| epílogo |

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Habían pasado cuatro meses desde la primera vez que Louis viajó a Doncaster para ver a Harry, y aunque las cosas, a veces, parecían ir de mal en peor, con tiempo, mejoraron.

Aunque, quien más progresó, fue su —ahora— novio.

Porque sí, más allá de todo lo malo, Louis y Harry, al fin decidieron oficializar su relación. No hacerlo no estaba mal, se querían de cualquier manera, pero el serlo les fascinaba. Se la pasaban hablando todos los días, a toda hora, comentando todo lo que hacían o les sucedía, tanto en la universidad, como en sus casas, o en cualquier parte de donde vivían.

Para el tercer mes de novios, Harry ya era capaz de permitir que el mayor inicie un beso, y podía ser sostenido, confiando en que Louis preguntaría También logró permitir que su novio sostuviese su rostro por un par de minutos.

Se sentía triste, pero Louis le hacía saber que era un enorme avance, estallando de felicidad por el progreso del pelinegro.

Era viernes, y al siguiente día cumplirían el cuarto mes de noviazgo. Louis estaba dentro de la casa, con su mochila llena de cosas, buscando en plena desesperación sus audífonos. Tenía el cabello mojado, tan solo le faltaba ponerse el calzado, pero estaba muy ocupado, y siendo perseguido por su cachorro.

Minho se encontraba en el sofá, hablando con Melody sobre el programa de televisión que ambos veían.

—¡Mamá! —Louis volvió a la cocina, luciendo desesperado—. ¿Dónde los dejaste? ¡Tengo que estar en la estación en tan solo una hora!

—¡Que no sé dónde, idiota! —Respondió la mujer, agotada cuando su hijo interrumpía la charla que estaba teniendo con Minho—. ¡Los dejé sobre el mueble del comedor! ¡Ya te lo dije!

—¡Señora, si no quiere que me ponga así entonces deje de usar mis cosas! —Replicó con sarcasmo, enfadado, y caminando con rapidez hacia el comedor.

—¡Tienes veintitantos! ¡Le voy a contar a tu novio cómo te pones por unos audífonos! —Le gritó desde la sala, suspirando antes de volver a ver a Minho, quien lucía confundido—. Como sea, te decía...

—Espere —La Interrumpió éste, recibiendo una expresión malhumorada—. ¿No que la madre de Harry vendría por él?

—Sí, pero Liz me dijo que no le diga, y busque alguna distracción, o él se negaría.

Minho sonrió, riendo en silencio—. ¿Dónde están los audífonos?

La madre de Louis palmeó el bolsillo de su chaqueta, y ambos estallaron en carcajadas hasta que el timbre interrumpió la diversión.

La mujer se puso de pie—. No digas nada —Le susurró al mejor amigo de su hijo cuando vio a este último regresar a la sala, luciendo enfadado mientras se sentaba en el sitio de su madre, la cual se dirigió hacia la puerta principal.

Minho alzó ambas cejas hacia el castaño—. ¿Todo este escándalo por unos audífonos? ¿O estás nervioso por algo más?

Louis lo observó de mala manera antes de lucir rendido, refregando su rostro—. Temo perder el tren. Mañana es nuestro mesiversario, y quiero que estemos juntos.

—Louis...vas todos los fines de semana, sin falta.

Tenían razón, pero no fue aquel fin de semana en específico, cuando Harry le explicó con mucha vergüenza, a través de mensajes en una conversación, el fallecimiento de Mist, uno de sus felinos.

Sucedió tan solo dos días atrás, donde no habían mantenido conversación alguna más que informarse acerca de cosas como "voy a la universidad", "tengo examen", "hoy me resfrié", y, para la suerte de Louis: "tuve un muy mal día".

WHO | Larry Stylinson | 1er libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora