses, pero a ella no le importó. Comprimió la mandíbula y cerró momentáneamente los ojos.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now