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Frío.

Oscuridad.

Gritos.

Dolor.

Los gritos dolorosos de la habitación se escuchaban como ecos por el resto de la mansión, una luz roja proveniente de una varita era lo único que iluminaba la habitación de Freya, quién estaba siendo sometida a una de las tres maldiciones imperdonables.

Ya habían pasado cinco años, Freya iba a cursar su sexto año en Hogwarts. Cuando su madre se enfadaba siempre tomaba su varita y sometía a sus dos hijos a la maldición de tortura, sobre todo a Freya quien era la que tuvo mala suerte de levantarle la voz a su madre.

Sentía como si miles de cuchillos se enterraran en su cuerpo a la vez, sin detenerse, sentía como algo ardía dentro de ella.

Cuando el terrible dolor desapareció lo único que podía escuchar era la risa de su madre, casi tan parecida a la de Bellatrix Lestrange, su prima.

En esos años, Freya había cambiado totalmente, ya no era la niña que insultaba a quien se le cruzara por el camino, todo cambió cuando iba en quinto año y se esparció la historia de que dos chicos de Slytherin habían torturado a una chica de Gryffindor. Pero Freya también tenía otro problema.

Mérida Rosier.

Cuando Freya tenía trece años nació su hermana, en ese entonces era una niña de trece años viviendo en tiempos oscuros sin amor fraternal de sus padres y hermano. Hubo muchas veces en las que Mérida había roto sin intención varias cosas valiosas de Ava, Freya siempre la cubría recibiendo grandes castigos.

―Ya deja eso Ava. ―dijo una voz masculina, que Freya reconoció como la de su padre. ―Tus hermanos, Lucius, Niklaus y Bellatrix están por llegar.

A Freya no le sorprendía que los nombrados se hayan hecho mortífagos, partidarios de Voldemort, solo le sorprendía una sola persona, su mejor amigo, Niklaus Rowle. Alec, Rodolphus, Rabastan, Evan y Bellatrix se pavoneaban por todos lados mostrando la marca tenebrosa que los hacía parte de las filas de Voldemort. Lucius no parecía tan contento. Niklaus fue persuadido por sus padres en verano, cuando Freya se enteró (y no fue por él mismo) casi le da un arrebato y controló los impulsos de hacer magia fuera de Hogwarts.

―Aún no aprendes nada. ―dijo Ava con asco. ―Mérida tiene más control que tú, inservible.

La habitación quedó en un silencio sepulcral cuando Ava salió de ella, Freya apenas podía escuchar su respiración entrecortada en busca de aire. La rubio fresa ya se había acostumbrado a los crucios de su madre, una vez lo hizo en el salón de la mansión enfrente de sus tíos y de Bellatrix, ésta se rió como una loca desquiciada al oír los gritos de su prima.

𝚂𝚎𝚛𝚎𝚗𝚍𝚒𝚙𝚒𝚊 | 𝚂. 𝙱𝚕𝚊𝚌𝚔 *cancelada*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora