11. LA CASA DEL ÁRBOL

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Era un enfermo por pensar que cuanto más la hicieran sufrir, entre peor la trataran los demás, más la hacía mía. Nadie más le diría cosas lindas como yo lo hacía, nadie más la haría sentir como yo. Al menos eso especulaba.

Nunca pensé que se iría a América, lejos de mí, donde mortales la ayudarían con sus problemas. Tampoco soñé nunca en que fuera mi agapi, la olvidé con el paso del tiempo. Sobre todo, cuando Ame apareció en mi vida. Recordé la conversación de ayer con Ames. Lloraba en el teléfono reclamando que me extrañaba. Reclamaba que no la había ido a buscar, ni llorado por ella. La verdad es que nunca había llorado por una mujer, no le veía el caso a hacerlo.

Soltando un suspiro viendo cómo Lui levantaba a Abbi por la cintura dándole vueltas. Mi pecho se contrajo ante el dolor de verla tan feliz con alguien más. Mordí mi labio para evitar correr a su lado y reclamarla como mía. No podía hacerle esto.

—No te gusta verla con otro, ¿verdad? —me giré para ver a Mauri hablando sin apartar la vista del show que montaban—. No sé por qué lo hace y no estoy de acuerdo con eso. No es como si... Bueno, no sé qué hace con él.

—La trata bien —dije sin apartar la vista.

—Y tú, ¿no piensas tratarla bien? ¡Mierda, chico! Se supone se casará contigo. ¿En qué diablos piensas?

Negué con la cabeza sabiendo que no quería que mi prometida estuviera colgada de mi mejor amigo. No podía siquiera pensarlo. El dolor era demasiado. Además, él la necesitaba y yo estaba dispuesto a darle un poco de tiempo. Lo merecía. Siempre estuvo cuando más lo necesité.

Vi cómo Abbi se acercaba con Mary y Lui. Los tres hablaban, reían como locos. Ya el maldito vacío se estaba formando en mi interior. Esto estaba volviéndose de lo peor. Vi cómo se presentaban con Lui y algo en todo no me cuadró en la cabeza. Lui les dio la mano con expresión de asco. Luego se giró a mi lado diciendo a mi oído.

—Esto no está bien, hermano, no puedo hacerlo.

—¿No puedes hacer qué? —sabía a lo que se refería. Pero quería que lo dijera en voz alta.

—No son como nosotros, son simples mortales. ¿Cómo has dejado que los traiga?

—Porque a diferencia de todos ustedes, yo los veo como mis iguales, ¿no crees que no me he dado cuenta de cómo nos miran todos?

Era verdad. Los ojos de todos los alpha y delta estaban en nosotros. Criticando a la alocada de Mary y al gay de Mauri. Yo había decidido dejar que hablaran lo que quisieran. Abbi estaba feliz y por primera vez no me importó lo que los idiotas pensaran.

—Lo siento Abbi, pero... —Lui intentaba explicarle que no quería ser criticado por sus amigos. Era un gran idiota, no podía siquiera hablar bien.

—Le da vergüenza —dije acercándome a Abbi para tomar su mano. No quería decepcionarla, solo tenía que saber la verdad.

—¿Qué, por qué? —sonaba preocupada.

—Te cagas en todo, Will. Mira, Abbi, no me molestan tus amigos, es solo que no es correcto traerlos aquí, todos van a hablar y sabes cómo es este...

—¿Me estás diciendo que no son bienvenidos?

Me quedé agradecido que Mauri y Mary estuvieran en la fuente emborrachándose, cantando y actuando de manera que no se ajustaban a la élite. Me gustó que fueran distintos, que fueran tan americanos. Imaginé cómo sería la vida al otro lado del charco. Ellos parecían más ajenos a lo que pasaba a su alrededor. Más relajados. Más... libres.

—Sí, eso es exactamente lo que te está diciendo —Blake se acercó a nosotros negando con la cabeza. Sabía lo que iba a venir y estaba dispuesto a frenar todo antes de que se desatara. Hoy no quería que fuera Lui el salvador, tampoco quería ser yo el que la cagara toda. Listo para atacar, esperé—. No son de nuestro nivel y creo que será mejor que se larguen de aquí.

TENÍAS QUE SER TÚWhere stories live. Discover now