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Levantó la mirada mientras el ruido metálico de los pasos resonaba contra sus oídos, sus recuerdos viajando a cuando ingresó minutos antes por las puertas sumamente abiertas que daban la bienvenida a sus futuras víctimas. Los muros eran demasiado altos, apenas podías ver la luz del sol a través de ellos, justo como la última vez que había entrado.

Recordaba vagamente que tiempo máximo era de dos meses por jugador, y sin embargo él se había proclamado campeón a las tres semanas de entrar, siendo tan solo un chiquillo de clase media.
En el juego no había una fecha específica para inscribirse, eso lo sabía bien pues en sus memorias el contador de cinco meses junto a uno de los muros le recordaba lo tardía que había sido su entrada en aquella arena, aún si la mayoría prefería entrar cuanto antes, debido a la estúpida creencia de que "mientras más temprano entres a los juegos, más posibilidades tendrás de bajar los zafiros."

- Qué estupidez...- murmuró para sí mismo ante las esperanzas ciegas de los pueblos en la clase media baja, los consejos que resultaban mortales una vez dentro del campo, las drogas para mejorar la visión incluso para poder apreciar el mapa por debajo de la venda. Tantos rumores falsos se habían exparcido a lo largo de los años, que lo único bueno que se atribuía a sí mismo, era el no haber creído en ninguno. Solo los jugadores sabían cómo manejarse dentro, y lo aprendían a la fuerza, como todo en el reino. De vez en cuando se preguntaba por qué aquella piedra azulada era la que debía buscarse entre los lugares más extraños de aquel sintético mapa, aquella falsa ciudad y aquellos envenenados bosques. No recordaba lo que esta representaba en la lengua antigua, y tampoco estaba lo suficientemente interesado para ponerse a buscar en los libros, no le era una información tan relevante, si era sincero.

Maldijo hacia sus adentros por tener que encontrarse nuevamente en los espacios de lobby a las afueras del campo, detestando su vida y a la gente que se había tomado en ella para acabar como acabó. Las apuestas de los barrios escarlata se le habían ido de las manos, y su miserable familia aprovechó uno de los tantos días en los que aquellos llamados "decapitadores" le buscaban por los callejones para huir con lo que restaba de sus ganancias, dejándole sin nada.

Felix estaba solo, lo sabía, y tampoco es como si tuviera otra opción para ganar dinero fácil. Debía entrar una vez más a ese despreciable juego, para el entretenimiento de los de arriba, y la supervivencia de los de abajo.
Se sentía confiado, no podía mentir, sabía que era bueno en encontrar cosas, así como también robándolas. No tenía miedo de matar si era por su objetivo final, el permanecer en la clase media con una vida medianamente interesante; nunca se permitiría volver a la clase baja, ese pozo era uno demasiado profundo para caer nuevamente, estaba convencido de que la próxima le sería imposible escapar.

Soltó un suspiro resignado a lo que vendría dentro de poco, y ya en su cabeza aparecían los posibles encuentros con personas mucho más fuertes que él, después de todo un joven de diecinueve años era objetivo fácil, nada de otro mundo para quienes venían de lo más bajo, y trabajaban forjando las armas y estandartes del reino. Era hora de moverse, era hora de empezar.

Inhaló el aire de lo que catalogaban "afuera" por última vez, y cruzó aquella gran barrera de luz, entrando en lo que a partir de ahora conocería como territorio enemigo.

Admiró el panorama; lo habían dejado en los llanos pegados a la entrada de los muros, una cortesía de la casa si se ponía a pensarlo, debido a que muchísimos de los competidores llegaban a ser transportados a dos metros del cielo para caer en picada, sobreviviendo si es que eran lo suficientemente inteligentes, tal vez con algún que otro hueso roto.

Tragó en seco recordando el mapa en su mente, intentando ubicarse mientras encendía la pequeña esfera que le habían entregado en la recepción, notando como esta vibraba y comenzaba a flotar a su alrededor. La cámara que sería su única acompañante de ahora en más, así como su peor aliada. La miró por unos instantes y luego se dejó percibir el sol como lo conocía por última vez antes de un buen periodo de tiempo, despidiéndose silenciosamente de aquella esfera de luz, sintiendose un completo idiota por mostrarse compasión a sí mismo, cuando sabía perfectamente que no la merecía.

– ¡Gente de Isarog! ¡Bienvenidos nuevamente a la transmisión de los juegos a oscuras!- la voz de un desagradable comentarista se oyó por el parlante de la pequeña esfera voladora, alertandole al instante, y rodando los ojos por debajo de la tela, mientras tanteaba el rocoso y duro terreno bajo sus pies.– ¡Llevamos dos semanas desde el inicio de este exhuberante evento! Muchos de ustedes ya tienen a sus favoritos, y debemos admitir que hay una gran cantidad de novatos prometedores para llevarse la riqueza. ¡Sin embargo!– el hombre hizo una pequeña pausa mientras la música monótona del himno nacional frenaba de golpe, en un absurdo intento de crear tensión. Felix poco a poco comenzaba a recordar por qué nunca había querido ascender a la clase alta, le daban pena, y algo de asco.– Me han informado hace tan solo unos momentos que uno de nuestros campeones más aclamados ha vuelto por una segunda ronda... ¡Cámara, enfoca a Lee Felix!– pudo escuchar los sensores de la pequeña maquinaria activarse frente a sí, sonriendo ladinamente una vez comenzó a oír los gritos y ovaciones por el parlante robótico; la gente siempre le había querido.

Se arremangó uno de sus brazos con cuidado, levantando este hacia el cielo con la mano en forma de puño, mostrando frente a los espectadores aquel tatuaje que te había hecho luego de decidir que volvería a la arena. En su muñeca, un pequeño zorro azul durmiente se posaba justo sobre sus venas, siendo este el estandarte de la nación, admirado por los niños, y temido por los hombres.

– ¡Esa sí que es una forma de mostrar lealtad a los celestiales! Que por cierto han patrocinado nuevamente todos los mantenimientos de la extensa arena, añadiendo pequeños detalles para que el entretenimiento sea mayor. ¡Les deseamos a los nuevos ingresantes una prospera estadía y una indolora muerte!– luego de escuchar aquella clásica frase le dijo a la esfera que apagara sus estereos, quedando nuevamente con la soledad del viento, los gritos del lejano bosque, y una sensación en la boca del estómago que rápidamente decidoo ignorar. Él no podía estar nervioso, no se lo permitiría.

Comenzó a revisar si sus instintos seguían tan frescos como aquella primera vez, dando mínimos toques al suelo con la punta de sus botas para escuchar la tierra exparciéndose apenas bajo sus pies, sonriendo una vez más pues su audición era aquello que miles de veces le había salvado. Lo siguiente que chequeó fue el mapa cosido disimuladamente dentro del bolsillo de su buzo, verificando qué tenía cerca y aliviándose de recordar un pueblo en ruinas no muy lejos de allí.

– Bueno Felix... Veamos qué tan poco tiempo puedes tardar– habló retándose a si mismo, comenzando a caminar sin apuro aparente por el terreno pedregoso, escuchando como varios pájaros comenzaban a volar sobre su cabeza. Era una estrategia de los animales modificados así como también de quienes controlaban las transmisiones, el tener aves cerca lograba que si alguien usaba su tiempo limitado de vista en un terreno alto, entonces podía divisar tu ubicación. «Predecible» pensó para sus adentros, siguiendo con lo suyo y adentrandose cada vez más en la arena, sin ser consciente de que, aún sin hacer ruido alguno, alguien lo vigilaba no muy lejos de allí, con la capucha de un manto desgastado sobre la cabeza, y una venda negra sobre los ojos, observándole sin siquiera ver.



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⏰ Última actualización: Apr 26, 2021 ⏰

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