Capítulo 3

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Hola de nuevo a todos! Me alegra saber que les va gustando la historia ^^ 

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La puerta del garaje conducía a un pasillo corto que daba a la cocina. Tenía las paredes de color almendra y una ventana frente al fregadero bastante grande. De no ser por la tormenta seguramente entraría bastante luz.

Escanor dejó las llaves en la barra y luego encendió el una de las lámparas.

– Iré por una toalla – dijo, y desapareció por la otra puerta que daba a la casa, dejando un rastro de agua a su paso.

Merlín dejó a Aldan en el respaldo de una silla, pues lo estaba mojando. El ave comenzó a sacudirse mientras esponjaba las plumas, luego se puso a acicalarse mientras se secaba.

Merlín se quedó plantada en medio de la cocina, haciendo un charco de agua en el suelo. Se dio cuenta que era enorme. La barra separaba la cocina en dos. De un lado estaba la estufa, el fregadero, el microondas, un refrigerador gigantesco, las alacenas e incluso unas puertas de madera que tenían toda la apariencia de ser un closet para almacenar comida. (¿Cuántas personas vivirían en su casa?) Del otro lado había una mesa cuadrada de aspecto rústico para cuatro personas y unas puertas corredizas de cristal que daba hacia un patio muy grande. Desde dentro Merlín podía ver una barra, un asador para churrascos y un horno de piedra.

Escanor apareció nuevamente en la cocina. Merlín se le quedó observando un momento; se había quitado el sweater mojado y los tenis dejando ver unos calcetines grises. Traía una toalla mojada colgando del cuello. Su cabello aún se miraba muy húmedo.

Se acercó a ella y le ofreció una toalla a Merlín.

– Gracias. – dijo. Era lo suficientemente grande como para envolverla entera, así que la extendió y se la echó encima. Estaba comenzando a darle frío.

– Ven, si quieres puedes secarte en el baño.

– Bien. – Merlín le ofreció su brazo a Aldan y se subió reticentemente, no queriendo mojarse otra vez.

Escanor recordó al ave y le dijo que le llevaría otra toalla para secarla en un momento, después la condujo por el pasillo por el que había venido. Merlín se sintió mal por mojar la alfombra, pero lo siguió de todos modos.

– Es aquí. En seguida te traigo... - se interrumpió al ver la puerta del baño entreabierta. Cerró los ojos como si estuviera contando y luego la abrió lo suficiente para asomar la cabeza.

– Ay, Rhitta... – lo escuchó suspirar. Después cerró la puerta sin dejarla ver dentro. – Ven, sígueme.

La condujo escaleras arriba, por otro pasillo y luego abrió una puerta de madera.

– Disculpa el desorden. – murmuró. Era su habitación.

Era grande, con las paredes verdes y realmente no estaba desordenada, a excepción del escritorio que tenía en un rincón. Estaba lleno de papeles y lo que Merlín pensó que eran notas y muchos cuadernos.

En medio de la cama tamaño matrimonial estaba durmiendo hecho bolita una gata naranja. Al escuchar la puerta abrirse levantó la vista y se estiró perezosamente. Maulló. Entonces miró a Merlín. Luego notó a Aldan.

Se quedó muy quieto y sus grandes ojos verdes vieron a las intrusas con las pupilas contraídas.

– Uh... - comenzó Merlín - ¿no va a hacerle nada, verdad? – preguntó mientras daba un paso atrás, alejando el brazo en el que aún cargaba al ave. Desvió la vista hacia Aldan y se cuenta de que también miraba a la gata con la cabeza ladeada para enfocarla mejor.

El sol en medio de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora