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La niña pequeña se encontraba durmiendo tranquilamente en su habitación, cualquiera diría que se despertó con los rayos de luz del sol entrando por su ventana... la verdad es que en el interior de esa tétrica casa, apenas entraba la luz del día.

Freya Rosier era la hija menor del matrimonio, Maximus y Ava Rosier (de soltera Lestrange), Ava era la única mujer de sus hermanos, Rodolphus, Rabastan, y el menor, Alec, Ava era la mayor.

Freya era una pequeña hermosa, tenía unos hermosos ojos verdes como los de su padre, su cabello rubio fresa caía por sus hombros, y su piel era blanquecina y como la porcelana. Pero no por ser la menor significaba que era la consentida de la casa, no con dos padres que creían firmemente en la pureza de sangre, y que consideraban traidores a quienes les daba la espalda.

No cuando tenía sangre Rosier-Lestrange.

Su hermano mayor Evan, asistía a Hogwarts, un colegio de magia y hechicería, Evan era un año mayor que ella, y había clasificado para Slytherin con mucha honra. Ese año le tocaba a Freya.

Para ella era importante quedar en Slytherin, toda su familia había quedado en esa casa, y Freya no estaba dispuesta a dejar a su familia y a ella misma en ridículo ante todo el mundo mágico.

El agua entrando a sus fosas nasales ahogándola la despertó bruscamente, luego de eso solo logró escuchar la tonta risa de su hermano mayor mientras salía corriendo de la habitación. Evan siempre se empeñaba con hacerle la vida imposible a Freya, no era nada personal, porque Freya sabía que lo hacía con todo el mundo.

―¡Arriba, madre me ha dicho que te despierte, iremos al callejón Diagon en unos minutos!

Hace unas semanas Freya había recibido su carta para asistir a Hogwarts, entonces Freya recordó que la noche anterior su madre les dijo que irían a primera hora al callejón Diagon para comprar los útiles necesarios para ir a Hogwarts.

La menor de los Rosier se levantó de manera perezosa de la cama, debían de ser las ocho de la mañana, maldijo internamente a su hermano por mojarla, su cama había sufrido las consecuencias.

El agua fría tocó su cuerpo haciéndola estremecer, sentía como si todo su cuerpo fuera apuñalado miles de veces, la mansión Rosier aparte de ser tétrica, era muy fría y tampoco tenía colores.

Al cabo de diez minutos salió de la ducha con una toalla alrededor de su pequeño cuerpo, luego de cepillar sus dientes salió del baño y fue directamente a su ropero. Sacó un vestido y su ropa interior. El vestido le llegaba dos dedos por debajo de las rodillas, luego se puso los zapatos negros (como el color de su vestido). Al haber terminado, comenzó a cepillar su cabello.

―¡¿Por qué demoras más de la cuenta niña?! ¡No te esperaremos toda la mañana!―escuchó la voz de su padre Maximus.

―¡Sólo cinco malditos minutos! ―gritó harta la pequeña Rosier, que gran error.

La primera regla de la casa, era no levantarle la voz al señor Rosier.

La puerta de su habitación se abrió de golpe dejando ver al señor Rosier. El señor Rosier era un hombre alto, siempre vestía elegantemente, su cabello era de un color entre rubio y marrón, sus ojos eran verdes (que ahora se encontraban lanzando chispas de furia) como los suyos, un bigote elegante reposaba debajo de su nariz, tenía una postura bastante intimidante.

Sus ojos verdes seguían observando furioso a su hija, él detestaba que le levantaran la voz, sobre todo si se trataba de sus dos únicos hijos. Freya pareció darse cuenta del grito que le dio a su padre, se apegó aún más a la cama demostrando el miedo que le tenía a su padre.

𝚂𝚎𝚛𝚎𝚗𝚍𝚒𝚙𝚒𝚊 | 𝚂. 𝙱𝚕𝚊𝚌𝚔 *cancelada*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora