Capítulo 2.

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Gerard estaba viendo una película con Lindsey en el cine. La película era bastante aburrida, su vida era bastante aburrida de cierta forma. Para él, no bastaba tener lo que ya tenía, era codicioso, y su peor placer era hacer sufrir a las personas; pero con Lindsey era diferente. Gerard no tenía idea de por qué o cómo, pero estaba demasiado enamorado de ella, aunque dibujar, escribir y tener a Lindsey y Mikey de su lado no eran más que una luna llena incompleta. Quería más, pero no sabía de qué o de quién, le frustraba tanto tener esa pregunta... Desde los catorce años pensaba así, y cuando llegaron todas esas cosas buenas a su vida, por un momento, no pidió nada más. Después de un tiempo se acostumbró y decidió que todo eso no cambiaría, pensaba que Lindsey nunca lo dejaría, que Mikey lo apoyaría en cualquier momento... Quería un tipo de sufrimiento. ¿Qué debo hacer? Pensó y le dio un sorbo a su refresco.

Lindsey parecía estar entretenida con la película, aunque en verdad no era así. Vivía en una confusión demasiado horripilante. Gerard se comportaba raro desde hacía unos días, y ella no sabía qué hacer. ¿Debía contarle que iría a Londres durante medio año? ¿Lo tomaría mal? Meditaba mucho entre irse y no, en realidad, planeaba ir seis meses y, si Londres era lo que esperaba, se quedaría a vivir ahí. Había buenas oportunidades y su galería de arte iba a ser expuesta pronto. Gerard no le impediría cumplir sus sueños. Una persona no es para siempre, pero esto sí  pensó una vez más. Aún le quedaban dos semanas para decidirse. Aunque amaba demasiado a Gerard, su sueño estaba primero que todo.

Su relación se debilitaba con cada segundo, llevaban tres años juntos y Gerard creía que si al cuarto continuaban así le pediría matrimonio. Desgraciadamente, Gerard no era bueno con las relaciones a larga distancia, si Lindsey se iba, no la perdonaría. Era un maldito resentido, celoso y posesivo.

***

Frank se sentía un poco mejor después de haber confesado su secreto. Aunque eso no eliminaba el sentimiento de frustración que el mismo le provocaba. Terminaron de hacer sus compras y regresaron al apartamento. Frank estaba cansado, entonces decidió ir a dormirse temprano. Se dirigió a su habitación y concilió el sueño rápidamente.

Mikey aún no podía digerir lo que Frank le había confesado. En realidad, no era gran cosa, pero le afectaba de una manera enorme. ¿Por qué? No tenía ni la menor idea. Quizá era porque estaba celoso de su hermano mayor, o era preocupación por lo que sentía Frank en esos momentos. Mikey lo entendía perfectamente, así como para Frank: Gerard era un sueño lejano, para Mikey, Frank tomaba el lugar de Gerard. Su atracción hacia él había surgido desde la preparatoria, Frank, el chico nuevo, un joven raro con un piercing en el labio. Un tierno y pequeño punk, con la mochila colgando de ambos hombros, sus ojos siempre perdidos, y su guitarra. Su primera impresión de él fue: Bah, seguro trae esa guitarra para impresionar a las chicaspero estaba demasiado equivocado. Frank era tímido y no podía hablar con las chicas, aunque una gran cantidad de ellas lo codiciaba. No fue hasta un mes después de conocerlo que se dio cuenta de su pequeña atracción, entonces, se armó de valor para hablarle. Inició con una conversación sencilla, y, después de almorzar juntos por una semana, se hicieron amigos. Antes de que Frank llegara al colegio, Mikey era el raro de la clase, pero había llegado para ser su amigo; y Mikey estaba seguro de eso. De eso y de que quería que estuvieran juntos siempre, no importaba de qué manera, sólo quería estar con él. En realidad, su amistad era demasiado buena, y Mikey no quería arruinarla. Contrólate se decía a sí mismo. No quería deshacer nada, y bien sabía que si se le ocurría confesarle todo, Frank actuaría de una manera extraña. Porque Frank era así, y Mikey no iba a cambiar eso. Las emociones comenzaban a juntarse de nuevo, haciendo que Mikey tuviera un nudo en la garganta y unas tremendas ganas de autolesionarse. No  pensó de nuevo. Fue por un café a la cocina, y se sentó en la mesa de su pequeño comedor. Ingresó cuidadosamente a la habitación de Frank, con la intención de no despertarle. Quería un cigarrillo, y Frank era el único que tenía, Mikey había dejado de fumar un par de meses atrás, cuando su depresión parecía haber acabado. Ahora regresaba con fuerza.

Maldito seas, Gerard Way. || Frerard FanficWhere stories live. Discover now