I. Capítulo uno

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Unas semanas atrás...

—Maldita sea Amanda —lloriqueó Amelia a través del móvil —será una noche fantástica, que te lo digo yo. Flipas. Cada miembro de todos los escuadrones de la ciudad irá.

Enredo mi dedo índice distraídamente en el cable que lo conecta a la corriente. Estaba convencida de que mentía pues cuando lo hacía le daba por hablar como una adolescente parlanchina y hormonal. La insistencia fue tal que me llevó a deducir que solo buscaba una chaperona para alguna cita informal con otro de los polis del lugar y hacérsela de cupido era la forma en la que menos me apetecía pasar un viernes por la noche.

—No soy una fanática de los karaoke Mel —me excuso con desgano —además transmitirán un maratón de UVE por las nueve que pinta monísimo. Puedes acompañarnos a Jesse y a mí si quieres.

—¡Qué va! Un plan de cuarentonas con tu perro viejo, eso sí que promete muchísimo.

Rio a través del auricular con suavidad, pero tengo la impresión de que el sonido resuena más como un sollozo ahogado.

—¡Solo tiene cuatro años!

—En años perro eso se traduce como siglos. Por poco tienen la misma edad, fíjate —su risa atolondrada retumba y me hace apartar el móvil del oído —de cualquier forma me pasaré por tu departamento cerca de las diez y pico, ¿te queda?

Masajeo mi entrecejo —no Mel, escucha.

—Más te vale tener tu culo ardiente a tiempo dulzura blanca.

Lo próximo que escucho es el tono suspendido. De manera natural dejo escapar un suspiro saturado de irritación que se disipa por la totalidad de la oficina.


—¿Malas noticias?

, quise responder con malhumor, una estampida llamada Amelia Westacott.

—Es solo Mel —contesté reparando en mi enfado —sigue con lo de la fiesta del departamento.

Él asiente, dubitativo sobre seguir con el hilo de la conversación, pero luego de un rato responde:


Había escuchado el rumor, sobre el año pasado, de que ambos estaban saliendo. Algo alocado con sexo sin compromiso luego de la ruptura en el matrimonio de Nick, seguida de sus tiempos oscuros, como me molaba llamarlo para hacerlo enfadar, y su pinta de yonqui—gilipollas—Don Juan. Como era de esperarse dejaron de frecuentarse paulatinamente cuando Nick adoptó su hábito moral tras reflexionar sobre su comportamiento por aquel entonces y aunque intentó salir con ella de manera más formal, Mel dijo algo sobre


Decidí zanjar el tema de Amelia —ni que lo digas. ¿Tú irás?

—Es mi noche con Sarah. De cualquier forma puedo darles un aventón y asegurar el sitio.

No terminaba de entender la forma en que María, su antigua mujer, y él, acordaron las horas de visita de su hija, solo tenía la impresión de que Nick resultó desfavorecido. Interpreté que no tenía intención de apelar en un juicio por miedo a perderlo, fruto de sus antecedentes oficiales y por ende admitía ese mezquino convenio propuesto.

Rechacé la oferta. —Estaré bien.

—Puedo hacerlo, es decir —se agachó de hombros —no tendría inconveniente.

Papi Nick, pensé con ironía. El divorcio le sentó fatal. Luego de esos meses de eterna, y muy dramática, agonía, finalmente encontró su talento; inmiscuirse en la vida del otro. No lo decía como algo malo, en realidad era bastante lindo sin llegar a ser espeluznante. La cosa era que luego de sus conquistas de primera etapa se adentró en un limbo entre la castidad y rectitud francamente decepcionante. En mi opinión: un desperdicio, en la suya, un estilo de vida actual. ¡Pamplinas!

Ave LiberadaWhere stories live. Discover now