Capítulo cincuenta y nueve

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Él pegó un golpe a la mesa, del que pronto se arrepintió, pues Graham ya estaba escribiendo, emocionado, sobre lo que acababa de pasar.

Narcisse se levantó, imponente, demostrando que él controlaba la situación todavía, como si así me hiciera sentir pequeña y desprotegida frente a él y fuera a doblegarme.

—Resulta que sí que me importas —dijo, aunque pronto negó con la cabeza—. Me importa que te vayas morreando con otros tíos y, encima, lo hagas delante de mi cara. Eres mi novia.

—Verás, es que no soy tu novia —aclaré, fijando mi mirada en Graham, quien no parecía demasiado sorprendido.

—Sí que lo eres —vocalizó mi jefe con firmeza.

Vi cómo tragaba saliva con dificultad. Parecía nervioso de repente, como si se hubiera olvidado del propósito de tenerme en su despacho frente a él, rodeada de unos periodistas que, ciertamente, parecían estar menos interesados en nuestra conversación que yo.

—¿Por qué te fuiste? —repetí, rompiendo el silencio de varios segundos.

Él negó con la cabeza, como si no estuviera dispuesto a responder.

—Venga, contesta —le gruñó Graham desde el fondo de la sala, unos segundos después.

Uno de las cámaras se acercó a Narcisse un paso más, como si no fuera suficiente que sus dos compañeros no pararan de sacarnos fotos de todos los ángulos posibles.

Mi jefe miró al periodista y luego a mí. Estaba claro que, por alguna razón, no quería hablar del tema, aunque parecía que Graham no iba a dejar que su artículo terminara allí.

Insistió para que hablara y yo sonreí ligeramente, segura de que iba a ceder.

—Porque me humillaste frente a todos, Agathe —dijo, agachando la cabeza lentamente, llamándome tan solo por mi nombre.

Por supuesto y como yo ya había pronosticado, se había marchado porque le había herido en lo único que parecía importarle, que era, desde luego, su orgullo.

—Y fue Bastien quien tuvo que llevarme de vuelta a casa —le informé, provocando que Graham se riera ligeramente, escribiendo en su maldita libreta como si aquello fuera el guión de su más inspirador reality.

Respiré hondo, intentando ignorar lo que ocurría a mi alrededor, tan solo centrándome en Narcisse.

—Louis quiere aprovecharse de ti —soltó él, con firmeza.

Como siempre, Narcisse Laboureche volvía a dominar la situación.

—¿Cuándo vas a comprender que no puedes controlarlo todo? Ni mis sentimientos hacia ti, ni hacia Bastien, ni que Guste me besara frente a todos sin que tuvieras tiempo siquiera para reaccionar —le recriminé, cuando él ya parecía dispuesto a sonreír, victorioso.

Sentí al cámara que había a mi izquierda enfocarme, haciéndome sentir la peor persona del mundo al haber dicho aquello. No era momento de hablar de aquel beso porque a ninguno de aquellos desconocidos les incumbían mis relaciones.

—Sabes todo lo que puedo hacer contigo si te marchas ahora —me susurró, tras varios segundos de silencio.

—Creo que lo vas a hacer igualmente —respondí yo, dándome la vuelta, dispuesta a alejarme de todo de una vez por todas.

¿Qué iba a hacer? No podía volver al pasado, pegarle una bofetada a Louis Auguste como debería de haberlo hecho y tampoco podía borrar todo lo que había dicho en aquel despacho.

—¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? —preguntó él, deteniendo mi plan de huida.

Me giré de nuevo hacia él, confundida por aquella pregunta. ¿A qué se refería?

—No —respondí.

Narcisse se relamió los labios, como si estuviera disfrutando de mi confusión, de volver a tomar el control de la situación.

—¿Por qué no? —rio, mostrando aquellos dientes tan blancos y perfectamente alineados que provocaron que todas las cámaras se dirigieran a él.

Nunca lo había visto así.

Graham me miró, asintiendo repetidamente con la cabeza para que me animara a contestar.

—Porque no. Este es el trabajo de mis sueños, no voy a dejarlo escapar por un simple error.

Narcisse se levantó, rodeó su escritorio de cristal y reposó su trasero en él, cruzando sus pies, mirándome como si fuera un ser insignificante a través de aquel par de ojos marrones.

No me había fijado en que seguía llevando la corbata que yo le había confeccionado hasta entonces, que había hecho juego la noche anterior con mi vestido de Laboureche, aunque también lo hacía con mi falda carmesí, como si lo hubiera hecho a propósito.

—Infringe una. Ahora —ordenó, sin titubear.

Fruncí ligeramente el ceño, mordiendo mi labio inferior a la vez. ¿Qué pretendía hacer con todo aquello?

—¿Por qué iba a hacer eso? —inquirí, intrigada.

Él levantó la barbilla, marcando todavía más su afilado mentón, observándome de una forma en la que jamás lo había hecho. Parecía un seductor de película, con aquella media sonrisa y evidente desdén, que podían recordar a Cary Grant en cualquiera de sus papeles. ¿A qué estaba jugando?

—Porque quieres hacerlo.

¿Pretendía que le tirara por la ventana?

Miré a Graham, que no cabía de gozo, para preguntarle con la mirada su podía huir de allí antes de que fuera demasiado tarde. Pero, claro, él no estaba pendiente de mí.

—¿El qué? —dije, al fin.

Sonrió y supe que era la sonrisa más bonita del mundo tan solo porque él quería que fuera así.

—Bésame —soltó, como si yo no hubiera tenido suficiente ya.

Narcisse Laboureche, el hombre más arrogante y ególatra que había conocido, me acababa de decir que le besara.

Allí, en aquel preciso instante.

—¿Qué? —ahogué, sin creer lo que acababa de pedirme.

—Besa a tu jefe y rompe las normas.

* * *

Annyeonghaseyo!

Recuerdo el trauma que tuve que pasar para escribir este capítulo y es que pillé la gripe en pleno verano por culpa del trabajo y, aún así, estuve un par de días yendo y escribiendo con los datos desconectados en mis travesías en autobús y no se me guardó el capítulo 3 veces seguidas JAJAJA Ella tonta del culo.

This is going to burn en breve 🔥

Y sí, Graham era necesario allí y sí, me dice eso a mí mi jefe y le apuñalo con su p**o bolígrafo pero esto es ficción y DE LA BUENA, QUE LO DIGO YO.

Que os sea leve la cuarentena y QUE ALGUIEN LE DIGA A MIS VECINOS DE ENFRENTE QUE NO HACE FALTA QUE SE PONGAN A GRITAR COMO UN REBAÑO DE OVEJAS PORQUE SON LAS OCHO. Gracias.

Annyeong!

Querido jefe NarcisoWhere stories live. Discover now