Juguemos a las muñecas

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Auru fue detenido por Lebui: el largo brazo de piedra fue lo suficientemente veloz como para sujetar la cabeza de gato, con la intención de azotarla contra el suelo. El jóven áki consiguió detener el impacto bajando las manos: pero el samatshe tomó ambas y las colocó detrás de su espalda.

—Lebui, no seas tan rudo. —Pidió Moxal. —Es un invitado.

—No creo que él planease ser precisamente suave con el bibliotecario, Renna.

Renna era el nombre que Moxal usaba frente a la gente que no era cercana a ella. Por ciertas circunstancias, prefería que la gente no conociera su identidad: en los más de mil años que la gazte llevaba con vida, se pudieron realizar muchas cosas, se vivieron muchas experiencias, no todas ellas célebres y sólo quería alejarse del mundo. Un alma tan vieja sufría mucho al ver a un alma tan joven como la de Auru sufrir daño.

Dies Archa siguió hablando con el áki en aquél idioma extraño que suponía el grogner mientras lo ataba con cuidado. 

—Agradecería que no me arranques la garganta. Estamos hablando tranquilos, nastvasdrer. No soy bueno peleando, pero sí haciendo nudos.

—Exijo que me liberes. Y a todos los ákis que apresaron.

—Sólo puedo cumplir la mitad de lo que pides. Y eso cuando te hayas calmado.

Auru fue sentado en una mesa pequeña, circular, con motivos grabados en colores pasteles que hablaban de conejos, montes y vestidos: Moxal le colocó un sombrero verde, muy emperifollado; así como, una ohea del mismo color pues se dio cuenta que su invitado. Ella se colocó la ojea hasta la cintura: reveló una blusa negra con muchos encajes, se arregló el pelo. Sirvió té, bizcochos de fresa, magdalenas... algunas otras cosas más. Dies se sentó junto a ellos, pero si la mesa le quedaba pequeña a Auru, el antiguo parecía un adulto jugando a la hora del té con una niña y su enfurruñado peluche. El hombre sorbió un poco de té. La mujer de edad engañosa le acercó la taza al áki, la mantuvo frente a su boca durante un periodo hasta que éste cedió, lamió un poco de la sustancia que ya había aprendido a disfrutar y tan bien le caería a su cuerpo.

Moxal sonrió y dijo: —Ego veniam, Dies Archa erit eritis mihi in interpretem pronuntiari: ego non possum dicere translitterandi linguam tuam.

El interprete repitió en grogner —Lo siento, Dies Archa tendrá que ser mi interprete: yo no sé hablar tu lengua.

Auru miró muy serio al antiguo, dándose cuenta de que éstas palabras eran las que ella había pronunciado en aquél extraño idioma. Pensó en su situación, e intentó ver si había espacio para liberar sus manos: aquél hombre en efecto era demasiado bueno con los nudos. Asimilando su destinó, respondió: —¿Hver er dui op hvopfop bler derner ferler sayt opp fop mer? ¿Hvas er beringerserer for lollaserser mio?

El interprete repitió en antiguo —¿Quién es usted y por qué me tendió esta trampa? ¿Cuáles son las condiciones de mi liberación?

—Nomen mihi est Renna, ego sum dominus huius domus; et hospes meus es tu. Sola tibi causa ligatum quod est primum impetum. Per hoc convivium vos acquirat potest dextro tua.

Mientras Dies traducía ella partió una madalena por la mitad y se la acercó a Auru. Cuando él giró la cara, Moxal sonrió firmemente: agarró su cabeza y se lo metió al hocico con fuerza. Conforme lo fue masticando se dio cuenta que era lo más rico que había comido en su vida, pues competía contra bayas, lagartijas y carne asadas sobre el fuego siendo la sal un concepto desconocido para los campamentos áki. 

—Mi nombre es Renna, la dueña de esta casa; tú eres mi invitado. La única razón por la que estás atado, es porque atacaste primero. Durante esta cena podrás recuperar el derecho a tus manos.

—¿Qué deseas de mí?

—En realidad, sólo deseo que estés a salvo. Me dijeron que tu nombre era Auru. ¿No es así?

—Sí. Soy Auru, uno ivec queue de la aldea de Diente Blanco. Sólo quiero recuperar a mi gente. Chuaves como tú y como el que traduce se llevaron a mi gente. Sólo quiero recuperarlos: cuando lo haya hecho, me iré.

—Dame un momento— le dijo Dies Archa a Auru— debo explicarle a la señorita Mo... a la señorita Renna algunos conceptos.

Auru afirmó con la cabeza, mientras el interprete se giraba para explicar en aquél idioma extraño a Renna, él comenzó a jugar con las muñecas y su cola; con sus pies y sus tobillos, buscando el modo de librarse.

—Lo lamento. —Las palabras en grogner por parte de Archa lo sacaron de su concentración. —Pero (y esto ya te lo había explicado yo) los chauves no estamos todos conectados, por mucho que me gustaría. Hay gente buena y gente mala. Hay gente que desea que el mundo sea un lugar más unido y gente que prefiere lucrarse de sus diferencias. ¿Podrías contarme de los chauves que atacaron tu aldea?

Justo cuando Dies terminó de traducir lo que Renna había dicho, Auru tuvo flashbacks. Flashbacks potentes, que todavía lo perseguían en sus pesadillas. El tobillo le comenzó a doler, todo el calor que la ohea verde le proporcionaba desapareció con aquella bofetada de pasado que lo envió de vuelta al pasado. El fuego. El frío. Los chuaves.

—Yo... —dijo Auru. Intentando no llevarse las manos a la cabeza para no revelar la ventaja táctica que representaba tener las manos libres, aunque no así los pies.

—Yo... —le dolían las muñecas. Retorcía sus dedos unos contra otros.

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⏰ Last updated: Apr 16, 2020 ⏰

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Mar verde: la historia de AuruWhere stories live. Discover now