DÍA 13: Hay que ser valiente

Start from the beginning
                                    

– ¿Estaba Julia fuera también? O te estabas descojonando sola – pregunto después de unos minutos.

– No, estaba con ella. Aún no he llegado a ese punto de la cuarentena de volverme loca. Es que hemos empezado a jugar al qué prefieres y me estaba meando con algunas de las ocurrencias de Julia.

– ¿Al qué prefieres? Típico de Juls.

– Sí, le he dicho que no se vaya, que en cuanto acabara de ayudarte salía otra vez. ¿Vienes?

– Claro – digo contagiada por el buen humor de la rubia.

Seguimos recogiendo las cosas que he comprado y en nada de tiempo salimos las dos a la terraza.

– Veo que traes refuerzos. Hola Natinat – me saluda nuestra vecina.

– Hay que repartirse tu intensidad Julita, que a veces te pasas.

– Anda exagerada, si nos lo estábamos pasando genial.

– Venga va, vamos a seguir – dice Alba sentándose en una de las sillas y yo acerco la otra para ponerme a su lado.

Entre el sol que hace hoy, las risas y la buena compañía, se me pasa el tiempo volando, y antes de que me quiera dar cuenta es la hora del aperitivo.

– Oye, me está apeteciendo una cervecita antes de comer, ¿te traigo una? – pregunto a Alba a la que me levanto.

– Ay sí, porfa.

– Oye, que caiga otra por aquí – pide Julia.

– Sí claro, las cervezas no se tiran entre terrazas, que no estamos para desperdiciarlas.

La oigo protestar de broma mientras entro a la cocina a coger un par de latas y vuelvo a sentarme. Le paso la suya a Alba y esta me lo agradece inclinándose para darme un beso en la mejilla. Mientras abro mi lata veo como Julia nos mira con una sonrisilla tonta. No le tendría que haber contado nada joder. Mira cómo se pone por un beso de nada que ni tiene importancia.

– ¿A quién le toca? – pregunto.

– A mí, a mí – dice rápidamente la gaditana. – Esta va para Alba. Qué prefieres: estar sola en una isla desierta solo con Natalia o solo conmigo.

– Pfff, vaya mierda de opciones las dos – bromea la rubia. – Voy a decir Natalia, que esto de la cuarentena es casi como una isla desierta y tampoco nos apañamos tan mal.

– Tomaaaa, si es que he traído cervezas, contra eso no hay nada que hacer – busco picar a Julia, girándome a brindar la lata con Alba.

– Qué ofensa, esto no te lo perdono – se queja a pesar de que, conociéndola, está encantada con la respuesta.

– Me toca – dice ahora Alba. – Nat, qué prefieres: no volver a tocar la guitarra nunca más o no poder cantar nunca más.

– Esa no es tan difícil, no puedo no cantar. Elijo no poder tocar, ya contrataré a alguien que me siga por ahí con la guitarra a todas partes.

– A mí me faltan un par de clases, pero igual te sirvo – responde encogiéndose de hombros con una indiferencia que no me termino de creer por culpa de la sonrisa que intenta ocultar tras la cerveza.

– Está bien, el puesto es tuyo – sonrío también y me giro hacia la terraza de enfrente antes de que Julia comente algo inapropiado. – Vale a ver, Julia: no enterarte nunca más de un cotilleo o enterarte de todos pero no poder comentarlos con nadie.

– Qué cruel Natalia, con lo divertido que es cotillear de la gente con amigas. Uff, voy a decir lo segundo aún así. ¿Te imaginas no enterarme de nada nunca más? Me da algo – responde mientras exagera con gestos con las manos. – Natalia.

CuarentenaWhere stories live. Discover now