Hay un millón de cosas que al día de hoy me encantaría recitarte al oído.
Como que dejé de escribir en muchos años y las palmas de las manos me pican por hacerlo nuevamente, en el habito repetitivo de volver a mis orígenes, a la raíz que nos juntó hace ya casi mucho.
Quisiera susurrarte al oído el odio que tengo metido entremedio del pecho, en la comisura de los labios, en el reborde de los dientes redondos que tanto te gustaban; quisiera recordarte los anhelos que siempre tuve y logre cumplir, pero nunca tomado de tu mano, porque ya pereces en mis recuerdos y solo intento revivirte una vez a la semana.
Entre el caos y el fin del mundo quiero recordarte por lo que eras, ya que no puedo ver la realidad de lo que hoy eres y serás.
Estas envasado en una carta jamás abierta, que espera como una bomba al borde de la explosión, volar mi mundo nuevo en pedazos.
Estas peligrosamente guardado entre las páginas de un libro, para en mi momento de debilidad explotes entre mis manos.
Hay un millón de cosas que al día de hoy me encantaría recitarte al odio; una de esas es he muerto en el recuerdo y aun no me doy cuenta.
Hay un millón de cosas.
