Capítulo:4 Miedo

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Ese idiota no sabía captar toda su luz; no la conocía; y no sabía cómo manejarla correctamente. El trabajo que estaba haciendo era de lo peor que había visto en toda su vida. Kagome no aguantaría mucho más tiempo en esa sesión fotográfica tan penosa. Las rodillas le empezaban a temblar, estaba transpirando, le costaba respirar y se ponía pálida por momentos. Lo peor de todo era que todo ese esfuerzo se quedaría en nada porque el reportaje estaba resultando penoso. Tenía que intervenir.

Cogió una toalla, una botella de agua y una botella de cristal con zumo de naranja fresco. Ignorando al imbécil que se creía un fotógrafo del alto standing, se subió al set y le pidió a Kagome que se detuviera. El suspiro de alivio de Kagome al verlo fue cuanto necesitaba.

- ¿Qué crees que estás haciendo? - gritó el aprendiz de fotógrafo profesional a su espalda.

- ¡Cállate!

Si tenía que volver a oír a ese niño repipi recitando su currículum como si creyera que era un dios de la fotografía, lo estrangularía. Tenía suerte de haberse graduado en una academia sin saber jugar correctamente con las luces. La iluminación era horrible, la combinación de los colores en el set un verdadero espanto cromático y su forma de llevar a cabo la sesión digna de un dictador. Si eso era lo mejor que tenían, el nivel de los fotógrafos había bajado bastante. Cuando él empezó, nadie habría contratado a ese tipo.

Lo peor de todo era no saber cuidar de los modelos con las que iba a trabajar. Tenía que mantener una buena temperatura en el set, asegurarse de que estaban bien hidratadas, hacer pausas para que pudieran ir a refrescarse y, sobre todo, darle un descanso a la modelo cuando estaba constreñida dentro de un prieto corsé.

- Inuyasha...

Entendió su lamento a la perfección. La sesión fotográfica de Vogue marchó a la perfección porque tenían personal decente. No había color entre una sesión y otra. Era como haber probado el cielo para caer en el infierno.

- Bebe esto.

Kagome cogió la botella de zumo, la abrió con ansiedad contenida hasta entonces y se bebió media botella de un solo y prolongado trago. Mientras bebía, mojó la toalla con la botella de agua y le humedeció el rostro, el cuello, los hombros...

- ¡Necesito que alguien le quite el corsé! - exigió.

- Sí, por favor... - musitó Kagome.

- ¡De eso nada!

El imbécil, como él lo había apodado ya, se subió al set tras él con la cara roja por la rabia. Si le molestaba que lo desautorizaran, tendría que empezar a hacer bien su trabajo. Kagome estaba bajo su cuidado, no consentiría que la torturaran.

- Continuaremos inmediatamente. ¡No tolero...!

- ¡Cállate! - repitió - Yo soy su representante y digo que necesita un descanso.

- Te recuerdo que si la modelo no cumple...

- Si tú hicieras bien tu trabajo, la modelo habría cumplido hace al menos dos horas.

Entonces, estalló la guerra. Apartó a Kagome de los insultos y maldiciones de aquel pomposo "fotógrafo" y le pidió a una ayudante que conocía de tiempos pasados que le quitara el corsé. Después, encaró al otro fotógrafo con toda su artillería pesada. Si quería hablar de reconocimientos, le describiría cada uno de los suyos con pelos y señales. No permitiría que un novato, porque no era más que eso, sin experiencia ni conocimientos suficientes sobre fotografía mal tratara a las modelos sin obtener además resultados. Para cuando terminó con él, el otro se había quedado mudo. Al parecer, no lo había reconocido, y él era una maldita leyenda allí.

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