—Tamaki... lleva a Mirio, yo puedo caminar— El rubio se encontraba casi inconsciente entre mis brazos.

El pelinegro tomó a su mejor amigo y luego le indicó a un oficial que me ayudara. Nos preguntaron si teníamos alguna herida grave o de mortalidad por lo que ambos negamos. 

Fue larga la espera en donde caminábamos de un lado a otro buscando una salida, inclusive nos encontramos a Eraser Head y le ayudamos contra uno de los miembros del Hassaikai.

Finalmente al salir del terreno pudimos visualizar una escena extraña. Izuku se retorcía en el suelo con Eri en su espalda quien gritaba con dolor tras mantener activada su singularidad pero Aizawa intervino a tiempo.

Unos paramédicos me recostaron en una camilla y me pidieron que soltara la mano Mirio pero yo me negué, Ryukyu también me apoyo y se encargó que llegáramos a salvo a la ambulancia.

—¿D-dónde está m-mi mamá?— Le pregunté a la heroina de pelo corto.

—Yo... lo lamento Scarlet-san, no puedo decirte ahora, tienes que concentrarte en sanar— Quise insistir pero fui interrumpida.

—¡______!... Me alegra que estés bien—Se acercó Izuku hasta mi camilla.

—Si... algo así— Intenté sonreír aunque seguramente pareció más una mueca.

Uraraka y Asui también se acercaron a verme luego de notar mi presencia, ambas parecían no haber sufrido heridas graves lo que en cierta forma me aliviaba.

—Su pulso desciende, debemos llevarlo rápido al hospital— Al escuchar esa frase me fue inevitable no voltear a fijar de quien hablaban.

Sentí un peso en el pecho al ver la cabellera verde de Sir Nighteye quien se encontraba con un pico atravesado en gran parte de su estómago.

—Sir...— Susurré e intenté levantarme de la camilla pero rápidamente fui detenida por los paramédicos.

Fuimos trasladados al hospital más cercano de la zona, tuvieron que realizar una cirugía a Mirio y a mi para sacar las balas de nuestro cuerpo. Al cabo de dos horas ya nos encontrábamos en diferentes habitaciones recuperándonos de la cirugía.

—Vendré cada media hora a traerte los calmantes, tienes muchas cortaduras y ante cualquier movimiento que hagas te dolerá, principalmente la del ojo— Una enfermera sostenía un carro en el cual llevaba distintos medicamentos.

Acomodé el vendaje que tenía al rededor del ojo, los doctores me informaron que había sido un milagro que no perdiera el ojo. Y con respeto a mi quirk me hicieron algunas pruebas en el que dentro de unas horas entregarían los resultados.

Esperé a que la enfermera se fuera del lugar para luego escabullirme entre los pasillos del hospital buscando la habitación de Mirio. Pero tras unos minutos deambulando bajo la atenta mirada de algunos enfermeros me encontré con el rubio cojeando a mi dirección.

 —Ven, Sir acaba de salir de cirugía— Explicó mientras tomaba mi mano, sin embargo me separé para pasar su brazo por encima de mi hombro para ayudarlo a caminar.

Mirio indicaba el camino hasta que en un momento nos encontramos a la enfermera que estaba a mi cuidado, sin embargo la ignoramos para finalmente entrar a la habitación de Sir.

—¡Sir!— Exclamamos Mirio y yo al mismo tiempo.

—¡Tienes que vivir, no puedes morir!— Las lágrimas se acumulaban en nuestros ojos.

—Mis niños...— Murmuró el peliverde con una voz quebrada.— Siento ponerlos en tantos aprietos...—

—Soy fuerte solo porque me enseñaste a serlo, sigo vivo porque aprendí de ti— El rubio tomó aire.— ¡Así que vive, vive por nosotros y nuestro futuro!—

Había un molesto nudo en mi garganta el cual no me permitía articular ninguna palabra.

—Nuestro futuro...—Murmuró Sir mientras acercaba su mano a la mejilla de Mirio.— No te preocupes, eres un gran héroe y un maravilloso padre.— El peliverde separó su mano de la mejilla del rubio para luego posarla sobre mi mano.— Este futuro no debe ser cambiado por nadie.— Limpie las lágrimas que emergían con el dorso de la mano libre.— Mirai Sasaki— Murmuró para luego conectar miradas conmigo. 

Rompí en llanto al entender que por fin me había dicho su nombre.

—En honor a mi nombre, sonrían, porque una sociedad sin ánimos ni humor no tendrá un futuro resplandeciente— La luz en sus ojos se fue apagando, yo tome su mano con fuerza para que sintiera un último calor.

Sir Nighteye nos dejó con una sonrisa en su rostro y nuestros corazones rotos.

Adiós, Mirai-san.

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