Capítulo ochenta y seis

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Su insistencia me estaba alterando ligeramente. ¿Qué se suponía que debía de haber contado y a quién?

Él rodeó mi mesa para colocarse frente a mí como respuesta a mi silencio y se acercó peligrosamente a mi rostro, analizando mis expresiones  con el ceño fruncido.

—Sé que lo oíste —murmuró, no sin antes asegurarse de que nadie nos estaba prestando atención.

Me levanté del taburete y lo puse entre nosotros para marcar cierta distancia. Lo último que necesitaba en aquel instante de tranquilidad era que el único que parecía misteriosamente normal se volviera tan loco de remate como lo había hecho mi jefe.

¿Qué era lo que se suponía que debía de haber oído?

—No sé de qué me hablas.

—Sí, sí que lo sabes, Agathe, deja de fingir que no te enteras de nada porque esto es algo sumamente importante y no deberías de ser tú la que lo aireara por ahí.

Se apoyó, esta vez, en el taburete en el que había estado sentada y yo di un paso atrás.

Su intensa mirada intentaba sonsacarme información, añadiendo misterio a sus palabras, mientras que sus labios, fruncidos por la tensión de su marcada mandíbula, no parecían dispuestos a darme mucha más información.

Desde luego, me había rodeado de completos paranoicos.

Pero, entonces, me fijé en que no estábamos solos en aquella sala. No era la presencia de los Selectos la que me preocupaba, porque ellos parecían felices con sus conversaciones, sino más bien aquella figura apoyada en la puerta de entrada al taller, observándonos con atención, esperando a que yo reaccionara de alguna forma ante las palabras de Jon, que estaban empezando a asustarme.

Y, entonces, comprendí de lo que iba aquel improvisado interrogatorio. Jon conocía el secreto de Narciso y no parecía dispuesto a dejarme marchar hasta que lo confesara.

—Oh —se escapó de entre mis labios, devolviendo la mirada al Selecto, que cada vez parecía más preocupado.

Levantó las cejas, esperando a que dijera algo, impaciente.

—Oh, ¿qué?

—Nadie sabe por mí lo de Narciso —aseguré, aunque algo en mí decía que aquello no estaba bien.

—¿Estás segura? Porque esta mañana la Modern Couture ha sacado su revista especial mensual y, claramente, en la portada aparecen una imagen de la pelea tu jefe y el idiota de Guste Dumont bajo el título "Narciso es la flor más venenosa del desfile". ¿Qué has aireado, Agathe?

Me sentí ofendida por su acusación. ¿Qué beneficio tendría yo al contar el tan temido secreto de Narcisse? Como mínimo, podrían echarme de la empresa, por no decir una gigantesca denuncia por compartir secretos de empresa, si es que él lo decidía así, en la cual yo tenía las de perder, conociendo también la historia de Raquelle.

—¿Se puede saber por quién me tomas, idiota? —rugí, provocando que los Selectos se dieran la vuelta hacia mí, evidentemente descolocados por mi repentino grito.

A Jon se le veía cada vez más enfadada y, por eso mismo, me agarró de la muñeca y me arrastró con él hacia donde se encontraba Narciso, quien pilló la indirecta y salió del taller con la misma rapidez, manteniendo su serio y sereno gesto, como si nada allí hubiera ocurrido.

Me quise resistir, pero sabía que ya era imposible cuando accedí a dar el primer paso, más que nada porque estaba casi tan intrigada como Jonhyuck para saber por qué se me acusaba de algo así.

Una vez en el pasillo, Jon me soltó, aunque obligándome a mirarle de nuevo.

Narciso se colocó a su lado, mostrando los tal vez dos o tres centímetros que le separaban en altura, aunque a los años luz a los que estaban en cuestión de tranquilidad.

Querido jefe NarcisoWhere stories live. Discover now