Capítulo:3 La elegida

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Kagome caminaba sobre los tacones de aguja de 12 centímetros con un ajustado vestido de tubo, la espalda erguida y una enciclopedia Larousse sobre la cabeza que tan siquiera tembló por el movimiento cuando llamaron por teléfono. La llamada era de Vogue. Durante los últimos cinco meses, había enviado algunas fotografías de Kagome para anuncios de bajo presupuesto de packs de vacaciones, para laca de uñas, para unos zapatos y para un anuncio de Levi's en el que solo se le veía de cintura para abajo, pero que había supuesto una gran subida de caché.

El duro trabajo había dado sus frutos. Tal y como predijo, la querían para la temporada de primavera. Kagome llevaría ropa de diseño de las firmas más exclusivas para la revista Vogue. Asimismo, Jean Paul Gaultier había pedido expresamente que ella fuera el rostro de ese año para la línea de perfume femenino de la marca. Kagome se pondría contentísima en cuanto le diera la noticia. Tantos meses de privaciones y sufrimiento habían servido para lograr sus objetivos. Lo único que faltaba era que ella le mostrara su encanto natural a la cámara de esa revista. Solo se necesitaba a sí misma.

Tenía que reconocer que Kagome lo había sorprendido en todos los sentidos. Era perezosa, sencilla, glotona y muy campechana. En una situación normal parecía una joven tremendamente tímida, pero debajo de esa fachada se escondía el carácter de un auténtico ogro si se pulsaban las teclas adecuadas. A pesar de todos esos rasgos propios de su carácter, había logrado seguir una dura rutina de entrenamiento, estudio y trabajo sin una sola queja. La fuerza de voluntad que demostró cuando la puso en la tesitura de enfrentarse a situaciones que odiaría, lo dejó anonadado. Tenía los ovarios bien puestos y sabía muy bien lo que quería.

Ojalá fuera eso lo único que lo impresionó. La cadena con la cruz que Kagome le regaló permanecía siempre en el bolsillo de su pantalón, recordándole la ciega confianza que ella había depositado en él, quemándole la piel y lanzando señales a su corazón que eran difíciles de ignorar. No se parecía en nada a Kikio; por eso, le sorprendió tanto que lo conquistara tan rápido. En el pasado, habría jurado que Kikio, la Kikio que lo engatusó, era su tipo; Kagome, por el contrario, era justo del tipo del que habría huido. La clase de mujer que habría deseado un anillo al dedo. Ahora bien, la idea del matrimonio ya no le resultaba tan horrorosa como cuando las mujeres hacían cola para acostarse con él.

Darle más vueltas, no arreglaría el dilema. Debía pensar con la cabeza bien fría. Kagome era su clienta, una aprendiz en el oficio del modelaje que estaba aprendiendo de un profesional. No estaba allí para que él se acostara con ella o para que se casara con ella o lo que fuera. Aquellos pensamientos eran impropios de un buen manager. Su deber era llevar a Kagome a lo más alto. Entonces, recuperaría su inversión y se despediría de ella aunque le horrorizase la idea de dejarla sola. Se la comerían viva allí...

Estudió la pantalla apagada del Iphone en silencio. Se moría de ganas por decírselo a Kagome, por ver la sonrisa de ella cuando lo supiera. Al mismo tiempo, le cosquilleaban los dedos por las ganas de ocultar esa información para que jamás se viera expuesta a un modo de vida mucho más sórdido de lo que ella imaginaba. Era demasiado inocente, demasiado ingenua, demasiado buena para dejarla sola allí. Pero no era decisión suya. Kagome era la única que podía decidir sobre su futuro. Por esa razón, se tragó todo su orgullo antes de regresar al salón, donde ella continuaba practicando.

Era tan bonita que todavía le quitaba el aliento. Tenía una belleza clásica poco común y muy valorada.

- ¿Qué tal lo estoy haciendo?

Maravillosamente. Caminaba como una reina y él sabía que le sangraron los pies para conseguirlo. Había limpiado y desinfectado las heridas de sus pies, había cubierto las ampollas, había manipulado el cuero y la piel de los zapatos, había masajeado su empeine, había vendado sus tobillos torcidos... Estuvo ahí a cada paso que ella dio para tomar nota de sus progresos y ponérselo aún más difícil hasta que ella lo logró.

Posa para mí Where stories live. Discover now