Quieren venganza

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  —Conway. —Su voz sonaba congestionada—. Nos han cogido.

  —¿Cómo que os han cogido? ¿Quién? —El superintendente entró en la comisaría sin despegarse del teléfono. No había nadie. Todos estaban patrullando o fuera de servicio.

  —Son amigos de Pablito, quieren venganza.

  Conway se dirigió al almacén y se equipó con un taser, una pistola y una carabina. También se proveyó con un chaleco antibalas. Estaba dispuesto a ir por ellos.

  —¿Dónde estáis? Mándame ubicación.

  —Conway, escúchame. Tengo un arma apuntando directamente a mi cerebro, igual que Horacio. Estamos de rodillas y nos mantienen vigilados como seis personas encapuchadas. Tan solo me han dejado hacer una última llamada. —Gustabo hizo un silencio, y se pudo escuchar como sorbía levemente—. Es el final...

  —Diles que vengan por mí, fui yo quien le torturó y mató. Vosotros no hicisteis nada, si tienen que matar a alguien, que sea a mí. Díselo. Ahora.

  —No les voy a decir nada. No hay salida. Estamos muertos. Solo quería despedirme de ti. Te quería dar las gracias por ayudarnos siempre que podías. Por aceptarnos en el cuerpo y no echarnos por ser unos putos inútiles. Sentimos haberte causado tantos problemas... Pero míralo por el lado bueno, ya no tendrás que estar pendiente de nosotros y de nuestras gilipolleces.

  Conway salió de la comisaría, y se quedó plantado en el parking. Una suave brisa se colaba en su nuca, haciéndole temblar.

  —N- no os pueden matar. —El superintendente intentaba mantener las formas, pero le era cada vez más complicado—. Tiene que ser una broma, ¿verdad?

  —Conway, ojalá pudiera aparecer en tu espalda y reírme de ti. Pero no es así.

  Jack cayó de rodillas al suelo. 

No lo soy...Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang