VI

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El malestar físico continuó en aumento. Cuando creía que el dolor no podía ser mayor, su cuerpo le demostraba que sí.

Comenzaron a administrarle sedantes, lo que hacía que durmiera la mayor parte del día.

Despertaba por pequeños intervalos, los suficientes para darse cuenta que continuaba en el hospital y que el dolor aún no se había ido. Luego, se esforzaba por cerrar los ojos y volver a dormir. No quería hacer otra cosa que esa. Si comenzaba a pensar, el dolor emocional se sumaba al físico y todo era un completo caos.

La máxima cantidad de minutos que estaba despierta, era cuando le realizaban los estudios diarios. Y era en ese momento, donde se permitía pensar en su familia y en sus amigos. Se preguntaba como estarían, si el virus habría llegado a ellos o si habían tenido más suerte y seguían combatiéndolo desde donde podían.

Un día se animó a preguntarle a Martín si había alguna forma de comunicarse con sus padres.

Usar su celular era algo que estaba totalmente prohibido. Desde la detección del virus, se supo que era muy difícil eliminarlo de las superficies, así que las pertenencias con las que llegaba el paciente eran descartadas de inmediato.

—Creo que podré acercarte una pantalla de comunicación uno de estos días.

Aún seguía esperando a que llegara ese día. Si debía morir allí, al menos quería poder ver y escuchar a sus padres una última vez... Y poder decirles todo lo que había quedado pendiente.

La mala noticia llegó antes de aquella oportunidad.

Oxiderón [Historia corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora