Capítulo 2

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Arthur mordió el emparedado mientras escuchaba mi historia, le hablé sobre las presentaciones en el teatro de Gótica, mi trabajo como bailarina me hacía feliz a pesar de haberme ganado el desprecio de mis padres después de dejar la escuela de medicina -debe ser genial estar en un escenario con millones de personas viéndote- exclamó con una expresión de admiración, me enterneció verlo así, - ¿sabes? Yo soy payaso, pero estoy por convertirme en comediante- dijo acercándose a mí como si de un secreto se tratara, - ¿en serio? Pues espero poder verte actuando- le sonreí mientras bebía el cremoso café, él paró un segundo y me miró con sorpresa - ¿s-si? Estarías invitada desde luego...- dijo nervioso y sonrió, durante todo el medio día platicamos de cosas sin fin, él me contó acerca de su condición médica y recordé el ataque que había tenido, quizás si hubiera seguido estudiando medicina habría hecho algo más por él, entonces como si hubiera leído mis pensamientos comentó -de verdad, agradezco que me hayas ayudado, me siento tan bien ahora...no me duele nada- sonrió con los ojos iluminados -eres como un ángel guardián, entraste al callejón y me salvaste...nadie haría eso por mí- jugó con la servilleta doblándola un poco, lo miré conmovida, su expresión era inexplicable, su sonrisa y su manera de desviar los ojos cuando nuestras miradas se cruzaban me hacían sentir ganas de abrazarlo otra vez, me contuve y sólo tomé su mano -pienso que, una persona puede hacer una gran diferencia, inclinar la balanza...espero que hayan más personas como yo allá afuera, que se preocupen por los que están en problemas.- dije con una sonrisa esperanzada, ¿qué estaba sucediendo en gótica? Ya nadie mostraba empatía afuera, podían golpearte en la acera y todos pasaban de largo, la gente te ignoraba, llegada la tarde, salimos del restaurante y caminamos, él con los pedazos del letrero bajo el brazo -veré cómo puedo arreglar ésto, aunque creo que no tiene remedio...- dijo mirando los trozos, le sonreí y tomé su hombro tratando de animarlo, se veía preocupado y nervioso hasta que lo toqué.

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Alex acarició mi hombro, era realmente reconfortante sentir su tacto, estaba volviéndome adicto al roce de sus manos, intentando no hacer evidente mi angustia sonreí levemente, así como ella lo hizo, no debía inquietarla, ya había hecho bastante hoy por mí.

Llegamos a la parada del autobús, eso probablemente significaba que nos separaríamos, que no volveríamos a vernos y me aterró pensar eso, ¿era posible que tan sólo unas horas hubieran bastado para sentir afecto hacia ella?, Quizás era demasiado pronto, o demasiado bueno para ser verdad...¿Qué debía hacer? - ¿Arthur?- su voz disipó mis negros pensamientos, estaba parada mirándome extrañada, - perdona...te, nos, bueno supongo que hasta aquí llegó nuestro día.- dije nervioso porque no sabía si me estaba hablando hasta hace unos minutos, sólo pensaba en el horrible hecho de que jamás volvería a verla - quizás supones mal, estaba preguntando si podías acompañarme a casa y de paso...no sé, seguir platicando- me pasmé, ella realmente quería seguir hablando conmigo, sonreí aliviando mis angustiosos pensamientos y me dispuse a seguirla donde ella me dijera.

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Arthur parecía agobiado al llegar a la parada pero después sonrió y pareció respirar al fin, subimos al autobús y continuamos charlando, en verdad quería saber más acerca de éste hombre, quizás para algunos era muy ingenua o tal vez resultaba muy tonto fiarse de alguien tan pronto, pero en verdad al estar con Arthur sentí que nunca sería capaz de dañar a alguien o tener una intención maligna hacia mí, por eso deseaba conocerlo más y más, para saber cómo sanar su aflicción.

-oye Art, cuéntame un chiste...- dije mientras el autobús avanzaba, se sorprendió y sonrió - ¿estás segura?- preguntó -¡claro! ¿Por qué no lo estaría?- exclamé mientras me reía, -es que...mhh okay ahí va...un calvo, se, se encuentra con un jorobado y le pregunta...- comenzó a reír y logró contagiarme un poco -...¿qué traes en la mochila? El, el jorobado le contesta, tu peine imbécil- se echó a reír en una forma más tranquila y sutil en cambio yo solté una carcajada que asustó a todos los pasajeros, a consecuencia tapé mi boca y respiré, Arthur me miró maravillado -tienes una risa muy linda- dijo -lo siento...es que...¡fue muy muy gracioso!- seguí riendo y escondiendo mi cara en su hombro, él se veía completamente satisfecho y en todo el trayecto continuó diciéndome chistes que me hacían estallar en risa, no nos importó la gente alrededor, cuando vi acercarse la parada donde bajaríamos Arthur y yo nos levantamos, bajó él primero y me dio la mano para bajar como todo un caballero, era realmente tierno.

