Vaya dias los nuestros (parte1)

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–  Eso me tranquiliza, no sabes cuanto.

Dos días después estaban las tres listas para un fin de semana para mujeres.

Habían tomado un avión y llegarían dentro de dos horas, así que Sakura se quedó dormida, al igual que Samantha y Rebeca estaba leyendo un libro. Cuando aterrizaron un chofer las esperaba.

–  Esto es cosa de Andrew – dijo Sakura apenada – lo siento mucho, pero es sobre protector de una manera que me saca de quicio.

–  Solo se preocupa por ti – dijo Samy comprensiva.

–  ¡Hey! Por nosotras – corrigió Rebeca mientras se subía al auto.

Aquel hombre alto y desgarbado se llamaba Robert, según les había dicho, y los chistes que les contaba eran muy buenos para pasar los treinta minutos que de el aeropuerto a la casa.

Les abrió la puerta al llegar.

La casa era de dos pisos, de color ladrillo. Por delante se veía un jardín, y pinos altos que hacían de cerca. Aparte de la de acero que verdeaba la casa.

Samy sacó las llaves. Al entrar se podía ver las hermosas flores de color amarillo, rojo y morado en toda la casa.

–  No pudimos evitarlo – dijo Samy que guiaba a Sakura y a Rebeca – el jardín se veía vació sin flores.

–  Son hermosas – dijo Rebeca.

–  Yo solo vi como Sebastian las plantaba, no me dejaba hacer gran cosa.

–  Estoy segura de eso.

–  Por eso te comprendo con el rollo de que los hombres pueden pasarse de protectores.

–  Que raro – dijo Rebeca – Andy no lo es tanto.

–  Claro que sí – dijo Sakura riendo.

Samantha había abierto la casa. El interior era muy acogedor, de color crema las paredes con amarillo en los lados, las persianas de color hueso.

Entrando estaba la sala, los sillones eran de color café con una mesa de centro y margaritas. Parecía como si ya vivieran ahí.

En frente de esa sala había una chimenea. Seguido estaba la cocina, era blanca. Al lado de esta estaba el comedor, una mesa redonda grande también adornada por flores, artificiales, esta vez, y luego las escaleras de madera.

–  Puedes dejar las cosas ahí, Robert – dijo Rebeca. Él obedeció y después se retiró.

–  La casa es grandiosa – dijo Sakura.

–  Gracias. Es estupendo que les haya gustado.

–  ¿Dónde estará mi lugar de trabajo? – dijo Rebeca inesperadamente entusiasmada.

–  Arriba. Solo falta decorar esa habitación.

–  Estupendo. Guíanos.

Subimos por las escaleras, veinticinco escalones en una escalera en forma de cuadrado. La parte de arriba olía a margaritas. Había un pasillo con cuatro habitaciones, al final de ese había una gran ventana. Al acercarse, Sakura pudo ver la carretera y a un niño pasar con su bicicleta.

–  Esta es la habitación del bebe – dijo Samantha señalándoles la puerta. Rebeca corrió para situarse al lado de ella. Samy giró la perilla. Rebeca entró mientras que Sakura aun estaba llegando, Samy esperó a que llegará.

Era grande, y blanca, totalmente blanca, un librero que cubría toda la pared izquierda cubierta con muchos juguetes para niños. Y una cuna en forma de… ¿Carrito?

Amor odio o paranoiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora