La despedida.

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El vuelo saldrá en tres horas y yo me siento verdaderamente triste. No quiero irme con el abuelo de esta manera, realmente quisiera poder hacer algo para ayudarlo, pero mis amigas tienen razón, no puedo hacer nada además de preocuparme y hacerle saber que lo quiero con toda el alma.

Las cosas ya están empacadas y nosotras estamos listas para regresar a Tokio. Este viaje realmente me ayudó a recuperar la fuerza para seguir, porque cuando volvamos se presentará el espectáculo que la profesora Nashida ha estado preparando, y tengo la certeza de que será sensacional, también tendré que decirle a las chicas el asunto de la fiesta de Takahashi y la bailarina roja y no tengo idea de como hacerlo, ayer en verdad lo intenté, pero no me atreví. Han sido muchas las ocasiones en que la bailarina roja y todo su equipo rechazaron tajantes todas las propuestas que esos niños ricos le hicieron para que diera un show exclusivo, y ahora sin más les diré que me comprometí a hacerlo para uno de los chicos más ricos del país, pero supongo que tendré que preocuparme por eso en el futuro, por ahora sólo quiero despedirme de mi abuelo.

Ayer nos despedimos de Okinawa paseando por sus playas y recorriendo nuestros lugares favoritos, pero en esta ocasión no lo hicimos solas, los F4 nos acompañaron junto con Yamai Sakura y extrañamente fue genial, nos la pasamos muy bien. Nosotras volvemos hoy a Tokio, pero ellos pasarán fuera otra semana navegando por aguas europeas, así que tendré que esperar hasta entonces para saber cómo serán las cosas entre Miyake y yo. 

No he podido dejar de pensar en lo que pasó ayer en la playa y no sé por qué. Cuando hablé de ello con mis amigas se molestaron conmigo, y no las culpo, no tiene ningún sentido que después de haberme tratado como a un insecto de pronto me fije en él sólo porque fue ligeramente amable conmigo, eso no es algo que sea normal en mí, pero aquí estoy, sintiendo cosas raras por un patán, ahora sí perdí la razón.

-Hare, ¿puedo hablar contigo?- pregunta mi abuelo y me devuelve al planeta tierra.

-Seguro.

Cruzamos la estancia y entramos a su estudio. Nunca he comprendido en qué trabaja el abuelo, pero por lo que puedo darme cuenta, le va muy bien. No como para presumirse rico, pero yo tampoco diría que es clase media tomando en cuenta que desde niña él siempre ha financiado el 60% de mi educación.

Nos sentamos en un sillón de piel que está a un lado del escritorio y sobre el cual está posicionada una ventana con una preciosa vista al mar. 

-¿Todo está bien, abuelo?- pregunto preocupada- Te he notado muy extraño en estos días.

-No he estado muy bien -admite- pero me alegra que estés aquí.

-¿Hay algo que puedo hacer para ayudarte? Es que realmente detesto verte tan triste.

-Hay algo -dice discreto mientras yo juro un millón de veces que haré lo que sea que me pida- ¿podrías hacerme una promesa?

No estoy entendiendo nada, pero igual acepto.

-Por favor, prométeme que no vas a odiarme.

Algunas lágrimas escaparon de él cuando dijo esas palabras y yo no puedo evitar sentirme asustada. Algo pasa, estoy segura, pero no logro averiguar qué es.

-¿Por qué dices eso? No seas absurdo- lo consuelo- Tú sabes que yo jamás podría odiarte, ni en un millón de años.

-Promételo- insiste

-De acuerdo, lo prometo por lo más sagrado que hay en mi vida.

-Gracias- dice sollozando y yo lo abrazo.

-Abuelo, eso nunca va a pasar, ¿cómo podría odiarte? Yo te quiero muchísimo, eres lo único que tengo de mi papá.

Mis palabras debieron hacerlo sentir mejor, pero en su lugar él ha comenzado a llorar más fuerte y me abraza con un sentimiento extraño, como si realmente tuviera miedo de perderme en alguna forma, y yo no sé como convencerlo de que eso no ocurrirá.

Pasamos un largo rato abrazados hasta que llegó la hora de ir al aeropuerto. Esperamos pacientes el anuncio del abordaje y todo el tiempo permanezco de la mano de mi abuelo.

Tal vez todo este misterio esté relacionado a ese secreto que mamá guarda, imagino que tiene que ver con mi padre, pero sigo sin poder descubrirlo, así que sólo me queda mirar al cielo e implorarle a mi padre que le dé consuelo a mi abuelo y a mi madre, y que de paso me dé un poco de sabiduría para poder enfrentarlo.

Finalmente llega la hora de abordar y mi abuelo nos acompaña hasta donde se lo permiten. Lo abrazo con entusiasmo, le prometo que volveré con él en Año Nuevo y abordo después de que mis amigas le agradecieran por el tiempo que pasamos.

Lo voy a extrañar muchísimo.

Cuando subo al avión y nos acomodamos en nuestros asientos rompo a llorar.

Mirando al cielo reafirmo la promesa que le hice al abuelo y me llevo una mano al corazón.

-Te veré pronto- susurro.





La bailarina rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora