40. El Cebo para Mafiosos

3.1K 381 24
                                    

MARÍA

Todavía me duele todo pero echo de menos la comisaría. Es como mi segunda casa, todos allí somos como una piña. Además, Pipa ha dicho que se niega a responder preguntas de nadie que no sea de mí. No sé si es un estrategia para ganar tiempo o si se siente perdida por no conocer a nadie. En el hospital, he tenido mucho tiempo para pensar cuando no venía nadie a visitarme y aunque Unai se quedase todas las noches a mi lado, él se quedaba dormido antes que yo y ya sabéis lo que pasa por las noches... La cabeza da vueltas y vueltas sobre temas que tan siquiera quieres replantearte. A veces terminaba llorando. Otra me enfadada conmigo misma por ser una gilipollas y me ponía reglas mentales que sabía que no iba a cumplir y otras... Era más razonable y me decía que había cosas que por más que quisiera, no podía controlar.

Con una muleta para apoyar el peso y que no me desplome, entro en la comisaría. Todos me sonríen y me dan la bienvenida. Valentina, con su cara de madraza enamorada, me da un abrazo y me asegura que si quiero lo que sea, no dude en pedírselo.

–Maica te está esperando. –Dice Sergio mirándome de arriba a abajo. –No deberías estar aquí, todavía no han terminado de cicatrizar las heridas y...

–Que sí, que reposo absoluto y que blablaba. Los médicos sois muy pesados. No pienso quedarme en mi casa encerrada cuando gracias a mí, se pueda avanzar en este caso y terminar de una vez con él. Me estoy volviendo loca: no pido nada por Amazon por si el repartidor es uno de la banda, para ir a comprar, me pongo una peluca negra, me pinto las cejas y me pinto los labios por fuera para que nadie me reconozca y tan siquiera me acerco a la puerta cuando alguien llama. –Resoplo y cojo aire, intentando relajarme. –¿Entiendes que necesite hacer esto?

–Perdón, yo... Pensaba que era lo mejor para ti.

Le dedico una sonrisa amable. Pobre Sergio. Siempre mira por el bien de todos... Creo que cuando se muera, le harán Santo. Él me acompaña hasta la Sala de interrogatorios donde Pipa ya está esperándome. Al verla, me da pena. Está completamente desmejorada, con unas ojeras que le llegan casi hasta la barbilla, los labios llenos de heridas, posiblemente de mordérselos por miedo y su flequillo recto, con algunos pelos rebeldes hacia arriba.

Entro en la Sala y ella al verme, me sonríe con tristeza. Como puedo, me siento en una silla, cerca de ella.

–Hola, Pipa.

–Hola, María. Ya veo que los matones fueron a hacerte una visita.

–Mira que nunca he sido mucho de tatuajes, pero estos desde luego... Tienen su toque. –Ella se ríe un poco y se intenta colocar el flequillo. –Querías que te hiciese yo el interrogatorio y aquí estoy, así que... ¿Empezamos con alguna pregunta fácil?

–Me van a matar, María. –Dice agachando la cabeza.

–Nadie te va a matar.

–Sí, lo van a hacer. He traicionado a mi madre y lo primero que van a hacer, va a ser colarse en esta comisaría y pegarme un tiro cuando nadie mire.

–¿Cómo que se van a colar en esta comisaría? ¿Cuándo?

–No lo sé, María, si lo supiera no estaría tan asustada. –Ella rompe a llorar y se tapa la cara.

–¿Y si...? –Empiezo a idear un plan. –Tengo una idea y si me prometes que colaboras, yo te prometo que no pasarás por la cárcel; te meteremos en un programa de testigos protegidos.

–No me mientas, María. –Dice amenazándome con sus ojos verdes hinchados por las lágrimas.

–Romperé la Declaración y haremos como si no hubieras estado allí.

Tiene Derecho A Quitarme La RopaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora