Negocios

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Nakamura Samuru era un hombre misterioso que guardaba secretos a diestra y siniestra. Mentía con habilidad tal que nadie podría dudar de su palabra y obraba en secreto de su familia, y aunque esta descripción suena terrible, el hombre jamás disfrutó de ser y hacer todo lo malo que hacía, pero si bien no le gustaba no dudaba en hacerlo de ser necesario.

Cuando vio a su nieta con ese hermoso vestido rosa y una tímida sonrisa en el rostro se llenó de un amor que sólo podía equipararse con la culpa que sentía. La abrazó con entusiasmo, le dijo lo hermosa que lucía y tomó una fotografía de ella y de sus amigas.

El tiempo no se detiene ni tampoco retrocede, eso fue algo que el hombre aprendió por las malas, y el ver a su adorada nieta convertida en toda una mujer fue un recordatorio de ello. 

Cuanto se arrepentía de haber privado a su propio hijo del amor de esa hermosa jovencita. Jamás se lo perdonaría a si mismo, y sabía que ellos tampoco lo harían; nadie en su familia podría perdonarlo nunca.

El encuentro con las consecuencias de sus actos se acercaba cada vez más. Siempre supo que no podría ocultar la verdad toda la vida, pero francamente le asustaba confesar sus pecados. Le había prometido a la madre de su nieta que en ese verano le diría la verdad a su hijo, pero no se atrevía y tampoco tenía idea de cómo hacerlo.

Miró la fotografía que segundos antes tomó y observó la inmortalización de su nieta. Ella había crecido tan alejada de las riquezas que abundaban en su familia, vivió trabajando tan duro y ahora su vida se había vuelto tormentosa debido a una clase social que la despreciaba cuando por derecho de nacimiento debería respetarla y temerla. En esa foto, con ese vestido, lucía como lo que era en realidad, la hija de una familia poderosa.

La vida daba muchas vueltas, era irónicamente cruel y cómico. La madre de su nieta había colaborado en toda esa red de mentiras con tal de mantener a su hija lejos de la aristocracia, conocía de sobra el trasfondo de sus costumbres y todos los sacrificios que el dinero obliga a realizar. Ella deseaba que su hija conociera el esfuerzo, el trabajo, la honestidad, la amistad... el amor. No quería que su amadísima hija tuviera que renunciar a las mismas cosas que su padre biológico, ¿y qué hizo la vida? colocó a la muchacha justo en medio de ese ambiente hostil sin la protección que por automático otorga el dinero. 

Cuando Nakamura Samuru fue informado del enredo en el que quedó atrapada su nieta no pudo creerlo, era demasiado cruel, y cuando conoció los pormenores narrados de ella en persona se sintió miserable, si tan solo ella hubiese permanecido junto a su padre nada de ello hubiera pasado, nadie se atrevería a tratarla de la terrible forma en que lo hacían, pero al verla reír junto a sus amigas su corazón enfrentó un duelo, a pesar de las dificultades ella era feliz, tenía amigas que la amaban por quien era y no por lo que poseía, y aunque todos en el instituto eran crueles estaba también ese chico que fue verdaderamente amable. Quienes la rodeaban la amaban o la detestaban por quien es, nadie la veía como algo de lo que pudiesen sacar provecho ni tampoco se esmeraban en lamerle las suelas como lo hacían con aquel muchacho insoportable. Ella era tan buena y noble debido a la educación humilde que recibió de su madre y de su padrastro, trabajaba duro para su hermana menor y salía adelante por el apoyo de sus seres amados, él sabía que, de haber sido criada bajo el techo de toda su riqueza, ella sería igual a todos los jóvenes que la despreciaban y sabía también que no tenía derecho a arrebatarle todo eso.

Se despidió de las chicas y salió de la casa. Caminó por la playa y cuando estuvo lo suficientemente apartado subió al auto que lo esperaba.

Su destino era un hotel tan lujoso como en el que se hospedaban los estudiantes de  Shinhwa. Subió a la suite más lujosa del lugar y los hombres que lo escoltaban cerraron la puerta cuando él entró, y ahí, en esa habitación, se encontró con su hijo.

-Soseki- saludó el mayor con severidad.

-¿Qué quieres de mí, padre?- respondió su hijo tajante.











La bailarina rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora