Supo cuando despertó, casi pasado el mediodía, que ese extraño había suspendido sus supresores y no iba a darle más. Recordaba no haberse preocupado por eso de inmediato, incluso había sido optimista al pensar que su estúpida hazaña había detenido su celo, pero pasaron las horas, el efecto de los calmantes y volvió al principio, justo al punto donde se quería matar.

Su madre estaba mintiendo esa mañana, cuando la madre de Izuku llamó. La mujer no podía estar más desesperada mientras su hijo expulsaba las pastillas y recibía litros de suero. Pero decidió callarse el asunto y resolverlo por sí misma.

Pensó que podía con eso, Katsuki no había corrido un peligro real porque había recibido atención a tiempo, se esforzó en pensar. Su hijo estaría bien sin los supresores, el celo no había matado a nadie, repitió una y otra vez. En su habitación estaría seguro, juró a su esposo que no dudó en mandar el papeleo para el abogado a la mierda y volver a casa de inmediato.

Había sido lo mejor. Estaba segura de que le habría tirado los dientes al médico de la familia si el alfa no hubiera sido quien habló con él.

—Póngalo en una habitación con su compañero y recen para que no se maten —les recomendó simplonamente tras escuchar la alármate situación que la mujer planteo cuando les sugirió enviarlo con su alfa a pasar el celo—

Después todo, esa era la única opción que el hombre tenía para darles. Era ridículo. A penas podía creerlo. Su hijo podría haber muerto y la solución era enviárselo a un alfa.

Quería abalanzarse sobre el hombre, pero su esposo, siempre más prudente que ella decidió escuchar la explicación. ¿Qué el desarrollo de su hijo era más lento? Patrañas ¿Qué su celo podía llegar a ser mucho más duro que el del resto? El podía con eso ¿qué si la fiebre era demasiado alta podría poner su vida en peligro? Tenía que ser una broma.

Había llorado junto a su cama y arropado su cuerpo unas cuantas docenas de veces. No entendía como su esposo podía simplemente sentarse en la sala con la vista perdida en algún lado y lucir tan tranquilo, ella daba vueltas, movía cosas, se revolvía el cabello y hablaba sola tratando de encontrar una solución a todo eso.

La solución era obvia y estúpida. Para cuando llegó la tarde estaba tan cansada de darle vueltas a lo mismo y recorrer las escaleras para ver a Katsuki, que se había sentado en su silla y suspirado viendo con detenimiento su cuarto.

Se frotó el rostro cansada antes de decidirse a ordenar un poco el lugar. Había un verdadero tiradero que no veía desde que el muchacho era más joven.

Un nudo le cerró la garganta al agacharse y contemplar una a una las cosas. Eran juegos, cuadernos con notas, discos y hasta una que otra foto lo que había disperso. Y cada uno le decía lo duro que se había estado esforzando para luchar contra el celo, cuanto estaba sufriendo, cuan imposible se le hacía la idea de ser omega y cuan duro sería ese camino que estaba dispuesto a seguir por sus ideales.

Se atragantó con el llanto, tratando de ser silenciosa. Movida por la culpa y la impotencia. Y es que, si tan solo hubiera puesto un poco de más de atención, si hubiera hecho caso de aquellas señales, si no hubiera estado tan ocupada criando a un alfa, nada de eso le habría pasado a su bebé.

Se sentía responsable por no haberlo protegido e inculcar en él esas ideas de superioridad que lo hacían menospreciar su condición de omega. Y estaba acorralada por una dura cuestión. Era su deber velar por la felicidad de su hijo, aún si eso significaba ir en contra de sus deseos, y la mejor decisión a largo plazo era obvia. No podía seguir consintiendo su rechazo a sí mismo y verlo cometer impudencias para seguir su camino. Tenía que poner un alto y ayudarlo a elegir lo correcto. Y lo correcto, era aceptarse y aceptar su marca.

Apretó los puños sintiéndose rabiosa al solo pensarlo, pero no importaba cuanto le doliera o la desgarrara pensar en entregarle su hijo a alguien más. Izuku era una buena opción.

Lo conocía desde que Inko lo puso en sus brazos siendo un bebé y el muchacho era lo bastante gentil y paciente como para soportar las rabietas de su Katsuki. No esperaba que él y su hijo fueran a formar una pareja, pero por el bien de ambos lo mejor era conseguir que se llevaran lo suficientemente bien como para que Izuku los ayudara con este problema.

El teléfono sonó haciéndola soltar lo que estaba haciendo. Acarició el rostro su hijo antes de salir y se acercó con cuidado a la puerta para asegurarse de que todo estaba en orden antes de girarse y contestar la línea que estaba en el pasillo.

La voz de Inko la sorprendió lanzándole preguntas que la sobresaltarse. La beta hablaba del pequeño alfa huyendo de casa, de lo preocupada que estaba, de lo peligroso que era que estuviera solo por allí o que decidiera ir a ver a Katsuki. Hablaba de manera atropellada y a veces inentendible por el llanto, pero antes de que pudiera contestar, la voz de la mujer se dirigió a alguien más.

Escuchó la conversación al otro lado de la línea de manera atenta, aliviada porque el chico no hubiera hecho nada estúpido y sobre todo que estuviera camino a su casa.

—Izuku volvió, lamento haberte molestado Mitsuki. —se disculpó Inko, sacándola de los enredados pensamientos que estaba teniendo—

—¿Todo está bien con él? —preguntó tomando un respiro y apoyándose sobre la pared—

—Si... creo que se metió en una pelea —respondió su vieja amiga con una voz acongojada— ¿cómo está Katsuki? —la oyó preguntar, quizás esperaba oír mejores noticias que las suyas—

—Se tragó una docenas de pastillas y tiene suerte de estar vivo —respondió Mitsuki con una sinceridad amarga—

Un silencio se formó en la línea mientras la rubia tomaba una aspiración tratando de mantenerse firme. Fue Inko quién se quebró primero. La escuchó disculparse y sorberse la nariz angustiosamente, no necesitaba verla para saber que sus ojos fluían como cataratas, conocía a esa mujer desde hace tantos años que esa dramática conversación telefónica se le hacía cotidiana. No era la primera vez que la escucha llorar al otro lado del teléfono, tan solo nunca imaginó que sus banales llamadas de medio día para saludar y hablar de la vida fueran a terminar en esto. Sonrió amargamente.

—Todo va a estar bien —la consoló tomando el poder de esas palabras como mantra para sí misma —vamos a superarlo...

—¿Cómo? —cuestionó su incrédula amiga y ella tuvo que tomar el enorme peso en sus hombros para dar el primer paso y decidir por ambas—

Tomó un profundo respiro, lo pensó de nuevo y llegó a la misma conclusión que había llegado una docenas de veces, así que no se resistió más. Tomó la decisión y empezó a hacer las cosas trabajar.

—¿Les gustaría a Izuku y a ti acompañarnos a cenar?

La peliverde se quedó muda por un momento. La voz de la otra mujer sonaba contrariada y realmente parecía estar haciendo un gran esfuerzo, pero la propuesta no dejaba de ser sorprendente y le tomó un momento captar su intensión.

—E—estaríamos encantados —tartamudeó dudosa sobre lo que estaba tramando, pero confió. Sabía que Mitsuki no tomaba decisiones a la ligera— pero ¿Katsuki está de acuerdo?

—Estoy segura de que apreciará tenerlos aquí... —mintió parcialmente tratando de amenizar la situación— Así que... ¿los espero a las 7?

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