2. Cicatriz

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Lan Xichen había estado teniendo unos días terribles. Lan Wangji había sobrevivido con las justas a su castigo, y el niño que había traído consigo recién había recuperado su salud.

Con el paso de los días y los cuidados que recibía, Wangji estaba recuperándose lentamente. Pero Lan Xichen sabía que su corazón probablemente demoraría mucho más en sanar. Por eso, ese día había decidido llevarle a A-Yuan. No solo para intentar animar a su hermano, sino también porque el pequeño necesitaba ver una cara conocida. Lan Xichen no tenía idea de dónde había salido, pero sospechaba que tenía algo que ver con Wei Wuxian.

Sin duda, eso representaba un problema. Pero a esas alturas, el mayor no iba a poner contradicciones. Ya se sentía lo suficientemente mal por no haber podido proteger a su hermano menor. Por no poder evitar que lo azotaran hasta dejarlo casi muerto. Sabía que el castigo había sido decisión de Lan Qiren, pero no podía evitar sentir que era demasiado. Aun así, no había protestado.

Intentó no pensar en eso mientras se dirigía al Jingshi con A-Yuan en brazos. El niño ya le había tomado algo de confianza. Con cuidado de no hacer mucho ruido, abrió la puerta. Lan Wangji se encontraba echado boca abajo en su cama. No parecía una posición muy cómoda, pero era la única manera en la que podía descansar sin arriesgarse a abrir las heridas de su espalda.

Había sido una semana agotadora. Él mismo se había encargado de cuidar a su hermano menor después de que lo revisaran los doctores. Se ocupaba de cambiarle los vendajes, limpiarle las heridas y darle de comer.

Lan Wangji había pasado los últimos días entrando y saliendo de la inconsciencia, la fiebre y el dolor drenando por completo su energía y haciéndolo ver cosas que no estaban realmente allí.

A Lan Xichen se le apretaba el corazón cada vez que lo oía murmurar Wei Ying con la voz entrecortada. A veces, cuando se quedaba a acompañarlo en el Jingshi durante las noches, podía oírlo llorar. El mayor de los hermanos fingía estar dormido, sabiendo que Wangji no iba a dejar salir sus emociones tan fácilmente si sabía que estaba siendo observado.

Honestamente, no sabía qué era lo que le causaba más dolor: las heridas, o haber perdido a la persona que amaba.

Lo que sí sabía Lan Xichen, era que ya no quería verlo así.

Dejando a A-Yuan en el suelo, Xichen se sentó a un lado de la cama. Le hizo señas al niño para que se acercara. Haciendo caso, dio un par de pasos lentos hacia Lan Wangji, observándolo con curiosidad. Parecía reconocerlo al menos un poco.

—Wangji —dijo con cariño—, alguien ha venido a verte.

De un momento a otro, el niño movió su mirada y la clavó en las manos de Lan Xichen. Algo se sentía fuera de lugar.

—A-Yuan —murmuró Lan Wangji, su voz amortiguada por la almohada en la que se apoyaba.

Regresando su atención hacia el menor de los hermanos, el pequeño sujetó su mano, pasando a analizar sus dedos como si fueran lo más interesante del mundo. Pero después de unos segundos de haber estado absorto en sí mismo, su labio inferior comenzó a temblar.

Lan Xichen se asustó, temiendo que haya sido una mala idea traer a A-Yuan. Había tapado la espalda de Wangji con una sábana para que el niño no se asustara con las heridas y la sangre, pero quizá no había servido.

—Ya no está —dijo A-Yuan, su voz delatando que estaba a punto de llorar—. ¿Por qué ya no está?

¿Acaso se refería a Wei Wuxian? La cara de Lan Wangji se tensó, y parecía que estuviera aguantando la respiración. Su hermano pudo distinguir el dolor en sus ojos, el cual se había vuelto tan común estos días.

Pero no tenía mucho sentido: desde que la salud de A-Yuan había mejorado, jamás había preguntado por nadie. Simplemente había aceptado todo sin cuestionarlo. Lan Xichen asumía que la fiebre alta había afectado sus memorias, al ser aún muy pequeño.

Lo que ninguno de los dos sabía era que, si bien el niño tenía la memoria un poco confusa, él tenía claro que el hilo rojo de Lan Wangji era el camino que lo guiaba a alguien que le daba seguridad. Alguien que lo cuidaba y lo hacía sentir a salvo. Pero ahora ese hilo ya no estaba allí.

En vez de eso, lo único que A-Yuan podía ver en el meñique de Lan Wangji, era una horrible cicatriz. Tan fresca, que parecía que iba a empezar a sangrar en cualquier momento. Y otra vez se sentía como aquella vez que se perdió en la calle. Solo que ahora no podía recordar a quién quería encontrar, y ya no tenía una manera de llegar a él.

Al final, Lan Xichen tuvo que llevarse al pequeño de allí, ya que estaba inconsolable.

***

La primera conversación seria que tuvo Lan Xichen con Lan Wangji después de aquel encuentro, fue evidentemente acerca de A-Yuan. El menor le había dicho a su hermano que planeaba criar al niño como si fuese su propio hijo.

—Ahora será Lan Yuan —dijo, decidido—. Su nombre de cortesía será Lan Sizhui.

Lan Xichen no puso objeciones. Ya había hablado con Lan Qiren acerca del tema, y por más que su tío no se mostraba muy entusiasta acerca del tema, Lan Xichen era el líder de la secta.

—A-Yuan preguntó por una cicatriz —dijo, recordando su conversación con el niño después de haber visto a Lan Wangji—. Quizá olvidé tapar alguna de tus heridas y se asustó. Demoró un poco en calmarse, así que la próxima vez seré más cuidadoso.

—Mn.

Lan Xichen pensó que, después de aquel incidente, sería mejor que A-Yuan no visitara muy seguido a Lan Wangji durante los años que estuviera en reclusión. Sin embargo, el menor de los hermanos no quería que su hijo creciera sin un padre, tal como habían hecho él y Xichen. Así que mientras se iba recuperando de sus heridas, A-Yuan iba a visitarlo con más frecuencia.

Aun así, a Lan Wangji le daba miedo que su hijo volviera a llorar por su culpa. Pero sorpresivamente, los años comenzaron a pasar, y Sizhui nunca más volvió a hablar del tema. 

Hilo Rojo - WangxianWhere stories live. Discover now