Capítulo sesenta y cuatro

Start from the beginning
                                    

Ni siquiera iba a defenderme, porque alguien como ella no merecía mis explicaciones, así que tan solo la aparté, sin permitir que abriera la boca y bajé las escaleras, huyendo de sus suposiciones indecentes.

La oí gritar, indignada, pero a mí me dio igual. ¿Quién se creía aquella mujer para estar controlándome a mí y a los que subían a mi apartamento? Incluso a los que no lo hacían, de hecho.

Salí a la calle como una exhalación, dándome cuenta de por qué había sido un error aquello de ponerme el vestido de flores, aunque no fue suficiente para distraerme en mi cometido.

Bajo el abrasador sol de finales de verano y arropada por el cálido viento que cada vez se iba alzando con mayor violencia, doblé la primera esquina a la izquierda, sujetándome los bajos de mi vestido con toda la dignidad que pude.

Me acerqué al imponente edificio blanco que había justo detrás del mío, el cual, a pesar de estar tan cerca, parecía de un distrito completamente distinto, más moderno, más restaurado y mucho más adaptado al estilo de vida que llevaba Bastien que el que llevaba yo.

Decidida, avancé hacia el portal, aunque antes de que pudiera acceder a él, se abrió con violencia, descubriendo una figura masculina saliendo a toda velocidad, sin advertirme, evidentemente demasiado enfadado como para prestar atención a nada a su alrededor.

Me detuve, a la par sorprendida y curiosa, cuando le vi girar hacia la derecha, siguiendo el largo recorrido de edificios con la cabeza gacha y pateando todo lo que se interponía en su paso.

Llevaba el cabello rizado y alborotado, rebelde como sus patadas al suelo, aunque también terriblemente atractivo como todo en él.

Su camisa ajustada mostraba la inmensidad de sus hombros fornidos, así como lo delgada que era su cadera, oculta bajo aquellos pantalones beis que, por alguna razón, parecían quedarle cortos, por encima de sus tobillos, bronceados como el resto de su cuerpo.

No pude evitar seguirle con la mirada, esperando, tal vez, alguna señal para actuar, aunque solo había una cosa que me rondaba la cabeza.

¿Por qué acababa de salir Narcisse Laboureche del edificio de mi vecino?

Negué con la cabeza, evitando así empezar a hacer conjeturas, aunque de pronto recordé los gritos desde el interior del apartamento de Bastien y no pude evitar relacionarlos con él.

Mi jefe se había estado peleando con mi vecino, por alguna razón que desconocía y, por eso mismo, me atraía enormemente.

Eché un último vistazo al portal de cristal y hierro forjado antes de decidirme a seguir a Narcisse.

¿Por qué tendría las piernas tan largas aquel hombre?

En pocos segundos había conseguido dejar atrás dos edificios y yo tuve que acelerar más de a lo que estaba acostumbrada para poder seguirle de cerca, algo que, desde luego, no parecía estar demasiado bien.

Vi cómo aminoraba el paso a medida que avanzaba, lo que me permitió recobrar el aliento cuando tan solo estaba a unos pasos de alcanzarle.

¿Debía llamarle? ¿Tal vez intentar llamar su atención?

Sin embargo, cuando lo vi girar hacia la izquierda de nuevo, escapando de mi zona de visión, me volví a detener. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué pretendía? ¿Perseguir a mi jefe sin razón aparente?

Recordaba que había salido de casa para ir al encuentro de Bastien, quien me lo había pedido, y yo estaba allí, sujetándome la falda de mi vestido en la calle, corriendo detrás de un hombre enfadado que no sabía ni qué dirección iba a tomar.

Querido jefe NarcisoWhere stories live. Discover now