Un "Lo siento" estaba escrito con tinta rosa en el centro.

No había podido hablar con ella sobre lo que pasó, a decir verdad, no había hablado correctamente con nadie esa mañana. Su mente era un lío, pero en medio de todo eso, apreció sinceramente que su amiga se disculpara y aceptó hacer las paces.

Le sonrió devolviéndole el papel arrugado con un pequeño lanzamiento. Esperaba que las cosas entre ellos volvieran a la normalidad. Lo que necesitaba tal vez era una buena charla con amigos. No precisamente una charla importante. Hablar del clima estaría bien si eso lo ayudaba a pensar menos en Kacchan.

Otra bola de papel lo golpeó en la cara antes de que pudiera tomar su lápiz para volver a los ejercicios. La abrió con más entusiasmo esta vez, para encontrarse con un: "¿Todo está bien? Luces desanimado".

Vio a Uraraka con una expresión dudosa. La chica era una buena amiga. Su gentileza y su apoyo a pesar de los desacuerdos era agradable. Pero aún no se sentía cómodo como para hablarle de Kacchan.

Bajó la vista hacia la nota y decidió responder invitándola a tomar el almuerzo con él como siempre. Quizás le contaría lo que pasaba cuando se sintiera mejor. Ella era buena escuchando a pesar de todo. Siempre se preocupaba por él y hacía cosas para ayudarlo. Mientras almorzaban juntos y la veía hablar alegremente tratando de animarlo se preguntó ¿Por qué no se había enamorado de alguien como ella?

La hostilidad, la rudeza y el orgullo de Kacchan tendrían que palidecer ante esas cualidades, pero por alguna razón extraña había acabado enamorado de esas cosas y estaba sinceramente asustado de sí mismo.

Los días pasaban rápidamente y él seguía sin ir a la casa del rubio. Se sentía muy avergonzado para verlo a los ojos. No sabía como debía actuar luego de ser consciente de lo que sentía. Tal vez lo mejor era no verlo, pero eso tampoco ayudaba. Sus alfa y omega internos no tardarían mucho en resentir la separación y terminaría molestando al rubio.

Lo que tenía que hacer era ir allí y enfrentar que tenía un sentimiento unilateral imposible, pero no se sentía preparado para dejar ir ese primer amor. Simplemente no podía aceptar que no tenía posibilidad alguna y de verdad se detestaba por ser tan cursi.

Retrasó la visita tanto como pudo, pero finalmente, no tuvo más opción. Kacchan volvería pronto a la academia y lo mínimo que podía hacer era apoyarlo en la recta final de la espera, cuando más duro debía estar estudiando y poniéndose en forma.

Esa tarde se dio una buena ducha de agua fría, se arregló, pensó en las cosas que podrían hacer juntos sin terminar con una erección y cuando finalmente tenía un par de ideas fue a su casa.

No podía decir que era, exactamente, lo que había en el rostro de Kacchan cuando le abrió la puerta. Asombro, consternación quizás, una reacción que le advirtió desde el primer minuto que las cosas no iban bien.

Podía ser que estuviera enojado, eso le decían los al menos dos metros de distancia que había entre ellos y el incómodo silencio que extendió por algunos minutos hasta que intentó hacer un poco de conversación.

Empezó hablando sobre la pila de cómics que había en su cama y al parecer había estado leyendo ya hace un buen tiempo. Pero el chico tan solo respondió con algún sonido indiferente que no pretendía iniciar ninguna charla.

Suspiró. Si Kacchan no quería hablar no iba a lograr nada insistiendo. Todo lo que podía hacer era darle su espacio y esperar a que se sintiera de mejor humor. Tomó un cómic y se acomodó en una esquina de la cama para leer también.

El ambiente era extraño. Kacchan lo dejaba estar en su habitación, usar su cama, leer sus historietas, incluso tomar de sus snaks. No podía decir que estuviera exactamente enojado. Si lo estuviera sencillamente lo habría mandado a la mierda tirándole la puerta en la cara, pero no lo había hecho. Convivía con él, pero algo era diferente. Era como si un muro hubiera aparecido entre ellos y aunque el rubio lucía muy cómodo extendido en su ropa holgada sobre la cama, no podía atravesar la barrera y hablarle.

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