cincuenta y dos.

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Harry mientras corría a la casa de Ashley que quedaba a dos manzanas de la suya, se preguntaba qué demonios le diría a su pequeña Ash para convencerla de quedarse. Por su cabeza no le pasaba ninguna maravillosa idea que pudiera hacerla quedar. Todo indicaba que a ella le gustaba él pero no sabía si era tan fuerte como lo que él sentía por ella. Si podía el sentimiento de Ashley hacerla quedar junto a Harry.

En cuanto doblo la esquina de la calle de Ashley se detuvo solo un momento a tomar aire y darse valor para decirle algo coherente y razonable al amor de su vida. Si, Ashley era la chica que Harry amaba y ya tenía tiempo que quería confesárselo pero el miedo siempre lo dominaba al último momento.

Cuando fue por primera vez a la clínica de ella y la vio con aquel pijama azul lo único que le dieron ganas fue de besarla y jamás soltarla. El día que ella fue a casa de él con sus vaqueros negros —que por estar demasiado delgada no le lucían— y su camisón de “Thor”, aun así a él le pareció lo más encantador porque ninguna chica había ido a su casa de esa forma tan… ¿Cómo decirlo? Tan descuidada. Y no es que él tuviera a muchas chicas, sino que simplemente Ashley no era como las demás y eso era a leguas. Él quería gritarle al mundo lo que estaba callando desde hace mucho.

Camino decido y aunque sus manos sudaban y no dejaba de pasar su lengua por sus labios, él siguió su camino hasta tocar el timbre.

Uno… Dos… Tres… Respiró hondo cuando hoyó pasos de otro lado de la puerta seguido de un pequeño clic de la cerradura de la puerta.

— ¡Harry! —Zoella, la madre de Ashley abrió, como siempre, con una sonrisa la puerta.

—Vengo a ver a Ashley —suspiró.

— ¿Ashley? Acaba de salir… —hizo una mueca confusa—. Vino Liam por ella... Mencionó algo de una fiesta, dijo que te vería haya. ¡Hay, Harry! Me alegra que Ashley vuelva a relacionarse con sus amigos y más si tu estas con ella. Realmente confió en ti —sonrió orgullosa. Harry no podía decir nada así que se limitó a sonreírle y asentir—. Bueno, creo que vas un poco tarde para la fiesta —Zoella le dio un beso en la mejilla como toda madre a un hijo y a Harry lo hizo sentir culpable sin saber por qué.

Su respiración se detuvo y su cerebro comenzó a trabajar velozmente. Tenía dos opciones: 1) Ir a casa y rendirse o 2) Ir a robarle la novia a su mejor amigo.

La respuesta era obvia.

Ashley95 » Harry S. (#1)Where stories live. Discover now