¡Cálmate o te quedarás sin volante!

-No pueden irse del país, las fronteras están cerradas. Los llevaré hasta Suwon, hay una casa allí que usamos por algún tiempo cuando llegamos a Corea, está lo bastante lejos de todo como para que los encuentres de la noche a la mañana.

-¡Ja, esto es absurdo!

Tensé la mandíbula. También molí mis dientes juntos y pensé que hacía más de dos días en los que no usaba los colmillos para desgarrar algo de carne humana. Quizás era hora de utilizarlos... Aunque seguramente su sangre sabría horrible y terminaría con una indigestión... Pero lo alejarías de él...

-¿Tienes un plan mejor, perro?

-¡Cuida tus palabras, chupa sang...!

-¡Ambos, hagan silencio!

Volteé la cabeza por instinto al escuchar la queja en su voz. Estaba agazapado contra el costado del alfa, sus ojos fuertemente apretados hasta arrugársele la frente y la nariz, el sudor formando una capa transparente de pequeñas gotas saladas que le recorrían el cabello y le empapaban el cuello del a camiseta. Regresé la vista hacia la carretera y luché contra el impulso de frenar el auto para llevármelo conmigo, a mis brazos, contra mi cuerpo. Pero él ya no era algo que pudiese cuidar, él era de alguien ahora y aunque ese pensamiento me volvía un asesino en potencia, no podía hacer nada en contra de ello.

Es un omega, y tiene un alfa.

Y su réplica funcionó como un apaciguador. Conduje en silencio, con el maldito auto apestando a pánico, a Jaemin, y a ese chucho mal oliente.

Recorrí la carretera hasta más de las seis de la mañana, sin embargo el cielo no había esclarecido del todo y supuse que llovería para antes del atardecer. El asfalto fue dejado atrás hacía mucho tiempo, ahora era un camino en bajada, completamente embarrado y con baches de tierra. Suspiré aliviado cuando la pequeña cabaña llena de enredaderas se hizo presente. Un pequeño perro apareció moviendo la cola y luego su madre se lo llevó por el pescuezo, lejos de nosotros. Estaba bien... Hasta los animales sabían la clase de monstruo que yo era.

Salí del auto y estiré las piernas, escuché la puerta cerrarse detrás de mí, pero no quise mirarles. No quise verles caminar de la mano cerca de mí, compartiendo ese estúpido lazo raro que los lobos tenían y que no me causaba ni el más mínimo agrado. "Lazo" me sonaba a cuerda alrededor del cuello y solo podía pensar en que Jaemin había decidido estar atrapado para siempre con una soga en el cuello.

-¿De quién es este lugar?- preguntó el alfa cuando me empujé contra la puerta para abrirla.

El polvo flotó por el aire y algunos insectos se escondieron temerosos de ser exterminados por nuestra llegada.

Decidí omitir su pregunta. Recorrí la vieja casa esperando que la electricidad funcionase y comprobé que los fusibles no estaban destruidos del todo.

-Solo esperen aquí, volveré en la noche y veré como puedo sacarlos de este sitio.

El cuerpo de Jaemin se tambaleó lejos del alfa. Me recordó a un títere moviéndose torpemente por el escenario. Su olor se hizo intensamente poderoso, algo como jazmines y esencia de vainilla que sonrojó al otro lobo y me hizo aguantar la respiración. ¿Qué diablos?

-N-necesito descansar- pronunció.

Una tela blanca cubría el sofá en donde se dejó caer. Mis piernas se movieron por impulso, pero el apestoso lobo se acercó de prisa posando los labios sobre la frente de Jaemin. Una mirada violenta de ojos dorados me observó por debajo de mechones castaños.

Caelum ~ {Nomin/Markhyuck}Where stories live. Discover now