Capítulo ochenta y siete

Comenzar desde el principio
                                    

Algunas cosas iban encajando de pronto en mi cabeza, satisfaciendo mi necesidad de conocer, de una vez por todas, la maldita verdad.

Jon, mi compañero, a quien no siempre había tratado como tal, era Narcisse Laboureche y yo jamás me había dado cuenta de que aquello pudiera ocurrir.

—¿Y por qué eres tú mi jefe, Narciso? —pregunté, apoyándome en la mesa, esperando a que continuara hablando.

—Siempre he sabido que yo jamás iba a tener esto —dijo, observando el techo de su despacho antes de devolver su mirada a mí—. De hecho, nunca tuve planes de dirigir la empresa porque era obvio que él iba a heredarla y yo, como mucho, podría ejercer como jefe de alguno de los departamentos. Sin embargo, los planes de mi padre eran distintos. Llevaba años tapando lo que había ocurrido con Raquelle e intentando que mi presencia por la ciudad pasara desapercibida para la prensa pese a mi constante interés por hacerme notar, algo que jamás había hecho a la sombra del primogénito, así que, cuando Jon dijo que quería estudiar diseño de moda y nuestro abuelo murió, dejando de nuevo a nuestro bisabuelo al mando, a mi padre se le ocurrió que debía de ser yo el que ocupara el puesto de mi hermano durante un tiempo, para enmendar mis errores del pasado y demostrar a César que podía responsabilizarme de algo en mi vida.

Parpadeé, esperando a que continuara con la conversación, pero él tan solo se sentó en el sillón, escondiendo su cabeza entre sus manos, como si esperara a que reaccionara de alguna forma.

—¿Y por qué fingir que Jon, o Narcisse, o como quiera que sea que se llame, era un diseñador como yo y hacer una maldita prueba para que entrara a formar parte de los Selectos?

Volvió a suspirar, mirándome de nuevo.

—Mi hermano iba a heredar la empresa de un momento a otro, cuando mi padre decidiera que yo ya no debía de ejercer más como líder y que era su turno de dirigirla, pero, mientrastanto, creímos que era una buena idea que él se infiltrara de alguna forma en la empresa para conocerla mejor, para poder formar parte de ella en el anonimato, algo que él siempre había querido, así que, para que fuera más creíble, convocamos una prueba de Selectos que debía de ganar él en la que acabaste apareciendo tú con tus ideas de destruir lo que llevábamos meses planeando. Él debía de ser el sexto Selecto, el irreconocible Jonhyuck y yo hacerme pasar por Narcisse Laboureche.

Era todo tan surrealista, pero a la vez tenía cierto sentido... Narciso siempre había parecido proteger a Jon frente a todos, le había defendido cuando le acusé de hacer trampas y le había confiado cosas, que probablemente el coreano ya sabía, que jamás iba a ser capaz de contarme a mí. Eran hermanos y yo ni siquiera lo había sospechado.

—Y habéis tenido que esperar para acusarme de chivata para descubrir que ni tú eres mi jefe ni él es mi compañero —solté.

Sus ojos me atravesaron con intensidad.

—Es que tú no tenías que enterarte. No debías de trabajar aquí porque no era tu destino y jamás deberías de habernos conocido ni a Narcisse ni a mí, así que yo no tenía por qué contarte absolutamente nada —dijo con fiereza.

—¿Perdona? —balbuceé—. Te recuerdo que fuiste tú el que estuvo buscándome durante un tiempo, el que me dijo que me quería y el que decidió contarme tus problemas en los momentos que tú mismo quisiste. No te he forzado a contarme nada de lo que me has dicho y no tienes derecho a hablarme así, Narciso.

Se levantó, golpeando la mesa a la vez que lo hacía, intentando demostrar autoridad.

Su respiración agitada mostraba su furia, así como sus nudillos, blancos por la presión que ejercían sus puños, me revelaban que estaba intentando contenerse, a pesar de que ya había demostrado en varias ocasiones que aquel no era su fuerte.

Querido jefe NarcisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora