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El día de la despedida fue un poco duro.

Harry estaba con la inseguridad por las nubes, creyendo que, tal vez, Louis no regresaría jamás. Que podría resolver sus problemas con Zayn y él, una vez más, sería olvidado, al igual que lo que le sucedió. Confiaba en el mayor, pero su mente lo engañaba y, en muchas ocasiones, era sumiso de ésta.

Por otro lado, estaba Louis: Se sentía aterrado. ¿Qué si Harry hacía algo mientras no estaba? ¿Qué si tenía una crisis y no podía acompañarlo de manera apropiada? Quería estar para él. Lloró a mares cuando creyó que estaba muerto, y ahora que lo tenía frente a sí...era difícil separarse.

Temía perderlo...otra vez.

Debido a que Elizabeth no tenía idea de qué sucedía entre ambos, Harry arrastró a Louis a su cuarto, diciéndole a su madre que éste último tomaría sus pertenencias. El mayor se mantuvo quieto, con sus manos en sus bolsillos mientras devolvía los suaves y lentos besos que el pelinegro dejaba sobre sus labios. Estaba embobado, quería permanecer así para toda la vida.

La madre de Harry se despidió de Louis luego de estarle rogando por más de diez minutos el alcanzarlo con su vehículo hasta su casa, pero el mayor se negó. La señora Styles trabajó toda la madrugada, y a él no le molestaba tomarse el tren. Sin embargo, tuvo que aceptar el que Elizabeth fuese por él la próxima semana.

Harry insistió en acompañarle hasta la estación, y se despidieron en ésta con un último beso, casto pero duradero. Se sonrieron con dulzura al apartarse, y se prometieron volver a verse el siguiente fin de semana.

—¡Háblame en cuanto llegues!

—¡Te envío mensaje en el tren! —Respondió Louis, caminando con prisa, pero deteniéndose a medio camino al recordar algo. Giró sobre sus talones, notando a Harry permanecer allí, esperando, y ladeando su cabeza, confundido, cuando Louis no se movía—. ¡Olvidé pedir tu número!

Aquel comentario provocó que el pelinegro estallase en carcajadas, sosteniéndose el estómago y tirando su cabeza hacia atrás. Louis trotó hacia él, también riendo, y sacando el celular de su bolsillo.

Una vez terminaron de anotar sus números en el teléfono del otro, Harry se aproximó, alzando su rostro para dejar un casto beso en los labios de Louis.

—Apresúrate, hace frío y podrías enfermar —Le dijo, sonriente.

El mayor no dudó en asentir, dejando otro rápido beso en los labios del joven y volviendo a trotar en la dirección contraria.

—¡Te llamo, guapo! —Agitó su mano en el aire, sin voltearse, y dejó aquel sitio con la risa de Harry poniéndolo de buen humor.


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Media hora después, ya sé encontraba en el tren, y avisó a su madre que estaba camino a Londres. Ésta le comentó sobre la insistencia de Zayn, y el cómo no paraba de intentar acudir a la mujer para pedirle explicaciones, incluso si ésta insistía en no saberlas.

WHO | Larry Stylinson | 1er libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora