Capítulo setenta y ocho

Start from the beginning
                                    

—Yo quiero hablar sobre Narcisse —solté, para su sorpresa y la de su hermano, quien ya nos observaba con atención.

Vi a Bastien tragar saliva con dificultad antes de señalar su sofá de piel sintética, ofreciéndome un asiento que yo acepté gustosa. Había andado unos cinco kilómetros sin descanso alguno y sin mirar atrás, a una velocidad poco adecuada a mi mal estado físico y lo único que necesitaba en aquel momento y como algo primario era tomar asiento.

Bastien se sentó a mi lado, colocándose la toalla para evitar desprenderse de ella, consciente del peligro que aquello tenía en aquel instante. Fui yo la que tragó saliva entonces, sin poder evitar recorrer su escultural cuerpo con mi lasciva mirada, sin poder evitarlo. Por suerte, él no se dio cuenta, aunque Guste, quien carraspeó llamando mi atención, parecía haberlo presenciado todo.

—¿Qué quieres saber? —preguntó Bastien, manteniendo las distancias conmigo, aunque sin poder evitar que nuestras miradas se cruzaran al estar ambos tan cerca el uno del otro.

Me crucé de brazos, intentando contener el escalofrío que me provocaron aquellos intensos ojos azules, recordando por momentos que él era el hombre que había jugado conmigo, incluso antes de que mi jefe me vendiera por una foto en una revista de moda y cotilleos.

—Antes que nada, quiero oír lo que tengas que decirme —murmuré, provocando que se mordiera el labio inferior con nerviosismo, aunque para mí era una evidente provocación—. No te estoy pidiendo explicaciones porque no quiero que te veas obligado a dármelas, pero hace días que me persigues y quiero saber qué es lo que querías aclarar.

Él asintió con la cabeza con efusividad, demasiado convencido incluso para tratarse de aquello, provocando que algunas de las gotas de su mojado cabello acabaran mojándome a mí.

Era tan difícil observarle, tenerle tan cerca y saber que ya no podía confiar en él como lo habría hecho ciegamente semanas atrás, creyendo que todo lo que ocurría entre nosotros era puro y real. Dolía, pero lo hacía más el no saber sus razones.

—Hacía meses que sabía que estabas viviendo en aquel apartamento frente al mío. Te había visto dibujar muchas tardes bajo los últimos rayos de sol y también sabía que me espiabas algunas mañanas cuando despertaba junto con alguna de nuestras patrocinadoras, pero nunca te había dicho nada porque, bueno, yo no tenía intenciones de relacionarme con nadie por aquel momento más que para nuestro cometido —dijo, echándole una ojeada a su hermano, que escuchaba con atención—. Pero un día llegó una carta a mi buzón a nombre de una desconocida, con el sello de Laboureche en la parte superior y, al averiguar que eras tú, mi vecina, el destinatario de aquella carta, vi una oportunidad de volver a acercarme a Narcisse. Hacía unos dos años del accidente en el que murió Raquelle y, desde entonces, no había vuelto a hablar con él, a pesar de que yo sabía todo lo que había ocurrido y que ella iba a dejarle la tarde en que murió para volver conmigo. Estaba dolido y tan solo quería vengarme de él y estaba segura de que alguien como tú, tan frágil y optimista, iba a servirme para mi cometido. Parecías tan débil y manipulable...

Le escuché con detenimiento, intentando evitar llevarme por la rabia y pegarle un guantazo, porque quería escuchar toda la historia y no sería justo que aquellos dos adjetivos fueran los últimos que Bastien podía decir sobre mí.

—Eres un imbécil —solté, apretando los puños con rabia, aunque sin dejar llevarme por ella. Tenía que mantener la calma.

Él bajó la cabeza, asintiendo varias veces antes de esconder el rostro entre sus manos, avergonzado.

—Sabía que habían convocado unas pruebas de Selección en las que iban a participar hombres y mujeres de la élite de la moda y me sorprendió saber que tú estabas entre ellos, pero aquello tan solo acrecentó mis ganas de seguir acercándome a ti para conseguir llegar hasta Narciso en el futuro, pero luego ocurrió lo que ocurrió y el elegido fue... Bueno, Jonhyuck —continuó, como si yo no supiera ya aquella parte de la historia—. Entonces me lo tomé como algo personal y decidí ganarme tu favor para continuar con mi improvisado plan, por eso te conseguí el puesto de Selecta y por eso te acompañé a Laboureche aquel día, aunque no hubiera hecho falta.

Querido jefe NarcisoWhere stories live. Discover now