1. ¡Alto El Carrito! ¡Está Detenida!

9.4K 533 23
                                    

Desolada y con una caja de pañuelos bajo el brazo, me tiro en el sofá para arroparme con la manta de terciopelo que todavía huele a ÉL. La casa está sumida en un silencio que en mi cabeza hace demasiado ruido; el ruido del recuerdo de que no va a volver, de que esta vez es diferente a todas las demás, de que no pondrá su música a todo volumen cuando se ducha mientras canta a pleno pulmón o que no volveré a escuchar el ruido que hace al bostezar cuando se levanta. Ya no va a estar. 

Nunca he sido capaz de entenderme pero siempre que un tema me duele, he decidido hacerme más daño poniendo canciones tristes o viendo películas que me recuerden a aquello que ya no tengo. Por eso, hoy no es diferente.

Cojo el mando de la televisión y empiezo a hacer zapping en busca de una película de amor ya comenzada o de una que esté a punto de hacerlo, me da igual porque en ese momento, me da igual todo. Tras un rato, consigo encontrar una cadena en la que emiten una telenovela de lo más cutre, tan siquiera sé su nombre aunque es mejor así, no necesito más telenovelas a las que engancharme.

En escena, aparece una mujer guapa con el pelo largo hasta la cintura y negro como el azabache, igual que el mío. Un tal Jose Antonio Ramiro Fernando del Rosal Bautista (o algo parecido) acaba de abandonarla por su hermana gemela y ella está tirada en el sofá, sollozando por su pérdida. La imagen que me da es de tremenda lástima y no porque me compadezca de ella, sino porque deja que un hombre la destroce solo por no quererla, ¡qué tontería! ¿No? Entonces, la pantalla se queda en negro reflejándome, tirada en el sofá, completamente ojerosa y llorando solo porque un hombre se ha marchado de mi vida.

¿Alguna vez habéis sentido lástima por vosotros mismos? ¿Por hacer algo de lo que no os sentís orgullosos? ¿Por dejaros utilizar? ¿Por querer que algo que sabéis que es malo, vuelva? ¿Por saber que no conseguiréis algo que de verdad queréis?  Porque, quiero decir que es una de las peores sensaciones que he tenido nunca; sentir pena de ti, de como te comportas, de lo que haces, de lo que eres... Nunca antes he sentido tanta pena por mí como la que estoy sintiendo ahora mismo lo que me rompe mucho más por dentro. 

Diréis... "Entonces, te levantas y luchas por quien quieres ser"

No. Siento decepcionaros tanto como me he decepcionado yo a mí porque, tras ver esa imagen tan triste que me hace sentir compasión cada vez que pienso en ella, me enrollo en la manta y me doy la vuelta para no mirarme y seguir llorando en mi soledad. 

Un día. Dos días. Tres días. Cuatro. Cinco.  Una semana. Todo ese tiempo pasa sin que mueva un pie y me decida a salir de mi casa y no es que esa decisión la tome por mí misma, sino porque no me queda ni un mísero aguacate caducado que comer. En el trabajo, el director de mi obra me ha llamado gritando como un loco por no haber ido a ningún ensayo esta semana pero... Siendo sincera, me importa todo un bledo; solo quiero que Raúl vuelva a mi vida porque durante estos días de sofá, llantos y manta,  solo puedo pensar en una cosa: en él, en su sonrisa, en sus besos, en sus 'te quiero' en susurros y en que quiero que vuelva conmigo, pero no ha llamado ni una sola vez, aunque para ser sincera, yo tampoco; el orgullo me pesa más que el dolor. 

Ojerosa y maloliente, me hago un moño y sin pensar en el qué dirán, salgo a la calle.

Si tuviera que compararme con alguien en ese momento, os puedo asegurar que sería la loca de los gatos. Tengo un aspecto horrible pero me da igual, solo quiero comprar comida basura y volver al sofá en el que ya, de tanta basura acumulada, se están creando poblaciones que pronto evolucionarán e invadirán mi casa.

Con el carrito del supermercado y cogiendo toda la comida basura que me encuentro por mi camino, voy ignorando las caras de las personas que no dejan de centrarse en mí.

De pronto, mi carrito se choca contra el de una chica que me mira intentando recordar de qué le suena mi cara, en cambio, yo sé perfectamente quien es.

–¡¿Qué ven mis ojos?! Pero si es Lola Montoya... Completamente demacrada, ¿por qué parece que vives encerrada en tu casa?

–Porque es lo que hago.

Ella me mira con sus enormes ojos azules y pestañea un par de veces, incrédula. 

–¿Qué? ¿Tú? ¿Vivir encerrada? 

–La gente cambia, María.

Su gesto se vuelve serio y antes de que me marche sin decirla nada, me coge del brazo para pararme. 

–La gente cambia, es cierto, pero no me puedo creer que estés con esas pintas solo porque "hayas cambiado".

–¿Y a ti qué te importa? Llevammos años sin hablar. –Respondo mirándola con odio, esperando que me suelte. Muevo el brazo para que quite su mano de alrededor de mi brazo y ella me sigue con su carrito. 

–¿Qué te pasa, Lola?

–No te importa.

–¿Sabes que soy policía? –Pregunta de pronto poniendo su carro por delante del mío para que me frene. Intento adelantarla por la derecha, después por la izquierda pero es más rápida que yo. Suelto un largo suspiro y me cruzo de brazos.

–¿Qué quieres?

–Ayudarte.

–No necesito tu ayuda, tengo 31 año y me va genial sin ti en mi vida, no vayas ahora de mi amiga, hace AÑOS que dejamos de serlo.

–No me dejas otra opción.

De pronto, se acerca a mí y cogiéndome las dos manos solo con una, me pone una esposa en una mano y se ata la otra en su muñeca. Abro los ojos mirando mis manos y después la miro a ella. 

–¡¿Qué coño haces, María?! ¡Quítame esto!

–Te vienes conmigo hasta que me digas que te pasa. –Responde levantando la mano con una sonrisa de oreja a oreja. –¿Quieres coger algo más o vamos a pagar?

–Estás como una chota, ¡pienso denunciarte! –Grito con todas mis fuerzas.

–Eso es que no.

Tras pagar todo lo que llevamos cada una, María, mi antigua compañera de clase del instituto, me obliga a montar en el coche donde me quita una de las esposas pero que ata a su coche, todo para poder conducir. Pone la radio y sube el volumen tanto que hasta me hace daño en los oídos cantando todo lo fuerte que puede y con más gallos que Manel en Eurovisión. Llevo mi mano libre hasta la rueda de la radio y se lo bajo hasta que pueda escuchar mis pensamientos. Ella quitando un segundo la mirada de la carretera, me mira mal.

–La antigua Lola jamás habría hecho eso. 

–¿A dónde me llevas?

–A la comisaría, ¿a donde te iba a llevar?

A pesar de clavar mis ojos en su nuca, no se da por aludida. Esto es increíble. Llevaba sin saber de ella... ¿10 años? Algo así y ahora pretende comportarse como mi mejor amiga después de lo que me hizo... Es verdad, al igual que han pasado muchos años como para volver a hablar también han pasado muchos para olvidar lo que me hizo, pero...  Ahora me ha secuestrado y me está llevando a la comisaría en la que trabaja, ¿por qué? ¿Por qué estas ganas de volver a hablarnos? 

  Ahora me ha secuestrado y me está llevando a la comisaría en la que trabaja, ¿por qué? ¿Por qué estas ganas de volver a hablarnos? 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Tiene Derecho A Quitarme La RopaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora