Estado de alarma I

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Suspiro y vuelvo a girar hacia la chica que me mira atenta. Qué ojazos tiene.

– Perdona por contarte esto que seguro te importa una mierda, – me río por lo absurdo de la situación – tú no tienes culpa de nada. Voy a llamarle, un momento.

Salgo a la terraza y marco su número, pero no contesta. Miro hacia el salón y veo que Alba ha puesto la tele y entonces me acuerdo de que cuando venía en el coche han dicho en la radio que a las 8 salía el presidente a comparecer. Joder, y encima vamos a peor con el virus este.

Vuelvo a entrar y me siento al lado de Alba en el sofá mientras las dos miramos en silencio y atentas a la pantalla.

– ... y por esas razones queda declarado el estado de alarma en todo el país, con una cuarentena de 15 días, por el momento, con las restricciones antes mencionadas.

Alba coge el mando de la tele y le baja el volumen mientras se gira hacia mí.

– Madre mía, qué fuerte – asiento de acuerdo con lo que dice. Me alegra ver que no soy la única flipando con esta situación.

– Yo es que aún no me explico cómo hemos llegado a esto, es surrealista.

Nos quedamos de nuevo en silencio un rato, asimilando lo que significa esta situación, hasta que ella vuelve a hablar.

– Oye Natalia, – parece insegura con lo que va a decir – ¿qué vamos a hacer?

No lo dice, pero su mirada por el piso me hace entender que se refiere a quién se va a quedar aquí, pero es que esta situación de la cuarentena complica un poco las cosas.

– Mmm, ya. No sé. Voy a pensar algo. – Me levanto nerviosa y busco en mi bolsillo un cigarro. – Necesito un piti, ahora vuelvo.

Salgo a la terraza y enciendo el cigarro, soltando el aire de la primera calada en un suspiro. Qué movida. ¿Y ahora dónde voy? Obviamente no voy a echar a esta chica de aquí, ni siquiera podría si tiene el contrato hasta la semana que viene.

– ¡Natinat! – una voz me saca de mis pensamientos y yo me giro en su dirección.

– Pero bueno Juls, si te acuerdas de mí – respondo sonriendo al ver a mi vecina de al lado asomada también en su terraza.

– Pues claro, con las ganas que tenía yo de verte. Aunque pensaba que volvías la semana que viene.

– Sí, es un error bastante común – me río ligeramente. – Al final ha habido cambio de planes.

– Oye, ¿y mi Albita? No se habrá ido sin despedirse de mí. ¡Que la mato!

– ¿Os habéis conocido?

– Para mi desgracia – me giro para ver a Alba entrar por la puerta mientras dice eso. – Perdón, no quería interrumpir, pero necesito un poco de aire. Me estaba agobiando de escuchar todo lo que no vamos a poder hacer.

Me mira tímida y esconde las manos en los bolsillos de su sudadera, lo que con su altura le da el aspecto de tener cinco años ahora mismo.

– Claro, pasa – le digo. – Estás en tu casa.



ALBA POV

– Necesito un piti, ahora vuelvo.

Natalia se levanta y sale a la terraza, y yo vuelvo a subir el volumen de la tele para enterarme bien de las medidas que van a adoptar, pero a cada una que dicen me siento más y más atrapada en esta casa, así que termino por quitarlo.

Por lo menos espero poder quedarme en esta casa. Miro hacia la terraza y veo cómo Natalia se enciende el cigarro. ¿No me irá a echar no? ¿Me puede echar? Joder, y dónde voy. Veo cómo suelta el humo de la primera calada y me fijo por primera vez en el tatuaje de la mano con la que sujeta el cigarro. Madre mía, qué bien le queda y cómo le pega con ese rollazo que tiene.

– ¡Natinat! – oigo la voz de Julia que la llama.

– Pero bueno Juls, si te acuerdas de mí – sonrío al ver que se conocen.

– Pues claro, con las ganas que tenía yo de verte. Aunque yo pensaba que volvías la semana que viene.

– Sí, es un error bastante común. Al final ha habido cambio de planes.

Parece que se llevan bien, lo que me da tranquilidad respecto a Natalia. La verdad es que después del susto inicial, me he dado cuenta de que impone bastante.

– Oye, ¿y mi Albita? No se habrá ido sin despedirse de mí. ¡Que la mato!

Al escuchar mi nombre, decido salir con ellas para tomar un poco el aire.

– ¿Os habéis conocido? – le pregunta Natalia.

– Para mi desgracia – sonrío al salir y ver a Julia asomada en su ventana. Veo que Natalia se gira al oírme y me mira fijamente. – Perdón, no quería interrumpir, pero necesito un poco de aire que me estaba agobiando de escuchar todo lo que no vamos a poder hacer.

– Claro, pasa. Estás en tu casa.

Me río ante su broma y me relajo un poco.

– Pero de qué vas Albita, pues anda que no me quieres tú a mí ni na – me reprocha Julia y yo le saco la lengua. – Bueno y me vais a decir qué hacéis las dos ahí o qué.

– Problemas de cálculo – explica Natalia y se gira hacia mí de nuevo. – Oye he pensado que me voy a marchar a un hotel, pero quería pedirte... ehh... bueno si no te importa que me quede aquí esta noche. Es que ya es casi la hora de cenar y va a ser una movida ponerme a buscarlo ahora – pregunta casi con miedo.

O sea que no solo no me va a echar, si no que encima le da vergüenza pedirme si se puede quedar una noche, en su propia casa. Le da vergüenza a esta tía de dos metros que tiene pinta de ser capaz de matarte si quisiera.

– No, no, ni hablar. Me voy yo, que al final esta es tu casa. Total, tenía previsto volver a casa una temporada la semana que viene. Tendría que haberlo pensado antes, cuando todo esto se empezó a ir de las manos.

– Por supuesto que no, esto es culpa nuestra, bueno de mi ex. Yo me responsabilizo ya que él no lo va a hacer.

– Es que me sabe fatal que te vayas teniendo aquí tu casa.

– A ver, par de pavas, que estamos entrando en bucle – interrumpe Julia. – Yo le ofrecería a una de las dos que se quedara conmigo, pero mi querido Gonzalo tiene asma y es paciente de riesgo, así que tiene que estar bien aislado. Pero se me ocurre, no sé, llamadme loca, que si ninguna quiere que sea la otra la que se vaya, ¿por qué no os quedáis las dos en el piso?

Natalia se gira hacia mí para ver qué pienso y en realidad no me parece tan mala opción. Viendo que se lleva tan bien con Julia supongo que me puedo fiar de ella, y al fin y al cabo, esta no deja de ser su casa.

– Es una opción – le digo encogiéndome de hombros.

– No quiero incomodarte, de verdad – responde dudando un poco todavía.

– Mira, por qué no te quedas esta noche y ya mañana pensamos con calma, que de verdad por mí no hay problema.

– Pues claro que no, que así podemos jugar a cosas a través de la terraza y no nos aburrimos tanto – dice Julia feliz. – Ya verás que así se pasa la cuarentena mejor.

– Está bien, – acepta Natalia – me quedo.

CuarentenaWhere stories live. Discover now