CAPÍTULO 2

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—Aquí ha habido un error, señora —consiguió decir el samurai mientras se quitaba los trozos de sushi de la cara—. No sé de qué habla.

—¡Claro que lo sabe! ¡Le he visto correr tras robarme mi boleto de lotería! ¡Y tengo pruebas!

Fukuzawa no se atrevía a observar a Mori, imaginando su cara mientras ideaba teorías conspirativas de infidelidades y niños abandonados por no mantenerlos.

La mujer corrió al baño y salió con un bolso azul. De él sacó su monedero y una tarjeta.

—¡Ajá! ¡¿Lo ve?! ¡Gracias a esta tarjeta, he podido rastrear por GPS mi bolso! ¡Y mi boleto no está! —agarró de la pechera a Fukuzawa— ¡¿Dónde está?!

—Señora, por favor, acabo de llegar. No he entrado al baño. ¿Verdad, Mori-sensei?

—Mentir o no mentir, esa es la cuestión —dijo para sí más que para Fukuzawa.

“Traidor de mierda”.

—Es cierto, señora —se acercó el dueño del local—. Estos hombres acaban de llegar y no han entrado al baño.

La señora, tras calmarse, soltó a Fukuzawa de la pechera.

—Lo siento mucho. Es la primera vez que esto me ocurre. Y más con un boleto premiado.

—No se preocupe —dijo lo más educado que pudo—. Por curiosidad, ¿cuánto había ganado?

—El premio gordo: un millón de yenes.

Todo el chazuke se derramó a la mesa tras escupirlo el doctor. Rápidamente, tomó a Fukuzawa del hombro y lo arrastró hacia él.

—¡¿Se da cuenta de lo que significa eso?!

—Una tragedia, por supuesto. Ganar el premio gordo y perderlo de esta forma…

—¡No, no, no, no! ¡¿Usted se da cuenta de todo lo que podríamos hacer con un millón de yenes?! ¡¿Cuántos vestidos, pasteles y gatos podríamos comprar?!

—¿No dijo usted que el dinero no lo era todo?

—A ver, de aire tampoco se vive.

Se soltó del doctor y se giró hacia la mujer.

—Lo siento mucho. Me gustaría poder ayudarla de alguna forma.

—Es usted muy amable.

—¿Ha salido alguien de la tienda cuando ha entrado en el baño? —preguntó al camarero.

—Que yo haya visto, no. Solo estas tres personas de aquí entraron en el baño y pidieron su comida. Son clientes habituales.

Los observó de uno en uno: un joven que tomaba un plato de ramen con un refresco, una joven que tomaba lubina con perejil con un zumo y un hombre que tomaba sushi con rábanos hervidos. Todos llevaban las mangas subidas y miraban algo confusos la situación.

—¿Se nos acusa de algo? —preguntó el joven.

Si Ranpo estuviese aquí, resolvería rápido el caso. Pero había tenido que quedarse en cama por culpa de una gripe muy fuerte.

—Si se nos acusa de algo, quiero agregar que yo no hice nada —dijo la joven—. Tengo dentro de poco una entrevista de trabajo por videollamada y no puedo perder tiempo.

—Yo tengo que ver el estreno de mi serie favorita.

—Y yo tengo cena con mis suegros.

—¡Nadie se marcha de aquí! —gritó la señora mientras sacaba el móvil—. ¡Llamaré a la policía y ellos resolverán este caso!

Las respiraciones de Fukuzawa y Mori se cortaron.

—Fukuzawa-dono, no sé usted, pero yo no soy muy bienvenido por la policía… Y menos en la escena de un delito.

—Natsume-sensei nos hizo prometerle que nunca nos involucraríamos con la policía. ¿Se le ocurre algo?

Mori sonrió mientras Fukuzawa se daba cuenta de que acababa de cavar su propia tumba.

—¡Que nadie se preocupe! —dijo mientras se levantaba— ¡Porque aquí tenemos al presidente de la recién fundada Agencia Armada de Detectives!

—¿Agencia Armada de Detectives? —preguntó confuso el hombre.

Fukuzawa se pegó una palmada en la cara mientras Mori seguía su actuación.

—Como presidente, él resolverá este caso en un santiamén —miró a Fukuzawa de forma maquiavélica—. Me pregunto si lo conseguirá sin ayuda de ese mocoso, Fukuzawa-dono.

Volvió a echar de menos su espada una vez más.

BSD || La historia jamás contada del primer caso de la ADADär berättelser lever. Upptäck nu