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El desayuno estaba frío para cuando Nagito comió. Todo se le deslizó por la garganta sin sabor, pero terminó todo e incluso tuvo tiempo de limpiarse antes de que Hinata regresara. Tenía un teléfono en sus manos mientras enviaba mensajes de texto furiosamente, suspirando de vez en cuando.

—Lo siento, Nagito —se quejó—: Me tomo unos días de descanso y las cosas van lentamente en espiral hacia abajo como de costumbre.

¿Trabajo? ¿Este invento de Hinata creado para su infierno personal era funcional de forma laboral?

—Está bien. —Nagito murmuró, esperando que Hinata no le mirara demasiado a la cara. Nagito no estaba seguro de lo evidente que era que estuvo sollozando, pero esperaba que no fuera obvio.

—De todas formas, prepárate. Me han dicho que abren a las 10:30 y quiero aprovechar nuestro tiempo libre. —Hinata dijo.

¿Tiempo libre? ¿Iban a algún sitio? Nagito no iba a preguntar:

—Vale. Me prepararé.

No quería ducharse, pero su cara se sentía seca y asquerosa. Al menos podía lavarse un poco. Al entrar en el baño, se lavó la cara y finalmente se miró en el espejo. También se veía un poco más mayor, como Hinata. Lo que significaba que Nagito no tenía ni idea del porqué y no poseía la energía para pensar demasiado en ello.

Inclinándose hacia adelante, examinó su rostro. Sus ojos estaban un poco rojos y su piel un poco hinchada. A este ritmo, Hinata preguntaría si algo iba mal y no imaginaba qué resultado iba a surgir. Nagito no sabía cómo funcionaba el escenario en el que aterrizó, pero podía fingir un poco, podía envolverse en la mentira que se le presentaba durante un tiempo. Con la esperanza de que después de la invención, Hinata lo matara. Sí... tenía que ser eso. Esto tenía que ser parte de su prueba de la vida después de la muerte. Respiró profundamente, salió del baño y comenzó a buscar ropa. Al abrir el armario, sacó lo primero que le llamó la atención, la ropa entumecida.

— ¿Finalmente usando esa camisa?— Maldición. ¿Cuánto tiempo llevaba Hinata mirando?

Nagito se dio la vuelta y dio su mejor sonrisa. Pretendiendo, actuando, fingiendo.

— ¿Qué? —Bien, su voz sonaba excelente—. ¿No crees que me queda bien?

Hinata se rió.

—Sí, te queda bien, pero fuiste tan firme en cuanto a que esa camisa te hace ver demasiado pálido. Pensé que nunca te vería usarla.

Nagito miró hacia abajo. La camisa era gris oscuro con sutiles rayas de color azul marino. Los verdaderos colores oscuros sólo le recordaban lo pálido de su piel y su pelo, pero no recordaba que le disgustaran las tonalidades oscuras. Aún así, si eso es lo que pensaba Hinata...

—Puedo cambiar. —Nagito ofreció. Todo esto era parte de la prueba, ¿verdad?

—No, no, no hagas eso.

Hinata entró y de repente envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Nagito, inclinándose hacia delante para que su barbilla rozara el hombro de éste. Un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo y forzó el aire a través de sus pulmones. Hinata estaba cálido y ahora que se encontraba un poco más alerta, Nagito podía oler la canela y la nuez moscada que venía de Hinata.

—Me gusta cómo te ves en esto.

—E-Está bien. —Nagito tartamudeó un poco. Tener a Hinata tan cerca era difícil. De nuevo, todo es parte de una prueba. A este ritmo, fallaría—. Estoy listo para irnos. —Tenía que quitarse a Hinata de encima.

—Grandioso. —Hinata lo soltó. Nagito sintió que el aire llenaba sus pulmones más fácilmente—. Vamos.

Nagito no estaba seguro de lo que esperaba cuando Hinata abrió la puerta, pero ciertamente no era una calle normal con casas y coches por todas partes. El sol brillaba con fuerza y el cielo era azul. ¿Se suponía que el infierno se vería tan alegre? ¿Quizás el simple hecho de estar atrapado con Hinata ya se consideraba un infierno? Nagito esperaba que así fuera. No había mucho que pudiera soportar. Caminando afuera, se giró hacia Hinata, esperando que le siguiera. En lugar de eso, Hinata estaba junto a un coche, mirándolo con una gran sonrisa.

Your Kindness Is A Lie 「KomaHina」Où les histoires vivent. Découvrez maintenant