Cap. 32. Entre el cielo y el infierno.

2.2K 163 4
                                    

Después de consolar a su pequeña, Katerin le preguntó a una enfermera sobre la situación de Alejandro. Ésta le dijo que no le podía dar una respuesta concreta, puesto que él se encontraba en cirugía.

Finalmente, Sandy se pudo tranquilizar. Miró a su madre, quien no despegaba ni un minuto su mirada sobre ella.

— Mami, papá me salvó de unos hombres malos que me querían llevar con ellos.
Dijo la niña con lágrimas en sus ojos.

Katerin la abrazó fuertemente. Lo que su pequeña había experimentado era algo tan aterrador. Si Alejandro no hubiera estado, tal vez habría pasado algo horrible. Ella se sentía agradecida con él.

— Sin duda tu padre fue valiente y te cuidó.
— Mamá, ¿él se pondrá bien?
Preguntó Sandy con los ojos cristalinos, amenazando por volver a llorar. Ella necesitaba una aferrarse a una experiencia.
— Claro, hermosa. Ya verás que se pondrá bien y te abrazara una vez más.
— Eso espero.
Respondió la nena recargando su cabeza sobre el regazo de Katerin.
— Sí, pequeña. Sin dudas tu padre es fuerte, ya verás que pronto nos darán buenas noticias.
Dijo Michael sonriéndole a Sandy.
— ¿En serio?
Preguntó con ilusión la niña.
— Sí, no te preocupes.
Le aseguró Michael una vez más.

Después de más de media hora, el doctor apareció frente a ellos, salió de la sala con todo y su equipo. Por lo cual, Katerin, Michael y en especial Sandy, se acercaron apresuradamente a éste.

— ¿Ustedes son los familiares de Alejandro Magno?
— Yo soy su hija.
Contestó Sandy apresuradamente.
— De acuerdo pequeña, pero necesito a una persona mayor.
Dijo el doctor con un tono meloso.

La niña quería protestar, pero, Katerin se apresuró a tomarla entre sus brazos. Y se acercó al doctor.

— Soy su ex esposa y madre de su hija. ¿Me podría decir cómo se encuentra él?
— Necesitamos un donador de sangre, él ha perdido mucha sangre. Está débil y si no encontramos a alguien que le done, puede que muera.
Explicó el doctor con el semblante serio.
— ¿Cuál es su tipo de sangre?
Preguntó Michael al doctor.
— AB-
Contestó Katerin seria.
— Efectivamente, necesitamos a alguien con ese tipo de sangre.

Hubo un pequeño silencio en aquel espacio, donde prevalecía el olor fuerte a desinfectantes y el frío del aire acondicionado los rodeaba.

— Yo soy AB-, yo puedo donarle.
Contestó Michael ofreciendose, Sandy lo miró con una sonrisa y Katerin se sorprendió.
— ¿Estás seguro?
Preguntó Katerin asombrada mirándolo detenidamente.
— Sí, no me gustaría ver a esta pequeña princesa triste.
Respondió Michael acariciando suavemente el cabello de Sandy.
— Gracias.
Dijo Katerin dedicándole una gran sonrisa.

Lo que Michael hacía por Alejandro era realmente admirable. Él había dejado atrás todo lo que ocurrió entre ambos. Ahora salvaría su vida. Solo por ver feliz a la pequeña.

Michael acompañó a la enfermera que le pidió que lo siguiera y le dio la sangre necesaria. Después, el doctor entró nuevamente al quirófano. Después de una larga espera, el doctor regresó a verlos.

— Bueno. Gracias a que hubo sangre, el señor Alejandro está fuera de peligro. La operación para la extracción de la bala fue un éxito, pero, él se encuentra delicado. Por lo que, lo tendremos en observación por esta noche.
Explicó el doctor.
— ¡Qué alivio! ¿No es así, princesa?
Katerin le preguntó feliz a su nena.
— Sí, Mami. Gracias tío Michael y gracias doctor.
Agradeció Sandy emocionada.

El doctor y Michael le dedicaron una sonrisa a la niña.

— ¿Podemos pasar a verlo?
Preguntó Katerin.
— Por el momento, no. Ya que él se encuentra inconsciente.
— De acuerdo.
— Mañana podrán verlo.
— Gracias, doctor.
Agradeció Katerin.

Michael se acercó a Sandy, tomó de sus manos y la miró directamente a los ojos.

— Ya ves, tu padre es un hombre muy fuerte.
Dijo feliz a la nena.
— Sí, es increíble. Gracias, tío Michael.
Contestó con una gran sonrisa.

La boda se había retrasado una hora y ellos se encontraban en el hospital. Los invitados ya se encontraban en el salón, esperando alguna señal de los novios.

La niña tomó la mano de su madre y la de Michael. Se sentía feliz de que su padre siguiera con vida, gracias a Michael. Por lo que decidió apoyarlos.

— Sé que me he portado mal con ustedes últimamente, pero, fue porque temía que me separaran de mi padre. Ahora entiendo que no lo harán. Por eso, les pido que vayan a su boda.
Dijo Sandy con una voz tierna.

Sus palabras los tomaron por sorpresa, no podían creer que la niña tuviera una gran madurez. Decir eso, los dejó impactados.

— Hija, no te puedo dejar sola. No puedo irme así.
— ¿Quién dijo que me quedaría? Mi padre está bien, ahora sé lo fuerte que es. No se me olvida que gracias a mi tío Michael, él se encuentra bien. Además, él no se moverá aquí, así que vamos, no hay tiempo que perder.

Katerin y Michael se quedaron sin palabras. Ciertamente la niña era más sensata que cualquiera de los dos. No sabían cuándo había crecido demasiado rápido.

— ¿Estás segura?
— Completamente.
Dijo Sandy, esbozando una linda sonrisa.

Dejaron al cuidado de Alejandro a los doctores y enfermeras. Katerin y Michael realizaron su ceremonia, firmaron los papeles de matrimonio. Al fin fueron marido y mujer. Habían esperado tanto tiempo para hacerlo realidad.

Celebraron con una cena y una fiesta corta. La madre de ella cuido de los dos niños. Mientras que, Katerin y Michael se dedicaron a descansar, ya que tendrían un largo día por delante.

Por otra parte, Alejandro se encontraba inconsciente en su habitación del hospital.

Dentro de sus sueños...

— Hijo, hijo.
Le habló su padre.
— ¿Papá?
Preguntó desconcertado.
— Soy yo. Estoy orgulloso de lo que hiciste, en verdad fue muy valiente. Me da mucho gusto que ya has madurado. Ya no eres aquel joven egoísta.
— No, padre. Ya no. Me has hecho mucha falta.
Confesó sollozando.
— Lo sé, hijo. Pero, sabes que yo sigo contigo. Siempre estaré para ti, aunque no puedas verme, pero puedes sentirme aquí.
Dijo apuntando a su corazón.

Alejandro le dedicó una sonrisa y asintió. Luego se acercó a él y lo abrazó. Un abrazo fuerte que tanta falta le había hecho en todos estos años que no estuvo con él.

— Sé que no debí obligarte a casarte con alguien que tú no querías. Debí haber buscado a alguien que se hiciera cargo de la empresa hasta que tú estuvieras preparado. Me arrepiento de haber arruinado tu vida y la de aquella chica, ella no se merecía por todo lo que pasó.
— Ya, padre. No tiene caso. Además, estoy tan feliz por mi niña. No todo fue malo.
— Soy tan feliz por ti. Hazme un favor.
Dijo su padre con una sonrisa, tomó de su mano y lo miró fijamente.
— Sí, padre. El que quieras.

Lo tomó de los hombros, apretó suavemente de estos y lo contempló por un largo momento.

— Por favor, sé un grandioso padre con tus hijos. Esfuérzate por ellos, hazlos feliz y apoyalos en lo que necesiten. Pasa tiempo con ellos, respeta sus decisiones y aconsejalos. ¿Sí?
Continuo diciendo Don Ernesto, ese favor era lo más importante que consideraba, no quería que su hijo cometiera el mismo error que él había cometido.
— De acuerdo, padre.
— Otra cosa más, pon primero a ellos y deja a un lado tus ambiciones. No quiero que cometas el mismo error que yo cometí.
— Está bien, padre. Lo prometo, ten por seguro que así lo haré.

Don Ernesto sonrió, ahora podía irse a descansar en paz, después de todo, su hijo demostraba ser un gran padre.

— Cuídate hijo y no olvides que siempre estoy contigo.
— Gracias, padre.

Después, Alejandro abrió los ojos poco a poco, se encontró con una cegadora luz. Paredes blancas a su alrededor, estaba acostado en una camilla y tenía conectado unos aparatos. A un lado estaba Katerin, Sandy y un pequeño que tenía la misma edad que su pequeña. Él se parecía mucho a su padre.

— ¡Mamá! Papi ya despertó.
Dijo Sandy emocionada.

Si Tan Solo Me Hubieras Querido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora