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—Deberías estar besando mis pies por no haber rasurado tus cejas junto con las de Mikasa.

—¡Cállate! Sabes que no las cortaste porque ellos te dan mie- —Erwin tapo la bocotá de Hanji con una de sus manos sin dejar de ver a Levi con severidad mientras que este también lo miraba fijamente.

O más bien miraba lo que tenía arriba de sus ojos.

—¿Cómo es que crecieron tan jodidamente pronto? Empiezo a creer que esas cosas tienen vida propia.

—No lo sé... solo volvieron al tercer día —comentó, retirando su mano de la boca de Hanji.

—Ahora dirá que esas cosas horribles que llama cejas son una divinidad y que tenemos que rendirle culto —ignoró la mirada fastidiada de Levi y siguió mascando su chicle de frambuesa.

—¿Podrías dejar de masticar esa mierda? —pidió sin amabilidad mientras la mirada y comparaba con una alpaca que masticaba su comida.

Hanji rodó los ojos y después se alzó de hombros. Igual su chicle ya no tenía sabor a nada.

—¡No problem! 

Lo escupió hacía un lado de las gradas... o eso intento. Su disparo fue demasiado lejos, lo suficiente para que su chicle cayera en la cabeza de un hombre que estaba sentado unas gradas abajo de ellos. En otra ocasión se habría alabado así misma por dicho tiro tan perfecto, pero en ese momento quería correr tanto como Erwin y Levi.

El chicle había caído en la cabeza de uno de los mayores del cuartel.

Erwin miró escandalizado la cabellera blancuzca de su mayor y llevo una de sus manos hacia su pecho mientras su boca se encontraba abierta por la sorpresa. Levi se mantuvo helado en su lugar mientras que sus ojos miraban espantados hacia el mayor y Hanji... ella se levantó de las gradas, se cayó y rodó por algunas antes de correr por su vida.

—Al menos no se dio cuenta —susurro Erwin mientras veía al mayor rascándose justo a unos centímetros donde había caído la plasta color rosado.

Levi suspiró y palmeo su cara con cansancio. Hanji... nunca dejaría de ser Hanji.

—Esa cuatro ojos solo hace tonterías.

—Si, si —Erwin rasco una de sus cejas y después lo miro de reojo —. Hablando de tonterías, ¿qué tal de las tuyas?

—¿De qué mierda hablas? —pregunto también mirándolo ladino.

—Ya sabes, quisiste echarte toda la culpa de lo que paso con mis cejas.

La espalda de Levi se tensó al escucharlo hablar sobre ese vergonzoso y desesperado acto para que Mikasa no tuviese que afrontar las consecuencias de su travesura. Obviamente Mikasa protesto delante del capitán y le dijo toda la verdad, ya que no quería que solo él fuese castigado.

Evitando matarnos | LeviMikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora