11. LA CASA DEL ÁRBOL

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11. LA CASA DEL ÁRBOL

William

Abrí la puerta de Abbi como todo un caballero. Estaba loco por lo que casi pasa en su puta casa del árbol. Habíamos perdido el control como nunca antes. Me rocé los brazos sintiendo que estaba perdido en ella. Quería enterrarme en su interior, sentirla, darle placer, darme placer. Quería que fuera la primera. ¡Maldición! Realmente quería que fuera la primera.

¿Por qué siempre quería que fuera la primera en todo? Definitivamente tengo problemas con esta chica.

Había sido mi primer beso, aunque nadie lo supo nunca. Era un secreto de Estado entre nosotros. Uno que no tardaría en salir a la luz. Quizá algún día se lo contara a alguna de las chicas, con ellas, el chisme era obligatorio y en menos tiempo del esperado, todos sabrían que ella era la elegida desde antes que la nombraran mi agapi. Le tendí la mano a Abigail sintiendo cómo sus dedos me rodeaban. Era hermosa y con ese vestido corto turquesa, estaba más que linda.

Sus amigos iban pegando de gritos por toda la entrada, entusiasmados. Debía admitir que la chica —como sea que se llame— era agradable y su amigo —el gay— no era tampoco tan malo. Solo le tenía un poco de fobia. Años atrás un gay me metió mano hasta el fondo. Casi siento perder mi virginidad ante eso, fue horrible. Desde entonces prefiero guardar mi distancia.

—Esto es una pasada Abbi —gritó su amiga de excitación. En un principio pensé que no era una buena idea venir. No eran de la élite y la gente que no era de élite era de un rango inferior. Me sorprendía la manera en que Abbi los trataba como si fueran las mejores personas del mundo. Fue ahí donde me di cuenta de lo mucho que quería que vinieran con nosotros. Ella estaba feliz junto a ellos y verla feliz era mi mayor satisfacción.

—Espera a ver la fuente —dije señalando el centro del jardín rodeado por calentadores que hacían que el frío pareciera un viejo cuento.

—En América hay fuentes, chico, no necesito... ¡Guau! Olvídalo, esas mierdas no existen en América. ¿Es alcohol puro?

Observando la fuente antigua llena de un líquido amarillo. Le expliqué que era margarita. Esa fuente era especial para las bebidas. Le daba un toque diferente. Al gay le pareció más interesante la barra de comida. Esta vez sí que era una pasada. Normalmente, tenían tres mesas llenas de aperitivos. Hoy eran cuatro, con sushi, caviar, escargot, coctel de camarones, bolitas de queso, jamones... y un montón de mierdas que se me antojaron de inmediato. Realmente tenía hambre.

Abbi y Mary se fueron a traer las bebidas, no me gustó la idea de quedarme con el chico, pero no tenía mucha opción. Después de preguntar por cuarta vez su nombre decidí que era bueno entablar conversación. Agarrando otra de las bolitas de queso, le pregunté por la vida de Abbi en América.

—La chica es buena —dijo con una sonrisa en la cara—. No hablaba con nadie en un principio, solo con su hermana. Luego de un tiempo, todos la adorábamos. No era como la perra de Ash que nos veía como algo inferior, era dulce y cariñosa. Tiene corazón, uno que merece ser cuidado.

—Eso sonó como una advertencia —dije metiendo otra bolita. Estas cosas estaban deliciosas.

—Es exactamente lo que es. Ya la hicieron sufrir bastante de pequeños. A la pobre le tomó años volver a confiar que valía algo en la vida. Supongo que sabes a lo que me refiero, eras el único que hablaba con ella, ¿no es así?

Claro que era el único. Me tomó minutos asimilar su confesión. ¿Por qué los gais tenían que ser tan directos? Dándole una sonrisa asentí con la cabeza. No me sentía orgulloso de cómo la traté en un pasado, estaba seguro de que mucha de su desconfianza era por mi culpa. Siempre la hice sentir mal al verla sufrir, era un golpe en el maldito estómago.

TENÍAS QUE SER TÚWhere stories live. Discover now