8#: Urinae

136 13 108
                                    

SULLIVAN

El que Gwendolyne no dejara de temblar en todo el camino me ponía nerviosa. Ni siquiera cuando le había dado mi mano para que la sostuviera —petición de él, por supuesto— había dejado de llorar. Tenía pequeños sollozos con hipo cada dos o tres segundos, sosteniendo mi mano con fuerza mientras caminábamos.

—Entonces, trabajas para el abuelo —susurró.

—Algo así.

—¿Por qué?

Sentía que volvíamos a años anteriores, cuando debía darle la mano para acompañarle en la escuela y no se perdiera. Era increíble el cómo no había cambiado ningún gramo. Seguía siendo el pequeño sensible que necesitaba de contacto ajeno para sentirse a salvo. Y era por eso mismo que no quería involucrarlo en aquel tema.

¿Cómo podía explicarle eso?

—Negocio... familiar —mentí—. Estoy casi segura que él tiene información sobre dónde está Benjamín.

Me sentía culpable, sí. De sobra. Gracias a no haber imaginado o pensado el que Gwen me estaba siguiendo, aquel se había traumatizado de por vida.

Mi hermano era el típico que rogaba por una vida normal. Ahora sabía que era imposible tenerla, ya que era nuestra maldición.

Quizás ya no debía ser la única que llevara ese peso.

Su sollozo ahogado me respondió de sobra.

—Gwen, ¿por qué me seguiste? —pregunté luego de un rato, estando cerca de casa—. No eres de hacer ese tipo de cosas.

Se tardó un poco en responderme. Su respiración no se había calmado.

—Foto... fotografía.

No entendí a qué se refería.

—¿Fotografía?

—Yo..., no...

Quería insistirle, pero sabía que sería en vano. Gwendolyne había tenido casi un ataque de pánico. Debía ser cuidadosa si no quería que Jules se percatara de todo.

Cuando llegamos a casa, respiré casi aliviada. Le solté la mano a Gwen, solo para que el idiota entrara. Sin embargo, se me quedó observando por unos segundos. Tenía los ojos algo hinchados por llorar y la camiseta llena de mocos. Su cara estaba roja.

Me abstuve de poner una cara de asco.

—¿No vas a entrar a la casa, Sully? —preguntó, rogándome con la mirada.

Sentí una pequeña presión en el pecho. Recordé las palabras de Ethan, diciendo que tenía razón para estar celosa de Gwen.

Ahora no había nada para eso mismo. Al contrario, me daba pena. Podía recordar el cómo había discutido con Aiden y conmigo.

"No eres débil, solo eres nuestro salvavidas", quise decirle. No pude.

—Debo... arreglar unas cosas —expliqué, sosteniéndole la mirada—. Ve a ducharte, Gwen.

Él pareció entender. Asintió, algo triste, relamiéndose los labios. Pensé que ya por fin iba a entrar sin discutir, pero luego negó con la cabeza.

Volvió a tomarme de la mano, para luego tirar de aquella hacia la casa. Sentía que era un niño pequeño queriendo mostrarle algo a un mayor.

¿La realidad? Él medía más de uno ochenta y yo apenas llegaba al uno setenta.

—No. Ven. Quiero mostrarte la fotografía —insistió.

"Fotografía", pensé. ¿Una que según le hizo seguirme? Debía ser algo grave si lo pensaba. Más si Gwen prefería mostrarme aquella antes que descansar.

Travesti-dos (Yaoi-Gay)Where stories live. Discover now