El Extraño Testigo

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Estaba solo aquella noche cálida y oscura, el ambiente alrededor me incomodaba. Una penumbra tenebrosa me envolvía y el aire seco se hacía más denso e irrespirable. Mi cuerpo flotaba contenido en una nube informe y relampagueante. Necesitaba encontrar las respuestas a los extraños sueños que había tenido. Era como una sensación subconsciente, profunda y oculta. Una relajada vivencia inconsciente. Como si fuera una placentera pesadilla a la que deseaba regresar una y otra vez.

Al cerrar mis ojos se desenmascaró una nueva sorpresa entre las imágenes latentes, otro misterio esperando ser revelado se liberó de sus ataduras y voló directo a mis recuerdos. Capítulos inconclusos de mi vida, incompletos y ocultos tras mis párpados cansados, esperando ser descubiertos.

Mientras dormía con intranquilidad, escuché los gritos de ella perdidos tras un velo de incertidumbre. Permanecí inmóvil un momento sin saber de donde provenían sus agudos chillidos. Luego empujé una vieja puerta de madera, que explotó en un gran resplandor, marcando el umbral de un viaje que me transportaría mágicamente a otro lugar distante.

En ese lugar conocí a un anciano que estaba solo y oculto en la oscuridad. Él estaba sentado en una silla y se mecía con sus manos entrelazadas sobre su estómago. Sus ojos grises reflejaron la luz del entorno por un instante; luego, se perdieron tras la penumbra en que se encontraba. Me pareció extraño pero confiable y me acerque a hablarle, pero antes de abrir mi boca él me dijo:

—¿Sabes que una mujer fue asesinada aquí?...

Me quedé estático y sin respuesta. Quizá negué sin darme cuenta con mi cabeza, no lo recuerdo, porque él prosiguió su relato después de una breve pausa.

—Esto pasó hace muchos años atrás. Ella era muy joven. Sólo algunos recordamos como era y lo que realmente le pasó...

Con asombro me acerqué más aún y me dispuse a escuchar su relato.

—Fue una doble tragedia —prosiguió el anciano— la mujer fue asesinada a sangre fría y el eco sordo de un disparo perdido, encontró el punto final de su viaje en su pecho. El asesino también murió en el lugar: suicidio, dijeron. Un testigo escuchó los aterradores sucesos y corrió a ver lo sucedido. Encontró a la mujer muerta, tirada en el pasto húmedo de la madrugada. Al costado estaba el hombre de rodillas mirándola, con el arma en su mano; nervioso y temblando. Llevó el cañón a su cabeza y antes que el testigo lo detuviera, haló el gatillo cayendo sobre la mujer. El testigo corrió por ayuda y nunca más se supo de él. Fue un horrible drama pasional.

Pero algo en su relato no me convenció del todo. Una sensación interior me hizo dudar de sus palabras.

—¿Sabes que una mujer fue asesinada aquí?... —repitió el anciano.

Y comenzó a relatar todo otra vez, como una grabación repetitiva y sin sentido; cada detalle estaba contado de memoria, tal vez lo había narrado muchísimas veces.

Escuché un susurro perdido en la inmensidad del cielo. Giré mi cabeza hacia un costado y en segundos vi una silueta oscura aparecer tras de mí. Al volver la vista al frente, el anciano ya no estaba. Giré mi cabeza nuevamente y también la silueta se había esfumado entre las sombras.

Me incorporé sin poder comprender lo que me había relatado el anciano. De alguna manera nada concordaba con lo que yo conocía de aquellos hechos. No dijo nada de la carta de suicidio que fue encontrada en el bolsillo del hombre y los detalles de la posición de los cuerpos no estaban bien narrados.

¿Por qué el testigo desapareció y nadie supo quien era? De cierta manera lo que contaba el anciano era lo que todos conocían de lo sucedido. Palabra por palabra era el relato que el extraño testigo se había encargado de pregonar a los cuatro vientos. Pero para mí nada tenía sentido en ese trágico final pasional. Algo parecía extraviado.

Visiones de MedianocheWhere stories live. Discover now