━ 𝐋𝐈: Una red de mentiras y engaños

Start from the beginning
                                    

El soberano carcajeó, aunque su risa no tardó en convertirse en una profusa tos. Se dobló sobre sí mismo e intentó alcanzar el balde de agua. Estiró un brazo para hacerse con el cucharón de madera, pero Kaia fue más rápida: cogió el cubo y se lo llevó consigo, negándole la posibilidad de saciar su sed.

Harald farfulló algo ininteligible.

—Te recordaba más amigable —articuló, recostándose nuevamente sobre la pared. Las cadenas de hierro volvieron a repiquetear contra el suelo terroso.

La castaña avanzó hacia el ventanuco. Los guardias continuaban en su puesto, vigilando, cuidando que ningún extraño entrara. Se abrazó a sí misma, hundiendo las uñas en las mangas de su vestido. Su perfil se recortaba contra la luz del sol mortecino.

—Nos has atacado. Has intentado matarnos —remarcó ella, girando sobre su cintura para poder encararlo—. Puede que no directamente, pero todo fue idea tuya. Tú maquinaste el asalto, tú reclutaste a Egil y a todas esas tropas para que nos cercaran como a animales y nos aniquilaran. —Le señaló acusatoriamente con el dedo índice—. Así que da gracias a que no te haya arrancado la piel a tiras.

El aludido rio entre dientes.

—No es algo personal, créeme. Siempre te he admirado como guerrera —manifestó en tanto se removía con cierta incomodidad en su sitio. Se le estaban empezando a entumecer los músculos de las piernas—. Y como mujer.

—¿Ah, sí? —Kaia arqueó una ceja con escepticismo.

Harald realizó un movimiento afirmativo con la cabeza. Tenía la boca y la garganta secas.

—Eres todo un enigma para mí, de hecho —prosiguió el hombre, a lo que La Imbatible se volteó por completo hacia él—. Hay algo que por más que le doy vueltas, no logro entender. —Se atusó la prominente barba con aire pensativo—. Siempre has vivido a la sombra de Lagertha. Las dos sois grandes escuderas, me atrevería a decir que las mejores de toda Escandinavia... Pero es ella la que está sentada en el trono —bisbiseó—. Mientras que tú te has conformado con ser su humilde vasalla.

Kaia inspiró por la nariz, consciente del juego que se traía entre manos. Una parte de ella se sintió ofendida porque pensara que podría manipularla tan fácilmente, que con un par de frases aduladoras y otros trucos sucios conseguiría sembrar la discordia entre ambas. Que tenía tan pocos principios como para dejarse engatusar por alguien como él.

Qué equivocado estaba.

—Nunca me ha interesado el trono de Kattegat —acotó ella con simpleza.

No mentía. Jamás lo había ambicionado. La carga que suponía llevar la corona podía llegar a ser muy pesada en algunas ocasiones. Lo había visto. Ragnar había sido una prueba fehaciente de ello, de lo mucho que el poder cambiaba a las personas, de cómo poco a poco las hundía en un pozo sin fondo. Consumiéndolas. Corrompiéndolas.

—Todos queremos poder —rebatió Harald—. Y quien diga lo contrario miente.

—Algunos más que otros, por lo que veo.

—Eso no te lo voy a negar. —El monarca hizo un mohín con la boca—. Pero todos, en mayor o en menor medida, codiciamos algo. Hasta incluso tú —indicó, muy seguro de sus palabras.

Kaia rio con desgana.

—Olvidas que no todos somos como tú.

—Conque no, ¿eh? —Harald estudió sus manos grandes y robustas, como si estas fueran lo más interesante que había visto jamás. Su interlocutora no pudo hacer otra cosa que poner los ojos en blanco—. ¿Y si fuera yo quien te lo ofreciera? ¿Y si te brindara el reconocimiento que mereces, la vida que deberías haber tenido desde un principio? —sugirió, restableciendo el contacto visual con ella—. Tendrías todo lo que una mujer pudiera soñar.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now