Los guió hacia donde se hallaban los otros thestrals y, uno a uno, los fue ayudando a montar. Los cinco parecían muy nerviosos mientras Luna les enredaba una mano en la crin del animal y les decía que se sujetaran con fuerza; luego Luna volvió a montar en su corcel.

—Esto es una locura.— murmuró Ron palpando con la mano que tenía libre el cuello de su caballo.— Es una locura... Si al menos pudiera verlo...

—¡Me parece toda una aventura! ¿Verdad Harper?—Harper la ignoro a Flavia.

—Yo en tu lugar no me quejaría de que siga siendo invisible.—dijo Harry siniestramente.— ¿Estáis preparados?— Todos asintieron, y Harry vio cinco pares de rodillas apretándose bajo las túnicas.— A ver... —Miró la parte de atrás de la reluciente y negra cabeza de su thestral y tragó saliva.— Bueno, entonces... Ministerio de Magia, entrada para visitas, Londres.— indicó, vacilante.— No sé si... sabrás...

Al principio el thestral de Harper no se movió, pero poco después desplegó las alas con un contundente movimiento que casi derribó al chico; el caballo se agachó un poco e inmediatamente salió disparado hacia arriba; subía tan deprisa y de forma tan vertical que Harper tuvo que sujetarse con brazos y piernas a su cuerpo para no resbalar hacia atrás por la huesuda grupa. Cerró los ojos y pegó la cara a la sedosa crin del thestral, y ambos subieron volando entre las ramas más altas de los árboles y se elevaron hacia una puesta de sol de color rojo sangre.

Harper no recordaba haber volado jamás a tanta velocidad; el animal pasó como una centella por encima del castillo, batiendo apenas las grandes alas; el fresco viento azotaba el rostro de Harper que, con los ojos entrecerrados, miró hacia atrás y vio a sus cinco compañeros volando tras él. Todos iban pegados cuanto podían al cuello de sus monturas para protegerse de la estela que dejaba el thestral de Harry, el que iba delante de todos.

Dejaron atrás los terrenos de Hogwarts y sobrevolaron Hogsmeade; Harper veía montañas y valles a sus pies. Como estaba oscureciendo, distinguió también pequeños grupos de luces de otros pueblos, y luego una sinuosa carretera que discurría entre colinas y por la que circulaba un solo coche...

—¡Qué cosa tan rara! —oyó que Flavia decía tras él, y trató de imaginar lo que debía de sentirse al volar a semejante altura y a tal velocidad en un medio de transporte invisible.

Se puso el sol, y el cielo, salpicado de diminutas estrellas plateadas, se tiñó de color morado; al poco rato las luces de las ciudades de muggles eran lo único que les daba una idea de lo lejos que estaban del suelo y de lo rápido que se desplazaban. Harper rodeaba fuertemente el cuello de su thestral con ambos brazos. Le habría gustado ir aún más deprisa.

Siguieron volando por un cielo cada vez más oscuro; Harper notaba la cara fría y rígida y tenía las piernas entumecidas de tanto apretarlas contra las ijadas del thestral, pero no se atrevía a cambiar de postura por si resbalaba... El ruido del viento en los oídos lo ensordecía, y el frío aire nocturno le secaba y le helaba la boca. Ya no sabía qué distancia habían recorrido, pero tenía toda su fe puesta en el animal que lo llevaba, que seguía surcando el cielo con decisión, sin apenas mover las alas.

Harper notó una sacudida en el estómago; de pronto la cabeza del thestral apuntó hacia abajo y Harper resbaló unos centímetros hacia delante por el cuello del animal. Al fin habían empezado a descender. Entonces le pareció oír un chillido a sus espaldas y se arriesgó a girar la cabeza, pero no vio caer a nadie... Supuso que el cambio de dirección había cogido desprevenidos a los demás, igual que a ella.

En esos momentos, unas brillantes luces de color naranja se hacían cada vez más grandes y más redondas por todas partes; veían los tejados de los edificios, las hileras de faros que parecían ojos de insectos luminosos, y los rectángulos de luz amarilla que proyectaban las ventanas. De repente Harper tuvo la impresión de que se precipitaban hacia el suelo; se agarró al thestral con todas sus fuerzas y se preparó para recibir un fuerte impacto, pero el caballo se posó en el suelo suavemente, como una sombra, y Harper se apeó del lomo. Miró alrededor y vio la calle con el contenedor rebosante y la cabina telefónica destrozada, ambos descoloridos, bajo el resplandor anaranjado de las farolas.

WITCH SWAN| H.p y Crepusculo.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora