1. Julián

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''Y aquí les presento la misma historia, por el mismo canal'', es la frase que asalta la mente de Julián, mientras este se quita la chaqueta, de desanuda la corbata, se desabotona la camisa y deja los zapatos y las medias junto a la puerta de entrada. Su mente anda en otro mundo, como siempre, y no se da cuenta de que está a medio desvestir hasta que sus pies tocan las losas frías de la diminuta cocina de su apartamento. Es una rutina que se repite desde que decidió mudarse de casa de su madre viuda hace un año, tres meses y cinco días.

Se sirve una taza de leche con las galletas de mantequilla que tanto le gustan y se sienta en la butaca estratégicamente colocada frente a un televisor que nunca enciende, pues aborrece los noticieros y la programación regular tan desabrida que transmiten en todos los canales. Con lo que gana en la oficina de contabilidad donde trabaja no le da para pagar por un servicio que incluya el canal de dibujos animados que solía ver siempre. Apaga su celular y se sienta a devorar su manjar nocturno, tan simple como satisfactorio para su paladar selectivo, que no tolera otra cosa que no sea leche, galletas, agua y la obligada taza de té verde con miel que tan magistralmente prepara su hermana Ariela cada vez que visita su casa.

''Vergüenza debería de darte, que a tus treinta y un años, no comas más que antojitos de niño'', le sermonea su hermana sin fallar, a la vez que coloca la taza del fragante té frente a sus manos de gigante. ''Debiste haber sido pianista'', le repite siempre que repara en las falanges interminables que se escurren de sus venosas manos como poderosos tentáculos de una criatura mitológica. Manos de acero, fuertes e irrompibles como un marrón, que en su juventud levantaron hierro día y noche hasta que los músculos de su cuerpo crecieron en proporciones épicas. Ariela siempre lo mira con ojos nostálgicos- Julián, figura imponente, que en sus seis pies de estatura había sido la materialización de Adonis, no es ahora más que un espejismo de músculos que se encojen bajo las finas capas de grasa acumuladas tras horas interminables sentado detrás de su escritorio. Sus ojos desbordan una tristeza que lo ha acompañado desde el principio de los tiempos sin razón aparente, pero es una tristeza que la siente muy natural, muy suya- es su compañera de vida.

Es esa tristeza la que casi nadie ha podido comprender a cabalidad. Ni siquiera su madre. La única que se ha tomado la molestia de descifrarla es su hermana, la cual siempre insiste que cuando Dios los creo a él y a su futura esposa en el cielo, ella decidió quedarse indefinidamente, mientras que él tuvo que bajar a la Tierra y dejarla atrás. ''Esa es la tontería más grande que he escuchado'', su hermano Hugo siempre dice, batiendo la cabeza de lado a lado, con la firme creencia de que es solo una muy pobre y mal elaborada excusa de Ariela para que Julián siga huyéndole a la responsabilidad de un hogar, con mujer e hijos.

La última vez que Julián vió a su hermano Hugo, hace ocho meses, tres semanas y dos días, tuvieron un altercado que terminó con el primero dejándole el ojo izquierdo negro al último. No se han vuelto a ver ni a hablar desde entonces. Hugo ni siquiera lo invitó a su boda hace cuatro meses y seis días. Y fue para bien, pues este es el tipo de evento social en el cual su madre hace mercadeo para encontrarle pareja a como dé lugar. Así que el benjamín de la familia le dio el ''sí, acepto'' a una joven que había conocido hacía solo dos meses antes del matrimonio. Romántico innato, Hugo siempre había tenido suerte con las mujeres. Inteligente a nivel de genio y con facciones a perfecta proporción, su escasa estatura no hacía más que añadir a su encanto varonil. Su nobleza y humildad lo hacía el hijo, y ahora esposo, perfecto.

Dos paquetes de galletas y tres tazas de leche después, Julián sigue pensando en su familia que tanto ama y de la que tanto trata de mantenerse alejado. No sabe cuánto tiempo ha estado sentado en la butaca de imitación de cuero marrón hasta que repara en el reloj de pared que adorna el espacio entre la puerta de entrada y la puerta del baño. Son las 8:23- dos horas y dos minutos con la cabeza en la porra.

El Sueño de JuliánWhere stories live. Discover now