Capítulo veintiocho

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—Oh, no —dije, cuando vislumbré la puerta hacia la terraza completamente abierta.

Coloqué ambas manos en mi cabeza, empezando a dar vueltas sobre mí misma, con el corazón acelerado, por si podía advertirle desde mi posición, sin éxito.

—Por favor, Dios, no puedo perderla otra vez —sollocé, dejando caer una lágrima.

Estaba estresada. Más que en toda mi vida. Acababa de cambiar absolutamente todo a lo que estaba acostumbrada, desde mi trabajo hasta lo que pensaba de mi vecino, quien, visto lo visto, no necesitaba prostituirse para vivir, porque, desde luego tenía muchísimo dinero.

¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo debía actuar? ¿Qué suponía el hecho de que yo fuera una Selecta? Desde luego, mi sueño, como todos los que había tenido en mi vida, se había visto abordado por mi horrible manera de afrontar las cosas, a pesar de que, por primera vez, lo había conseguido.

Era una Selecta, iba a trabajar para Claudine Laboureche, era la estúpida vecina del copropietario de Louis XIX y había perdido a mi ardilla. Por tercera vez.

Sin embargo y, como si el destino me quisiera advertir de que no todo en aquella vida era digno de hacer drama, oí unos arañazos contra el suelo de baldosa, que, desde luego, estaba haciendo Lady S.

Salí a la terraza como una exhalación, atraída por el incesante sonido de las garras de mi única y mejor amiga y, para mi desgracia, descubrí que ella no estaba allí. No precisamente.

Lady S había saltado desde mi balcón al de mi vecino.

—Mierda —maldije, pegando una patada al suelo con mis pies descalzos.

Me habría puesto a gritar el nombre de Bastien, aunque sus persianas estaban bajadas al punto de impedir que cualquier rayo de luz se colara entre sus huecos, así que, probablemente, no me habría escuchado. También estaba el hecho de que mis vecinos no me miraban demasiado bien desde el día que me quedé encerrada en mi propia terraza, especialmente la señora del segundo, quien inevitablemente babeaba por mi vecino desde su balcón lleno de plantas cada mañana.

Di un rodeo por toda la terraza para ver si podía encontrar algo que lanzar contra la ventana de su habitación y que no rompiera los cristales, pero que sirviera para que el impacto pudiera llamar su atención, al menos.

Terminé por coger una de las diversas nueces que había en el comedero de mi ardilla y, sin pensármelo ni un solo segundo, intenté lanzarla con todas mis fuerzas, pero a duras penas logró llegar a su balcón. Lady S corrió a cogerla, descubriéndose entre los barrotes negros.

Estaba segura de que podía saltar. Es decir, tampoco había demasiada distancia entre su barandilla y la mía y tal vez sería capaz de pasar al otro lado, aunque valoraba demasiado mi vida en aquel instante como para hacer tal estupidez.

Volví a intentarlo con las nueces. Agarré una más y conseguí que impactara contra la ventana, provocando un extraño sonido que a duras penas percibí.

Como nadie se asomó tras varios segundos de espera me agaché para coger más frutos secos, no contenta con lo que había conseguido hasta entonces.

Me levanté de un salto y, sin mirar siquiera, repetí la hazaña, aunque esta vez, el ruido fue distinto. Tardé varios segundos en darme cuenta de que era un quejido humano.

Ni siquiera había escuchado el estridente sonido de la persiana de Bastien al levantarse, lo que había provocado que mi fuerza inmensurable acabara jugándole una mala pasada a mi pobre vecino y acabara golpeando su frente con una dura cáscara de nuez.

—¿Se puede saber qué...? —murmuró, frotándose la zona afectada con delicadeza.

—Lo siento, lo siento, lo siento —repetí, tapándome la boca con ambas manos, intentando no reír ante tal ridícula situación.

Bastien frunció el ceño.

—Sabes que hay otras formas de llamarme, ¿no? Por teléfono, por ejemplo —murmuró, evidentemente molesto.

Negué con la cabeza. Ni siquiera tenía su número.

—Cierra la puerta, rápido, y procura que Lady S no escape —le ordené, apoyándome en la barandilla para ayudarme a ver la totalidad de su terraza.

Él alzó las cejas, sin comprender absolutamente nada, y, aprovechando la confusión, Lady S se acercó peligrosamente a Bastien, en su travesía sin obstáculos hacia el interior de su apartamento.

—¿Qué...? —soltó, viendo como mi ardilla pasaba entre sus piernas para entrar felizmente en su piso.

Durante unas milésimas de segundo lo di todo por perdido, aunque, contra todo pronóstico, Bastien se agachó y la atrapó entre sus manos, las cuales recordaba cálidas y reconfortantes sobre las mías. Sonreí, aunque él debió de creer que era por haber atrapado a mi ardilla. Él también sonrió.

—Lo siento —repetí, estirando los brazos para que pudiera pasármela y, cuando lo hizo, su mano quedó atrapada bajo la mía.

A pesar de lo que yo me había imaginado, él tan solo se apartó, sin darle la más mínima importancia.

Lady S se resolvió incómoda entre mis brazos, intentando escapar, aunque no se lo permití, pues la dejé en su jaula, segura de que no volvería a saltar nunca más.

—¿Por qué lo sientes? Mejor dame las gracias, porque te he conseguido el trabajo de tus sueños y a tu escurridiza ardilla —rio, subiéndose el elástico de sus bóxers, la única prenda que cubría su espléndido cuerpo.

—No puedo agradecértelo con palabras, Bastien —susurré, mirándole fijamejte a los ojos.

Él alzó una ceja y me regaló una sonrisa ladeada, que provocó que una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo entero.

—Estaré esperándolo, entonces —dijo, con la voz ronca.

Negué con la cabeza, intentando concentrarme en algo que no fuera su inigualable belleza.

—Nunca mencionaste que estuvieras relacionado con Claudine ni con Louis XIX —acerté a decir, intentado cambiar de tema drásticamente.

—Era irrelevante —dijo, restándole importancia.

Suspiré. ¿Quién era aquél hombre frente a mí?

—No, no lo era. Me has ayudado a conseguir todo lo que siempre he querido gracias a eso mismo y estoy segura de que, si hubieras sido tú quien me hubiera acompañado aquel día en lugar de la señora Delacroix, todo habría sido mucho más sencillo. Es como si hubieras esperado a que empezara a suplicar clemencia con los ojos llenos de lágrimas para creerme digna de tu ayuda —solté, medio en broma, medio en serio.

Y fue entonces cuando Bastien se irguió, listo para marcharse, regalándome una última mirada de reproche antes de decir, con mucha dignidad:

—Tal vez me guste que me vengas a llorar.

* * *

Guten Abend für Alle!

Casi conseguí tener el capítulo para ayer, domingo, pero (spoiler) no :) Yo lo hago con la mejor intención del mundo, I swear, pero es que si me ponen tanta telebasura a mi abasto, yo no las deshecho JAJAJAJA

Whatever, que esta última es una de las frases más comentadas de la historia (o sea, de QJN, ya me entendéis) y realmente quería cambiarla porque me parece muy chunga pero si tuvo éxito quién soy yo para corregirme xd

Espero que a los nuevos lectores os esté maravillando esta porquería (?) because quedan muchos capítulos por delante y aquí no se hace ningún feo a nada, así que pillad palomitas porque en breve empieza el drama (en breve, dice).

Nos vemos en poquito tiempooooooooooooo (si no he muerto de frío o de hipocondría, tbh).

Annyeong!

Querido jefe NarcisoWhere stories live. Discover now