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Alex se había reído de todos mis chistes y muecas en el camino hacia su casa, me sentía increíble, verla reír tanto me hizo sentir mejor que nunca, pensé que se incomodaría con mis chistes como ha sucedido con otras personas, pero ella no era como los demás, era amable carismática y lo mejor de todo, ¡Tenía sentido del humor! No podía esperar a escribir nuevos chistes y verla reír todo el tiempo, caminamos por la acera hasta llegar a un edificio marrón, a simple vista se veía mucho mejor que el mío, claro, debe ser un lindo lugar para albergar a una linda persona, entramos y subimos por un elevador que incluso tenía música dentro, a pesar que ésta sonaba distorsionada por la bocina vieja era un ambiente muy agradable, no dejé de sonreír desde que bajamos del autobús, ella seguía contándome cosas sobre sus presentaciones y ensayos, me mostró incluso moretones por las caídas y sentí tantas ganas de estar en esos momentos para protegerla de los daños, paramos en el sexto piso y caminamos por el corredor iluminado con tenues luces amarillas -¡llegamos!- dijo abriendo la puerta con el número 5 -pasa Art, ponte cómodo- indicó y dejó las llaves en un recipiente para dulces, miré el lugar, acogedor y limpio, iluminado, entonces sentí un roce en la pierna, era un gato que maullaba para que lo acariciara, nunca tuve una mascota, lo toqué y el gato se acurrucó más a mí, -se llama Manchas- dijo Alex saliendo de una habitación -es muy lindo...- dije aún tocando el suave pelaje del animal, -Art, si quieres pasar a lavar tu cara puedes usar el baño, debes sentir la piel pesada después de tanto- dijo extendiendome una toalla le sonreí y pasé a dónde me indicó.

Después de un rato salí secando mi cara con la toalla, despedía un aroma tan fresco que era imposible despegarlo de mi nariz, salí hacia la sala y no había nadie -uh...Alex, ya, ya terminé- esperé hasta que oí su voz -¡sí, ya voy!- dijo desde lo que parecía ser la cocina, en seguida salió con dos tazas humeantes, -preparé té en lo que venías, ¿quieres galletas?- puso los recipientes en la mesa de centro y me miró, me sentí nervioso.

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Miré a Arthur sin su maquillaje de payaso, la cara aún levemente húmeda y fresca, su rostro denotaba cansancio y dolor emocional, aún con eso me pareció muy atractivo, realmente atractivo, me quedé unos segundos mirándolo con detalle -¿qué?- preguntó casi en susurro y desperté de mi trance -no, nada perdón, digo que si quieres galletas, tengo de varios...sabores- no podía dejar de ver sus ojos verdes y profundos, sus cejas pobladas y negras, ¿Por qué me resultaba particularmente atractivo a diferencia de muchos otros?, Él se sonrojó y agachó la cabeza, estaba mirándolo mucho tenía que disimular -lo siento, es que...tienes, tienes unos lindos ojos- dije mientras me sentaba -oh, bueno, gracias...- dijo aún con el rostro rojo, -tú eres muy hermosa...- soltó sin más y yo me quemé los labios con el té -¡Ouh! Ah...de, ¿de verdad?- qué tonta, él esbozó una sonrisa y me acercó una servilleta -¿estás bien?- dijo mientras limpiaba mis comisuras, estaba ahora más nerviosa que antes, -tu departamento es muy lindo- dijo cambiando el tema, -gracias, aunque en las noches suele ponerse pesado allá afuera- dije abriendo el paquete de galletas de chocolate, se lo acerqué y el sonrió, el cielo comenzaba a tornarse amarillento, entonces me levanté y lo tomé de la mano -¿quieres ver algo asombroso?- pregunté y él asintió, salimos del departamento y tomamos las escaleras que daban a la azotea, al llegar arriba la vista era espectacular, Arthur se quedó mudo al ver el atardecer, -vaya...- dijo y caminó en dirección al sol, lo miré con una sonrisa en el rostro, la brisa jugaba con nuestros cabellos y nos sentamos en el borde a esperar el ocaso.

Cuando terminó volvimos dentro, el té se había enfriado pero no me importaba mucho -espero que volvamos a vernos...- dijo mientras salía de mi departamento, quería de verdad pasar otro día con él, así que corrí hacia la mesa del teléfono y arranqué una hoja pequeña, volví con él -aquí está mi número, puedes...llamarme cuando, quieras- le dije llena de nervios, pensaría que soy muy...atrevida, lo miró y sonrió -¡claro! Yo, yo te llamo...hasta pronto- se despidió -hasta pronto Art- finalicé y se marchó, al cerrar mi puerta suspiré sonriendo como tonta, qué extraña sensación tenía.

Send in the ClownWhere stories live. Discover now