Capítulo 45: Cuando el dolor explote

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El ojiazul abre por fin la puerta y al principio parece no reconocerme, pero sus ojos casi se le salen cuando se da cuenta de que soy.

Siendo arrastrada por el suelo alfombrado y en la penumbra sólo logro gritar su nombre tan fuerte como puedo.

Mi voz suena como el gruñido de un animal herido, pero lo hace reaccionar y corre hacia mí empujando a los guardias, pronuncia mi nombre hasta que los dos hombres que me llevan entienden de quién se trata y me sueltan tan abruptamente que caigo al suelo de espalda, mi cabeza choca contra el piso violentamente, pero no puedo detenerme ante eso, siento algo caliente bajar por mi cuello y mojar la capucha de mi sudadera, me levanto del suelo y tomo mano de Theo llevándolo a rastras por el pasillo hasta arriba.

−¿Qué pasa?−me frena bruscamente haciéndome girar y choco contra su pecho golpeando mi nariz.

Cuando más prisa se tiene es cuando peor salen las cosas.

−Max, va a ir a la casa de tu jefe a matarlo, tenemos que detenerlo−le digo tomando su mano de nuevo.

−¿Pero qué...?

−No tenemos tiempo, ya está en camino−lo corto llevándolo por el laberinto del club en completa oscuridad.

Mi espalda se siente cada vez más mojada y pegajosa, pero Max es mucho más importante ahora.

Theo frena en seco junto a la barra y se la salta sin ningún problema.

Pienso en que va a beber tranquilamente un trago para digerir la situación y burlarse en mi cara, pero recuerdo que; primero: él no bebe, me lo dijo la primera vez que estuvimos en el club con Bastian, y segundo: no es tan malo para reírse en mi cara de la posible (y muy probable muerte) de mi amigo.

Justo cuando estoy más impaciente vuelve a saltar la barra y corre hacia la puerta donde siguen los mismos guardias. Se hacen a un lado para dejarlo pasar pero me cierran el paso a mí.

Esto es malditamente frustrante.

−Ella viene conmigo−anuncia él volviendo a una distancia suficiente para ser escuchado, cuando ve que se hacen a un lado el par de gorilas vuelve a correr.

Supongo que por la falta de luz y de un vestuario llamativo he pasado desapercibida porque estoy segura de que si supieran mi nombre ya me hubieran encerrado en un calabozo por intentar escapar.

Salgo al estacionamiento pero no encuentro a Theo por ningún lado, pero entonces un auto frena justo a mi lado y Theo me abre la puerta desde su asiento. Yo entro y él arranca antes de que yo pueda cerrar la puerta.

La salida ya ha sido despejada y sólo queda la oscura y solitaria carretera donde espero que podamos encontrar a mi amigo. Theo pisa el acelerador a fondo y desde la ventana sólo veo sombras que quedan atrás rápidamente.

Nadie dice nada, el castaño permanece tenso y mirando al frente, mientras yo intento no pensar en el dolor en mis costillas y la parte de atrás de mi cabeza y me concentro en buscar algún rastro de Max.

Pasados unos diez minutos logro ver las luces traseras de la camioneta.

−Adelántalo tanto como puedas y ciérrale el paso−le digo a Theo quitándome el cinturón de seguridad.

−¿Estás loca?−pregunta él mirándome por un segundo y vuelve su mirada al frente.

−Que Dios se apiade de mí...−murmuro sabiendo que podría morir arrollada por el mismísimo Max−Sólo hazlo y cuando frenes sal tan rápido como puedas y apártate−le digo tomando posición para salir del auto.

Pasamos a Max y por un minuto completo seguimos adelante hasta que Theo derrapa y su auto queda atravesado en medio de la carretera.

Yo salgo del auto y me paro de frente a las luces que me ciegan por unos segundos mientras Theo corre hacia la derecha para cubrirse.

Siento que mi corazón se ha detenido por unos instantes mientras veo cómo las luces son cada vez más cercanas.

Espero el impacto, cierro los ojos y dejó mi mente en blanco.

Pero el choque nunca llega. Por el contrario, siento el rugido del motor y los neumáticos rechinando, una cálida y leve brisa me golpea el rostro.

−¿En qué carajos estabas pensando?−es la voz de Max, pero no puedo ver su rostro porque de inmediato me envuelve en sus brazos.

−No puedo perderte, nunca más, no me lo perdonaría−le digo devolviéndole el abrazo con fuerza.

−Yo no me habría perdonado hacerte daño una vez más−me dice en susurro.

−Quédate conmigo, por favor.

Él es el tipo de persona a la que puedes odiar sin conocerlo o al que puedes conocer y estar dispuesto a dar la vida por él.

Él se aparta de mí e intenta volver a su camioneta, pero tomo su mano y lo miro con súplica. Su rostro se ve intimidante con tan poca luz.

−Te prometo que estaré contigo cuando el dolor explote dentro de tu pecho, estaré para darte luz en esta noche oscura, y pelearé con los monstruos por ti, pero no hagas esto, por favor−le ruego al borde del llanto.

No podría soportar ver a Alec y decirle que su hermano ha muerto.

−Tú ganas...−suspira y me entrega las llaves de la camioneta.

Mi corazón ha vuelto a latir e intenta recuperar su ritmo normal y me siento aliviada de que no haya más muertes esta noche.

Pero de pronto me siento mareada, veo borroso y la voz de Max parece lejana.

Theo me toma desde atrás, sé que es él porque su voz es más tranquila que la de Max y su tacto es cálido y delicado.

Entonces me dejo ir.

Jardín de mariposas (Golden Souls #1)Where stories live. Discover now