—¿Has visto el color de ojos de ese actor? ¡Azules! ¡Madre mía! ¡Tiene unos ojazos! —exclama con admiración el menor, tirando sin querer unas cuantas palomitas en la cama de su amigo.
—Ojos azules —susurra, sintiendo un peso en su hombro. Erick se acaba de dormir sobre él.
Sin hacer muchos movimientos, gira un poco el rostro y deposita un suave beso en la cabeza del azabache.
Algo de lo que Joel no se percata, es de la tierna sonrisa que esboza Erick entre sueños ante el gesto desconocido.
***
Su mirada se pasea por todos los lentes de contacto que hay en la tienda. Hay azules de tonos distintos al que le gustó a Erick.
—Disculpe —se acerca a la señorita que atiende y muestra su celular con la foto del actor de hace días—, ¿por casualidad habrá de este color?
—Sí, claro. ¿Tiene ya una medida? —Joel niega con las mejillas un poco rojas—. Bueno, el doctor lo podrá atender en unos minutos.
—Gracias.
Una vez que ya tiene los pequeños lentes en sus manos, se dirige a casa con una gran sonrisa.
Ahora sí le va a gustar a Erick.
Al principio le dolió. Pero es porque nunca había necesitado usar lentes, mucho menos aquellos tan pequeños y frágiles. Sus ojos se mantuvieron llorosos por varios días.
Pero todo lo valía.
***
¿Por qué tienes que cambiar por otra persona? ¿Acaso no crees gustarle siendo tú?
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