Capítulo treinta y tres

Start from the beginning
                                    

—No, Aggie, no pretendíamos echarte —se apresuró a aclarar Bastien, levantándose justo después de mí para interponerse en mi camino.

Me alcanzó el brazo para rodearme la muñeca, completamente serio. Yo miré su mano durante unos segundos y luego levanté la mirada hacia él. Sentía mi corazón palpitar cada vez más rápido en mi interior y cómo evitaba respirar para evitar que aquello fuera demasiado evidente.

Louis Auguste Dumont, de repente, carraspeó y Bastien, al instante, me soltó.

—Yo no me acuesto con Narcisse Laboureche —dije, tan solo para dejarlo claro.

—Por lo visto, Bast no lo duda —se burló el otro hermano—. Pero el resto del mundo, a quienes les has quitado el puesto más en concreto, no tendrán inconvenientes en creérselo y odiarte por ello.

Louis Auguste se dejó caer de nuevo en el sofá y, con una sola mirada, me invitó a sentarme junto a él.

—Yo no puedo hacer nada para evitarlo. Todos creen lo que les conviene, aunque no sea cierto —bufé.

Entonces, él rió. Tenía una risa fuerte, madura y sonaba tan perfecta como si pudiera controlarla.

—Sabes quién soy yo, ¿verdad? —preguntó, al fin.

Asentí con la cabeza, aceptando por fin sentarme a su lado de nuevo, seguida de mi vecino, que actuaba como un perro guardián en aquellos instantes.

Era extraño estar sentada junto a dos multimillonarios y que se sintieran tan reales, tan corrientes como lo era yo, aunque, desde luego, no lo eran.

—Louis Auguste Dumont —dije con obviedad.

Entonces, él sonrió, de una manera tan radiante como la de su hermano, aunque algo menos sincera.

—Y a partir de ahora eso lo vas a utilizar a tu favor. ¿No es así, Bast?

El aludido asintió, como si aquello fuera un juego de estrategia.

Yo negué con la cabeza. ¿Qué estaba pasando y por qué no entendía absolutamente nada?

—Yo no he venido por eso —aclaré, levantándome de nuevo.

—Pensaba que querías conocerme —murmuró a modo de burla Louis Auguste, aumentando mi incomodidad un poco más.

—Lo que quería, en realidad, era saltar por el balcón.

Bastien, de pronto, se empezó a reír, casi ahogándose, como si hubiera dicho algo gracioso. Realmente no había sido mi intención.

—¿Se te ha escapado la ardilla otra vez? —preguntó mi vecino, cuando consiguió controlar sus carcajadas.

Auguste volvió a carraspear.

—Es ilegal tener ardillas como mascotas —dijo, rompiendo su silencio.

Le miré de reojo y me encogí de hombros.

—No es por la ardilla. Mi edificio está rodeado de periodistas y esta mañana ha sido prácticamente imposible salir, así que he supuesto que entrar sería incluso peor. Había pensado en saltar de tu balcón hacia el mío, ya que no hay más de un metro de distancia y probablemente sea mas seguro que lanzarme ante la horda de zombies.

Bastien alzó una ceja, divertido. Su hermano, en cambio, arrugó la nariz.

—Intenta no caerte por el vacío o morirás siendo la concubina de Laboureche —dijo Louis Auguste a modo de despedida, sin un ápice de diversión en sus palabras.

Le sonreí, aunque no sabía muy bien cómo responder a aquello.

—Vamos a mi habitación —me susurró Bastien, colocándose a mi lado, provocando que se me erizara el vello de la nuca.

Probablemente estaba más roja que las rosas que adornaban mi balcón, así que, por eso mismo, evité mirarle a los ojos mientras me guiaba hacia su cuarto, iluminado tan solo por la única farola que había en el callejón que separaba nuestros edificios y se colaba por las rendijas de su persiana.

Ni siquiera encendió la luz para dirigirse hacia su terraza, abriendo la puerta para dejarme pasar a mí primero, y prácticamente lo único que pude ver en toda aquella habitación fueron las sábanas arrugadas sobre su cama y los diversos zapatos que tuve que esquivar para poder seguirle.

—¿Quieres que salte yo primero y te ayude desde tu terraza? —pidió, a la vez que subía la persiana para que pudiéramos pasar.

Negué con la cabeza, aunque, de pronto, la distancia parecía mucho mayor de lo que siempre había imaginado.

—Creo que puedo sola —anuncié, colocando ambas manos sobre su barandilla de hierro forjado para ayudarme a escalar sus barrotes negros.

De pronto, sentí unas manos colocarse en mi cintura y casi me solté por la impresión.

—¿Estás segura? —preguntó, casi gritando, cuando todavía me tenía sujeta.

Yo no tenía miedo a las alturas. Sin embargo y, al mirar abajo, puse en entredicho todos y cada uno de mis miedos, supuestamente anclados a mis objetos de la suerte, los cuales, por descontado, se encontraban en el bolso que llevaba colgado del hombro todo el rato.

Cerré los ojos para tomar aire y, cuando los abrí, ya había conseguido dar un gran paso y mi pie derecho se encontraba al otro lado, mientras que las manos de Bastien habían bajado hasta mis caderas lentamente, para ayudarme con el impulso todavía más.

—Oye, ten cuidado —me dijo, antes de lograr pasar de un lado a otro, haciéndome sentir plenamente orgullosa de lo que había logrado.

—Lo tendré.

Salté desde la barandilla hasta el suelo firme, siendo sorprendida por una maravillada Lady S, quien se había agarrado a los barrotes de su jaula para observar aquella escena. Sonreí, sin poder evitarlo.

—Ah y, ¿Aggie?

Me di la vuelta hacia él de nuevo, sin borrar mi sonrisa, siendo aquella mi muestra de agradecimiento más sincera.

—¿Sí?

—Deja de pensar en tu ardilla. Seguro que hay alguien que vale más la pena.

* * *

Annyeonghaseyo!

Acabo de tener mi primera clase online y me la he pasado escribiendo en pijama y comiendo Haribo, pero es que así es la vida ahora JAJAJA

¿Qué opináis de Louis Auguste? ¿Angelito as Bastien (ajam) o demonio like Narcisse?

¿Y de su bro? I know que amáis a Louis Sébastien, yo también lo hago.

Whatever, estoy triste porque por culpa del coronavirus de mierda están cancelando las únicas cosas por las que vivo (Eurovision, sobre todo) y yo ya no tengo ganas de más .-. Adiós, mundo cruel.

En fin, que espero que os haya gustado el capítulo, Louis Sébastien, Louis Auguste, Agathe y su ardilla y que sigamos en cuarentena hasta Dios sabe cuándo 🙄

Annyeong!❤

Querido jefe NarcisoWhere stories live. Discover now